Tal día como hoy 4 de enero de 2010, un imponente rascacielos de Dubái era coronado como el nuevo edificio más alto del planeta. En sólo 1.325 días de trabajo, miles de trabajadores de 100 países del mundo lograron terminar una obra colosal de 828 metros de altura y 163 plantas: la torre Jalifa -conocida mundialmente como Burj Khalifa-.
La “ciudad vertical” como ha sido llamada desde entonces, desbancaba así a la torre Taipei, una edificación de “solamente” 508 metros, 320 metros menos, de la capital de Taiwán. El proyecto había costado 1.500 millones de dólares y era una apuesta personal del primer ministro, el emir Mohammed bin Rashid al-Maktoum, ávido por crear un icono para Dubái.
Lo cierto es que el mandatario consiguió su objetivo y 10 años después, sigue reinando en el Olimpo de los rascacielos, convertida en el auténtico símbolo del emirato, toda una hazaña en una era en la que los récords se suceden con avidez, uno tras otro.
Para hacerse una idea de su magnitud, nada mejor que echar mano de las comparaciones: el edificio es casi tres veces más alto que la torre Eiffel y cuenta con 2.909 peldaños -la estructura parisina se queda con 674; el peso total del aluminio utilizado en su construcción equivale a cinco aviones A380, la aeronave comercial más grande del mundo, y el cemento pesa tanto como 10.000 elefantes.
El edificio, inspirado en la hymenocallis, una flor que crece en el desierto, acoge lujosos apartamentos de uso residencial, oficinas y distintas instalaciones destinadas al ocio. Entre ellas destacan el At.Mosphere, un restaurante de lujo en el piso 122, y sus vertiginosas plataformas de observación, que permiten disfrutar de panorámicas deslumbrantes, con los rascacielos bajo los pies y un horizonte de desierto y mar a lo lejos.
En total, son tres miradores situados a 442 metros, 456 metros y 555 metros, respectivamente. El más espectacular es, sin duda, este último, convertido en la plataforma de observación al aire libre más alta del mundo. La visita a este sector se realiza con guía privado y resulta una experiencia ciertamente excitante.
Con algo menos deberá conformarse la torre Yida, un ambicioso diseño que se inaugurará el año que viene en la ciudad saudí de Yida, que pretendía alcanzar los 1.600 metros, pero que, por problemas técnicos, ha tenido que reducir al altura y conformarse con llegar hasta los 1.000 metros, nada más y nada menos que ¡un kilómetro!
La construcción de interminables rascacielos parece no tener límite -en la actualidad se contabilizan 11 que superan los 500 metros de altura-. Lejos de los actuales récords quedan emblemáticas construcciones como el Empire State Building, la singular construcción art déco, que durante cuatro décadas fue el techo de Nueva York.
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