domingo, 22 de enero de 2023

El secuestro del trasatlántico Santa María


Tal día como hoy 22 de enero de 1961,Henrique Galvao, capitán luso, al mando de un grupo armado, secuestra el trasatlántico portugués Santa María, para protestar contra las dos dictaduras existentes en la Península Ibérica: la de Franco y la de Salazar. Finalmente desembarcará a los pasajeros en Brasil y aceptará el asilo político que le ofrecerá el gobierno brasileño para él y sus hombres, visto que la Armada portuguesa pretende hundir el buque

En enero de 1961 tuvo lugar el asalto al trasatlántico Santa María. Ese incidente, en esa época, fue un suceso notable como protesta contra las dictaduras de Oliveira Salazar y Franco, e introdujo la práctica, que años más tarde fue ampliamente utilizada, de secuestrar buques y aviones con fines políticos.

El trasatlántico Santa María zarpó de Lisboa el 9 de enero de 1961 en uno de sus viajes regulares a America Central, llegando al puerto de La Guaira en Venezuela el 20 de enero. Entre los pasajeros que embarcaron en este puerto, había un grupo de 20 miembros del “Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación”, una estructura compuesta por opositores a los regímenes de Franco y Salazar, cuyo líder era Henrique Galvão.

Este barco fue elegido por ser un objetivo mucho mejor que los diversos barcos españoles utilizados para viajar a América Central. El Capitán Galvão, junto a sus hombres, se disponía a navegar en el Santa María hacia la colonia española de Fernando Poo, en el Golfo de Guinea. Después de “conquistarla”, su plan era atacar Luanda y, desde Angola, comenzar una acción dirigida a provocar la caída de los gobiernos de Lisboa y Madrid.

A las 01.45 AM del 22 de enero de 1961 se puso en marcha la “Operación Dulcinea”. Un grupo de hombres armados irrumpió en el puente de mando del buque tomando por sorpresa a los marineros y oficiales que allí se encontraban. Al mismo tiempo, tres guerrilleros tomaron la estación radio.

Para reducir a los tripulantes se efectuaron disparos que mataron al tercer oficial e hirieron a otros dos marinos que trataron de oponer resistencia. El comando tomó el control de las dependencias esenciales para la marcha del barco, incluyendo la sala de máquinas, y exigió al capitán Maia rendir el mando del navío. Sin armas para oponerse a los designios de Galvão, Maia y sus oficiales aceptaron rendirse y traspasar el control de la Santa María a los secuestradores.

Para el éxito de la Operación los secuestradores cortaron las comunicaciones del buque para no delatar su posición, Galvão ordenó al capitán ─quien aprobó la táctica─ que el buque navegara en zigzag, aun sabiendo que significaba un avance más lento y un mayor consumo de combustible.

Al día siguiente, Galvão y sus guerrilleros informaron a los pasajeros que el buque había sido secuestrado, pidiendo calma y tranquilidad. Anunciaron que el barco, a partir de entonces, se llamaba “Santa Liberdade” y que, debido a la posible duración del viaje, se adoptarían ciertas restricciones en la alimentación.

En la mañana del 23, se mandó al consignatario, un radiotelegrama avisando de que había surgido un contratiempo en la sala de máquinas y el barco se retrasaría. Más tarde, el buque recaló en la isla de Santa Lucía y desembarcó a los dos heridos junto al médico y la tripulación del bote. Debido a esta escala imprevista, el mundo conoció el secuestro del buque.

La noticia saltó a las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo. El Almirantazgo británico destacó a la fragata HMS Rothesay para encontrar al Santa María y dispuso el alistamiento de la fragata HMS Ulster, atracada en Bahamas. El paquebote siguió navegando en zigzag a lo largo de la costa norte de Sudamérica y Franco y Salazar comenzaban a inquietarse por la enorme repercusión internacional. Este último ordenó la movilización de la “Marinha” portuguesa y pidió la intervención de Estados Unidos y Gran Bretaña.

