Tal día como hoy, 26 de agosto de 1945 se destapa que Estados Unidos ha utilizado más de 25,000 ratones en el proyecto de Manhattan para determinar si la radiación tendría algún efecto negativo en los trabajadores de las plantas de bombas atómicas.
El Proyecto Manhattan, cuyas terribles consecuencias perduran hasta nuestros días, comenzó cuando los científicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strasssman descubrieron la fisión nuclear. La Segunda Guerra Mundial apenas había hecho más que empezar, y tendrían que pasar unos años todavía para que Estados Unidos tomara partido. Sin embargo, el gobierno de Roosevelt se encargó de reunir a los mejores científicos para un proyecto secreto.
Robert Oppenheimer fue el director de este plan secreto propiciado por la Segunda Guerra Mundial.
Una carta enviada por Albert Einstein al Presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt alertándole de la posibilidad de que los alemanes pudiesen utilizar la energía liberada por la fisión nuclear para la producción de bombas, disparó el inicio del Proyecto Manhattan. Solo bastó esta misiva que probablemente Einstein no hubiera querido mandar jamás a la luz de lo que ocurrió después.
El Proyecto Manhattan, en el más estricto secreto, surgió así como nombre en clave de una carrera por construir una bomba atómica antes que los nazis y contó con eminentes científicos de la talla de John von Neumann (matemáticas), Enrico Fermi (física), Niels Böhr (física) o el propio Robert Oppenheimer (física teórica).
Roosevelt autorizó en 1941 el desarrollo de la bomba atómica. Con la ayuda de Reino Unido y Canadá el proyecto se llevó a cabo en numerosos centros de investigación. Teniendo en cuenta que la fisión del átomo era posible, a mediados de 1945, proyecto Manhattan ya contaba con más 130.000 personas -que desconocían cuál era el fin de su labor-.
El plan tuvo una inversión de 2.000 millones de dólares estadounidenses de la época y en dicha carrera, Estados Unidos consiguió su objetivo de construir la primera bomba atómica en tan solo 2 años 3 meses y 16 días. Tras las primeras pruebas, el presidente Harry S. Truman -sucesor de Roosevelt- daría la dramática orden: el 6 de agosto de 1945 se detonó la bomba bajo el nombre en clave de Little Boy sobre Hiroshima y el 9 de agosto Fat Man sobre Nagasaki.
Hasta la fecha, ambos han representado los únicos ataques nucleares de la historia con unos 246.000 fallecidos en total, ya fuese por los bombardeos, las lesiones o las enfermedades atribuidas al envenenamiento por radiación.
Esta serie de crueldades nos enseñan que la ciencia debe, hoy más que nunca, tener una función ética para que, en ningún caso, se vuelvan a repetir acontecimientos tan terribles como los ocurridos en Hiroshima y Nagasaki.
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