martes, 25 de agosto de 2020

Galileo y el primer telescopio de la historia

 

Tal día como hoy, 25 de agosto de 1609, Galileo Galilei presenta frente al senado de la República de Venecia un telescopio fabricado por él mismo. El aparato supuso una revolución científica en sí mismo, dado que generó gran entusiasmo y expectativas en los representantes del gobierno.

En 1990, el ser humano colocó en el espacio el ojo más preciso para mirar el universo, el telescopio espacial Hubble. Pero eso no hubiese sido posible sin un invento menos tecnológico, pero igualmente revolucionario: el telescopio presentado por Galileo Galilei el 25 de agosto de 1609. Aquel instrumento de refracción —de 1,27 metros de largo — permitió al físico italiano convertirse en el padre de la astronomía moderna.

Gracias a ese aparato, Galileo vio que el Sol, considerado hasta entonces símbolo de perfección, tenía manchas. El astrónomo realizó observaciones directas de la estrella, aprovechando cuando las nubes se interponían al disco solar, o en las mañanas y atardeceres, cuando la intensidad luminosa era más soportable, una práctica que le dejó totalmente ciego al final de su vida.

La Luna tampoco era perfecta. Galileo vio lo que consideró montañas y cráteres, pruebas de que el satélite natural, al igual que nuestro planeta, era un cuerpo rocoso y lleno de irregularidades en su superficie y no una esfera impecable hecha de éter, como se sostenía en aquel entonces.

El astrónomo nacido en Pisa también notó que Saturno tenía unos apéndices extraños, que describió como similares a dos asas. Esos “apéndices” intrigaron a los astrónomos durante medio siglo hasta 1659, cuando el matemático, y astrónomo holandés Christiaan Huygens utilizó telescopios más potentes para desvelar el misterio sobre la cambiante morfología del segundo mayor planeta del sistema solar: esas asas eran en realidad sus anillos.

Lo más curioso, sin embargo, que Galileo pudo observar con aquel telescopio de ocho aumentos que él mismo construyó fue que Júpiter estaba rodeado de lunas y constituía un sistema parecido a lo que debería ser el sistema solar.

El astrónomo observó por primera vez los satélites galileanos —denominados así en su honor— el 7 de enero de 1610 y en un principio pensó que se trataba de tres estrellas cercanas al planeta, que formaban una línea que lo atravesaba. El 11 de enero apareció una cuarta estrella y, después de una semana de observación, él había visto que los cuatro cuerpos celestes nunca abandonaban la vecindad de Júpiter y parecían moverse con él, cambiando su posición respecto a las otras “estrellas” y al planeta.

Finalmente, Galileo determinó que lo que había estado observando no eran estrellas, sino satélites planetarios y publicó sus conclusiones en Siderius Nuncius, en marzo del mismo año. Galileo llamó originalmente a las lunas de Júpiter “Planetas Medicianos”, en honor de la familia Medici

Las observaciones sobre los satélites de Júpiter y la constatación de que Venus pasa por fases similares a las de la Luna terrestre confirmaron la validez del sistema heliocéntrico de Copérnico, que defendía que la Tierra no es el centro del sistema solar.

Galileo publicó en 1632 el Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo, un ensayo sobre los méritos relativos de los sistemas ptolemaico y copernicano, con todas las pruebas que las observaciones con telescopio habían aportado a este último.

Su militancia científica le valió la persecución y la condena de la Iglesia Católica, y Galileo Galilei murió preso y ciego, cerca de Florencia, en 1642. Tuvo que renegar de sus ideas, pero nadie pudo quitarle el título de padre de la astronomía moderna, por abrir los ojos de la humanidad a un nuevo universo.





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