El gobierno norteamericano presidido por Kennedy, recién llegado a la Casa Blanca, tomó la iniciativa y se responsabilizó de la búsqueda del vapor. El cuartel general de la U.S. Navy en las Antillas dispuso la salida de los destructores Wilson y Damato y el desplazamiento del submarino nuclear Seawolf, con la orden de localizar al Santa María.

El 25 de enero, el barco fue avistado por el buque danés Fishe Gulua a unas 900 millas de Trinidad. Y el 26, un avión norteamericano lo localizó a unas 700 millas de la desembocadura del Amazonas con rumbo a África.

La tripulación, aprovechando la casi total ignorancia sobre temas náuticos de los secuestradores, realizó pequeños actos de sabotaje: información falsa de las cantidades de agua y combustible, despilfarro de combustible, uso secreto de la radio, etc… Galvão decidió racionar rigurosamente el agua. Tales restricciones exasperaron a los pasajeros de tercera clase, los más numerosos, obligando a los hombres del comando a distraerse de sus tareas para mantener el orden entre el pasaje.

El Almirante Smith de la US Navy, negocia por radio una entrevista personal con Galvão. Este acepta y el Santa Maria dirige su rumbo hacia Cabo San Roque (nordeste de Brasil). Hasta que se materialice esta entrevista, Galvão “acepta la protección de naves estadounidenses contra posibles ataques de la flota portuguesa y española». 

El 31 de enero de 1961 el presidente de Brasil Juscelino Kubischek terminaba su mandato y cedía el puesto a Jânio Quadros, a quien Humberto Delgado y Henrique Galvão consideraban un potencial «amigo y aliado». Delgado propuso al presidente electo, desembarcar a los pasajeros en Brasil y seguir viaje a África para lanzar su proyectada revolución en las colonias portuguesas. El 28 de enero el Almirante Allen Smith se traslada al Santa María y mantiene una entrevista de tres horas con Galvão.

La prensa portuguesa y española calificó el secuestro como un acto de piratería, a pesar de que la intención fuera meramente propagandística. En España se presentó la operación como un problema de Portugal y los independentistas de sus colonias africanas. El periodista y paracaidista Gil Delamarre, previó acuerdo ─por radio─ con Galvão, el 31 de enero a mediodía saltó en paracaídas sobre la cubierta del buque para entrevistarlo.

El 2 de febrero, el Santa María fondeó en un puerto de Pernambuco, en medio de una gran expectación. Humberto Delgado embarcó y mantuvo una reunión con Galvão primero, para seguidamente mantener una reunión del Directorio al completo, donde se decidió desembarcar a los pasajeros y negociar con las autoridades brasileñas.

Los pasajeros se desembarcaron, junto a la tripulación, bajo la protección de la infantería de marina brasileña. No obstante, el destino de la nave y sus secuestradores no estaba definido pues Galvão aún esperaba marchar a África, ya sin el obstáculo que representaban los pasajeros.

El gobierno brasileño, aunque reacio a dejar marchar el trasatlántico con los hombres de Galvão a bordo y exponerse así a un reclamo del gobierno de Portugal, tampoco quería tomar la nave por la fuerza. A Galvão y a sus hombres se les ofreció asilo político.

Los revolucionarios no querían renunciar a su plan de estimular en África una auténtica revuelta contra Oliveira Salazar. No obstante, se enfrentaban a varios problemas; necesitaban una tripulación para el buque, así como combustible, agua y alimentos para poder cruzar el Atlántico, pero no iba a ser fácil, conseguir los fondos necesarios.

Finalmente, el trasatlántico se convirtió en una carga pesada e inútil para Galvão, que no podía usar la nave para sus fines. Ante la situación, el día 3 de febrero a las 18:30, Galvão y sus hombres depusieron las armas y entregaron el barco al almirante brasileño Fernándes Días, aceptando el asilo político ofrecido por Brasil.

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