miércoles, 12 de agosto de 2020

La recuperación de una especie extinguida

Tal día como hoy, el 12 de agosto de 1883 se extinguió la especie de cebra quagga. Este tipo de cebra poseía un pelaje rojizo y no rayado en el lomo. La última de esta subespecie vivía en cautividad en el zoológico de Ámsterdam. Pero no todo son malas noticias, ya que su ADN ha sido extraído, secuenciado y estudiado para que en 2016, científicos especializados en técnicas genéticas y de reproducción selectiva, criaran 6 ejemplares.

La quagga, pertenece a ese triste olimpo de especies que desaparecieron por la desenfrenada cacería a la que fue sometida por el hombre. Este equino era una subespecie de cebra, pero a diferencia de ésta, las características rayas blancas y negras desaparecían para dar lugar a un pelaje marrón, de tonalidad café con leche, el mismo color que los pastizales de la sabana donde vivía, en el Estado libre de Orange en Sudáfrica.

Estos animales fueron cazados, sobre todo, por los colonos bóers, los descendientes de los conquistadores holandeses que buscaban nuevas tierras alejados de los ingleses. Era mediados del siglo XIX, y fue tan desmesurada la matanza que los cazadores extraían las balas de los cadáveres para ahorrar munición. Fue tan desmesurada la matanza que los cazadores extraían las balas de los cadáveres para ahorrar munición

En agosto de 1883, la última quagga moría en el zoológico de Amsterdam. Apenas quedaban algunos ejemplares embalsamados, un par de fotografías y varios dibujos como para tener un recuerdo más vivo de su presencia.

Pero la quagga ha resucitado. Y gracias a un experimento de selección genética, ya hay una docena de quaggas pastando en los campos experimentales al norte de Sudáfrica.

Todo empezó gracias al Proyecto Quagga, liderado por Eric Haley, profesor e investigador de la Universidad de Ciudad del Cabo. La clave fue descubrir que la quagga no era una especie diferente, sino que era una subespecie de la cebra de llanura, también conocida como cebra de Burchell o, para más evidencia, con su nombre científico de Equus quagga.

Las hipótesis de Harley era que la cebra debía tener, en sus genes, el ADN de la antigua quagga. Gracias a eso, y siguiendo un proceso de cría selectiva, cruzando aquellos ejemplares con tendencia a la desaparición del entramado de rayas, las siguientes generaciones tuvieron un pelaje similar al equino desaparecido.

En los orígenes del proyecto, en 1987, eligieron nueve cebras entre 2.500 ejemplares del parque nacional de Etosha. El año siguiente ya nació la primer cría. 26 años después, a fines del 2013, llegó al mundo Khumba, la quinta generación de estas ‘resucitadas’ quaggas.

Cuando los ejemplares de una especie animal son separados por barreras geográficas, y cada grupo va desarrollando diversas modificaciones para adaptarse al hábitat, ya se puede considerar como subespecies. Pero si luego de varias generaciones no hay una cruza genética entre estos grupos aislados, se separan en especies diferentes.

Pero esto no ha sido el caso de la quagga: los cruces con las cebras siempre estuvieron presentes. Y la mejor confirmación de que se trata de una subespecie es que las nuevas generaciones de quaggas son fértiles, mientras que el apareamiento de especies diferentes, como entre un burro y una yegua, da origen a un animal estéril, en este caso una mula.

Por ahora hay solo una docena de animales que ostentan este título en una población de cien cebras, pero la idea de los científicos es que cuando haya al menos 50 quaggas ya puedan ser destinadas a una reserva, y que puedan vivir en libertad en la sabana tal como hacían sus bisabuelos antes de la llegada del hombre blanco.

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