La Guardia Suiza pontificia es un cuerpo militar que se encarga de la seguridad del Papa y la Santa Sede. Orgánicamente es un ejército –el más pequeño del mundo– con poco más de 100 miembros.
Su responsable máximo es el Romano Pontífice, soberano del Estado Vaticano y cuenta con un comandante con rango de coronel, un vicecomandante con rango de teniente-coronel; un capellán con rango de teniente-coronel; un oficial con rango de comandante; tres oficiales con rango de capitán; y el resto son suboficiales y soldados o “alabarderos”.
Como cualquier cuerpo militar, dispone de sistemas de entrenamientos y procedimientos para el adiestramiento en táctica y manejo de armas. Además, la Guardia Suiza es instruida para el uso de la espada y alabarda y se habilita en el oficio de guardaespaldas para la protección de jefes de Estado. Controla las cuatro puertas del Vaticano: la del Santo Oficio, el Arco de las Campanas, el Portón de Bronce y la Puerta de Santa Ana, donde se halla su cuartel.
Dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano, la mayoría del territorio está a cargo del denominado “cuerpo de vigilancia”, compuesto por algo más de un centenar de agentes procedentes de la policía o los Carabinieri, distribuidos por los jardines vaticanos, el helipuerto, los museos y demás lugares que requieren especial vigilancia. Tal cuerpo, en coordinación con la Guardia Suiza, vela por la seguridad de la Santa Sede. La Guardia Suiza protege específicamente el Palacio Apostólico y la persona del Santo Padre.
Naturalmente, como sucede en cualquier país civilizado, la Guardia Suiza convive con cuantos entes velen por la seguridad tanto del Romano Pontífice como de la Ciudad del Vaticano, de ahí que coordine algunas de sus funciones con la propia policía vaticana y las fuerzas de seguridad italianas, dada la ubicación geográfica de la Santa Sede, y con las autoridades de los Estados a los que se desplace el Papa para lograr una protección más eficiente y segura.
La Guardia Suiza fue creada a principios del siglo XVI, cuando el Papa Julio II solicitó a los nobles suizos soldados para su propia protección. En ese momento los soldados suizos tenían una gran reputación, demostrada en los enfrentamientos habidos en las guerras de Borgoña.
El uniforme militar de la Guardia Suiza es uno de los más antiguos del mundo. El actual fue diseñado a principios del siglo XX, y se inspiró en los frescos de Rafael. Los colores coinciden con la librea de la casa Della Rovere, a la que pertenecía quien llegaría a ser el Papa Julio II.
Se compone de un morrión –casco que cubría la cabeza de los antiguos caballeros, algo cónico y con una cresta casi cortante– ornado con una pluma roja o blanca en función del rango militar de que se trate. Además, cuenta con guantes blancos y coraza. El guardia suizo viste unas calzas sujetas a la altura de la rodilla por una liga dorada y cubiertas por polainas dependiendo del clima y la ocasión. Ello tiene la triple significación de mostrar la alegría de ser soldado, de combatir y de estar al servicio del Papa.
En cuanto al armamento, destaca la alabarda o espada romera, que es un arma medieval parecida a una lanza, cuya punta está atravesada por una cuchilla, aguda por un lado y con forma de medialuna por el otro. Aunque, naturalmente, el cuerpo también dispone de armamento moderno de infantería, pistolas, ametralladoras, subfusiles y fusiles de asalto.
No cualquiera puede ingresar en el cuerpo de la Guardia Suiza pontificia. Solo los solteros, católicos, con un mínimo de 1.74 metros de altura, edad entre 19 y 30 años, con un grado de secundaria, con ciudadanía suiza y estando en posesión del título de instrucción básica en las fuerzas armadas suizas con certificación de buena conducta.
Cada 6 de mayo los nuevos reclutas juran fidelidad al Papa, incluso a costa de su propia vida. Ese día del año 1527 murieron 147 guardias protegiendo al Papa Clemente VI durante el saqueo de Roma a manos de las tropas de Carlos V, y desde entonces ésa es la fecha escogida para el ingreso de los nuevos candidatos.
La vida de un guardia suizo es muy normal. Jornadas de unas nueve horas, y con festivos y vacaciones de acuerdo con los turnos de rotación. Los sueldos mensuales base son algo más modestos de lo que ganaría un soldado italiano.
En definitiva, una vida corriente, en la que, por supuesto, cada cual establece sus relaciones sociales e incluso –van ya varios casos– surgen matrimonios de guardias suizos con prometidas italianas a quienes conocieron precisamente durante su periplo militar en la Ciudad del Vaticano.
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