Tal día como hoy, 2 de agosto de 1934,
Adolf Hitler, el canciller de Alemania, se convierte en el Führer -
presidente y canciller- del país después de la muerte del
presidente alemán Paul Von Hindenburg.
El 30 de enero de 1933, el presidente
de Alemania, el general Paul von Hindenburg, influido por el político
conservador Franz von Papen, nombró canciller a Adolf Hitler. Diez
años después del putsch de Munich , cuando intentó llegar el poder
mediante la fuerza, el Führer lo consiguió a través del sistema
parlamentario que tanto despreciaba.
Pese a su escaso peso parlamentario
–noveno partido en el Reichstag- el partido nazi era popular entre los
agricultores, pequeños empresarios, funcionarios públicos y otras
personas de la clase media que se sentían ignorados o traicionados
por el gobierno de Weimar.
En 1928, el partido tenía más de
100.000 afiliados, apoyados en un eficiente aparato de propaganda,
dirigido por Joseph Goebbels, que aprovechaba la insatisfacción y
resentimiento dondequiera que se produjera para ir creciendo.
Paralelamente, la rama paramilitar, las temidas tropas de asalto (SA), engrosadas con exsoldados y jóvenes descontentos alcanzaban los 80.000 miembros. También aumentaba su influencia entre militares, empresarios y grandes industriales que le proporcionaron financiación y cobertura en las altas esferas.
Paralelamente, la rama paramilitar, las temidas tropas de asalto (SA), engrosadas con exsoldados y jóvenes descontentos alcanzaban los 80.000 miembros. También aumentaba su influencia entre militares, empresarios y grandes industriales que le proporcionaron financiación y cobertura en las altas esferas.
Cuando en octubre de 1929 se produjo el
crac de la bolsa de Nueva York, la frágil economía alemana se
deterioró rápidamente. En pocos meses hubo tres millones de
desempleados. En las elecciones de septiembre de 1930, los nazis
obtuvieron 6,4 millones de votos (18,3%), 107 escaños.
El gabinete de centroderecha de
Heinrich Brüning no pudo evitar el agravamiento de la crisis
económica y política. En abril de 1932, Hindelburg fue reelegido
en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con el 53% de
los votos frente al mismo Hitler, al que votaron 13,4 millones de
alemanes - 36,8% de los sufragios-. Muy lejos, el comunista Ernst
Thälmann con el 10,2%.
Pero la crisis económica empeoró
hasta limites insostenibles: cinco millones de parados, un tercio de
la población activa alemana. Aunque no fue aquel ejército de
desempleados el que votó por Hitler, fueron los que teniendo trabajo
temieron las consecuencias del paro. Todo ese proceso hizo que una
parte de la sociedad alemana apoyara al partido nazi como el garante
del orden, la autoridad y la disciplina.
En un último intento de evitar que los
nazis llegaran al poder, el general Kurt von Schleicher formó
gobierno el 2 de diciembre, con el apoyó cada vez menos firme de
católicos y nacionalistas de Hugenberg. Pero día el 28 de enero,
aislado por las maniobras nazis, dimitió.
El anciano presidente Hindenburg,
aconsejado por Von Papen, que pactó su nombramiento de
vicepresidente, y venciendo su antigua aversión al cabo austriaco,
entregó la cancillería a Adolf Hitler. Este había sabido combinar
la violencia callejera, imputada hábilmente a los comunistas, con la
presión política a los partidos de la derecha, que no pudieron evitar que muchos de sus
votantes se aproximaran a los nazis.
Una vez instalado en el poder, le
bastaron pocos meses para establecer una dictadura absoluta. El
incendio del Reichstag el 27 de febrero, atribuido a los comunistas,
le permitió presionar a Hindenburg para que firmase el estado de
excepción y miles de
comunistas, socialistas y pacifistas fueron encarcelados en los
primeros campos de concentración.
El 2 de agosto de 1934, murió el
presidente Hindenburg y Hitler asumió el cargo de jefe de Estado,
comandante de las fuerzas armadas y se proclamó Führer, líder
indiscutido del III Reich.
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