El 2 de enero la escuadra anglo-portuguesa se apostó frente a Montevideo con intenciones de efectuar un ataque, pero al día siguiente llegó desde Río de Janeiro un buque portugués, con órdenes de regresar. Un práctico que iba a bordo les informó que los navíos tenían mucho calado para entrar a Montevideo y le aconsejó pasar a Colonia, cuyos canales de acceso decía conocer bien.
La escuadra española estaba compuesta de la fragata Victoria, el Santa Cruz, y el aviso San Zenón. Al aparecer la escuadra de MacNamara, Sarriá abandonando la plaza a su suerte se retiró a la cercana isla de San Gabriel donde abandonó la fragata desembarcando con sus oficiales, dejando la tripulación (180 hombres) a bordo al mando del contramaestre.
Al mediodía del 6 de enero, los tres buques mayores se acoderaron por la banda de estribor frente a las principales posiciones fortificadas de la plaza: el Lord Clive frente al Baluarte de Santa Rita, el Ambuscade frente al de San Pedro Alcántara y el Gloria frente al de San Miguel. Iniciado el bombardeo de la plaza al mediodía y desde una distancia de unos 400 metros, el intercambio de fuego se mantuvo por cuatro horas.
Pese a lo intenso del fuego, más de 3000 disparos de bala rasa y metralla, las tropas españolas de Cevallos, parapetadas en un terreno bajo, no sufrieron mayores bajas, pues los tiros enemigos eran muy elevados. Una anécdota refiere que uno de los vigías que apostó Cevallos en la costa le mandó un mensaje informando el avistaje y agregando que “esos buques están buenos para la bala roja”.
Efectivamente, a las 16:00 horas una bala de hierro calentada al rojo vivo, desató un fuerte incendio en el Lord Clive, el que hasta ese momento había sufrido 40 bajas. En el siniestro murieron 272 de sus tripulantes, incluyendo a MacNamara. De los 78 sobrevivientes que abandonaron el barco a nado, 62 fueron capturados por las fuerzas de Cevallos. El Ambuscade y el Gloria, seriamente averiados y con numerosas bajas se retiraron a Río.
Las pérdidas
españolas fueron de solo cuatro muertos en el fuerte. Cevallos
consiguió recuperar parte de la artillería del Lord Clive antes de
que estallara la santabárbara al anochecer, cerca de las 20 horas.
Luego del naufragio, los españoles arrojaron pesadas piedras sobre
la nave para evitar que los ingleses eventualmente la reflotaran.
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