sábado, 14 de enero de 2023

El conde-duque de Olivares, la caída de un valido

Tal día como hoy 14 de enero de 1643,Felipe IV, rey de España, convoca y destituye a su ministro el conde-duque de Olivares, por sus fracasos en la política llevada a cabo durante la Guerra separatista dels Segadors de Cataluña, el conflicto de Portugal y la conspiración de los nobles andaluces orquestada por el duque de Medina-Sidonia. El día 24 será efectivamente cesado y exiliado a Loeches, para ser definitivamente desterrado a Toro, donde morirá dos años más tarde.

Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares fue valido del rey Felipe IV de España. Segundón de una rama menor de la casa de Medina Sidonia, inició una carrera eclesiástica estudiando en la Universidad de Salamanca. Sin embargo, la muerte de sus dos hermanos mayores le convirtió en heredero y le hizo abandonar los estudios para acompañar a su padre, el conde de Olivares, en la corte de Felipe III.

Al heredar el mayorazgo se retiró a Sevilla para administrar sus dominios. Pero regresaría a la corte en 1615 como gentilhombre de cámara del príncipe; desde ese cargo se ganó la confianza del futuro rey y se alineó, bajo la protección de su tío Baltasar de Zúñiga, en la facción del duque de Uceda, opuesta a la del valido duque de Lerma.

El conde-duque de Olivares afianzó sus posiciones en el periodo de declive del poder del duque de Lerma y se deshizo de la tutela del duque de Uceda; de manera que, cuando accedió al trono Felipe IV en 1621, Olivares pasó a controlar la situación, acumulando múltiples cargos palaciegos y regulando el acceso a la persona del monarca y en 1622, se convirtió en una especie de ministro universal del rey.

En un primer momento se dedicó a eliminar de la corte a los miembros de las facciones de Lerma y Uceda, condenando con castigos ejemplares los abusos del reinado anterior, pero también situando en los puestos clave a sus propios parientes, amigos y clientes, al tiempo que acumulaba para su casa títulos, rentas y propiedades. Su poder personal quedó reforzado mediante las juntas, con las cuales tendió a suplantar el mecanismo de gobierno tradicional de los Consejos.

El programa político de Olivares, consideraba que la autoridad y reputación de la Monarquía se habían deteriorado, proponía un plan de reformas encaminadas a reforzar el poder real y la unidad de los territorios, con vistas a un mejor aprovechamiento de los recursos al servicio de la política exterior.

En su opinión, la eficacia de la maquinaria bélica de la monarquía, dependía de la capacidad para movilizar los recursos de sus reinos, tendiendo a una administración más ejecutiva y centralizada; es lo que se llamó la Unión de Armas, proyecto para incrementar el compromiso de todos los reinos de España, para compartir con Castilla las cargas humanas y financieras del esfuerzo bélico. Aquel proyecto de Monarquía más cohesionada y ejecutiva no llegó a hacerse realidad, por la oposición de los poderes locales representados en las Cortes. Pero ello no hizo desistir a Olivares de su política belicista, encaminada a recuperar el dominio de los Países Bajos y la supremacía sobre Francia.

Sin nuevos recursos financieros, las guerras provocaron un endeudamiento creciente, hasta llegar a la bancarrota de 1627. Desde entonces, las derrotas militares se sucedieron, abriendo el camino para la decadencia del poderío español en Europa: la Monarquía había perdido las buenas relaciones con Inglaterra al fracasar las negociaciones para casar a la infanta María con el príncipe de Gales; se había enfrentado con Francia al tomar partido en la disputa sucesoria de Mantua y al no prorrogar la Tregua de los Doce Años con Holanda, hubo de afrontar una guerra desastrosa simultáneamente contra Holanda, Inglaterra, Francia y Dinamarca, en el marco del conflicto general europeo de la Guerra de los Treinta Años.

El conde-duque de Olivares protagonizó en 1627-35 un último intento de imponer sus reformas por la vía autoritaria, pero las resistencias fueron mayores y, unidas a las derrotas militares, minaron el prestigio del valido. El descontento de los reinos periféricos estalló por fin en 1640 con las rebeliones simultáneas de Portugal y de Cataluña, a las que se unió la conspiración del duque de Medina Sidonia en Andalucía.

En 1643 Felipe IV prescindió por fin del conde-duque,que se retiró a convalecer de sus achaques en su señorío de Loeches, cerca de Madrid. Incluso entonces, los detractores del antiguo valido siguieron formulando acusaciones contra él hasta que consiguieron que el rey le desterrara más lejos, a la villa de Toro en 1643, y que fuera procesado por la Inquisición en 1644.

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