Tal día como hoy 30 de enero de 1661,en Inglaterra, tras restituirse el 29 de mayo de 1660 a Carlos II en el trono y decretar éste una amnistía para los seguidores de Cromwell mediante el Acta de Inmunidad y Olvido, no perdonará a los jueces ni autoridades involucrados en el juicio y ejecución de su padre, algunos de los cuales fueron ejecutados en 1660 y otros condenados a cadena perpetua.
Asimismo ordena someter a los cadáveres de Henry Ireton, John Bradshaw y Oliver Cromwell a la indignidad de una ejecución póstuma. Por eso en este día, la misma fecha en que había sido ejecutado su padre Carlos I de Inglaterra doce años atrás, el cuerpo de Oliver Cromwell es exhumado de su tumba en la Abadía de Westminster, y sometido al ritual de la ejecución póstuma, siendo colgado sus restos de cadenas en la plaza de Tyburn durante unos días, para ser después decapitado y lanzado a una fosa, mientras que su cabeza pasará a ser exhibida en lo alto de un poste de ocho metros de altura colocado en el tejado de Westminster Hall, en Londres.
En 1685 se bajará del tejado y su cabeza irá cambiando de manos, para ser definitivamente enterrada en los terrenos del Sidney Sussex College, en Cambridge, en 1960, donde Oliver había estudiado.
La vida de Cromwell fue de lo más agitada, ya que pasó de ser poco más que un terrateniente inglés de clase media a liderar como Lord Protector Inglaterra, Escocia e Irlanda. Su vida es fascinante, tanto por la dimensión de sus aciertos como por la estridencia de sus fanáticos excesos, convirtiéndolo en un personaje histórico tan reivindicado como odiado. Pero las incongruencias siempre fueron una de sus principales cartas de presentación, incluso tras su muerte.
Cromwell pasó sus últimos días agonizando, entregado a unos dolores febriles que habían anulado su cuerpo, y arrebatado por la tristeza de ver morir a su hija de 29 años el 29 de agosto de 1658. Cuatro días después, el Lord protector moría en una fecha que desató todo tipo de teorías. El 3 de septiembre de 1650 había salido victorioso de la cruenta batalla de Dunbar y el mismo día del año siguiente venció, también en tierras escocesas, en la batalla de Worcester. La leyenda cuenta que, al final de su agonía, se desató un furioso temporal que se extendió por buena parte de Europa:
A pesar de su marcada hostilidad contra la realeza, sus funerales fueron los propios de un monarca, mostrando una pompa desmedida y haciendo suyas tradiciones que eran propias y exclusivas de los reyes. Por ejemplo, a partir de la máscara mortuoria que se obtuvo antes de ser embalsamado, se creó una efigie de cera que se expuso durante meses luciendo vestimentas de monarca. La máscara mortuoria de Cromwell es una pieza muy importante ya que, está considerada como la primera elaborada a una persona ajena a la realeza; aunque, en el caso de Cromwell esa línea era muy difusa.
La coincidencia de fechas era del gusto de los ingleses, por lo que para la exhumación del cadáver se pensó que nada podía ser más apropiado que hacerlo en el aniversario de la ejecución de Carlos I. La venganza de Carlos II estuvo perfectamente orquestada. Llevaron en una carreta el cuerpo de Cromwell junto al de los regicidas John Bradshaw y Henry Ireton, y los depositaron en Tyburn, una aldea entonces ubicada a las afueras de Londres. Era entonces el lugar donde se llevaban a cabo las ejecuciones, aunque ésta iba a ser un poco especial. Sacaron los cadáveres de sus cajas y los colgaron de los travesaños mediante cuerdas como si los estuvieran ahorcando. Después, una vez caído el sol, bajaron los cuerpos y los degollaron.
Las cabezas fueron trasladadas ante la Abadía de Westminster y se clavaron en unas largas picas para ser exhibidas públicamente. Al parecer, la cabeza de Cromwell estuvo colgada un par de décadas y los rumores, algunos de lo más fantasioso, corrieron como la pólvora en aquel agitado Londres del siglo XVII. La cadavérica cabeza, colgada desde 1661, presenció en primera línea el devastador incendio que arrasó la ciudad en 1666 .
A partir de este punto la historia y la leyenda se cruzan y resulta muy complicado establecer la secuencia que llevó a que, en 1960, la cabeza fuera definitivamente enterrada en el Sidney Sussex College de Cambridge tras pasar por múltiples dueños. Todo cuanto ha rodeado a esta suerte de reliquia siniestra, ha despertado la curiosidad de quien se ha aproximado al tema.
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