viernes, 5 de agosto de 2016

La "feria grande" de Álora


Estos días están de feria en mi tierra de Álora.

Desde que tengo uso de razón, recuerdo que en mi pueblo había dos ferias: la de agosto, los primeros días de este mes - a la que de siempre se llamó la “feria grande”- y la “chica”, que tenía lugar a últimos de septiembre.

A mi – en la infancia - me tiraba más la “chica”, quizás porque en ella tenía lugar la romería de la patrona del pueblo - que es lo único que aún pervive de la celebración - y  pasaba el día junto con mi madre y hermanos, bajo los olivos próximos a la ermita, quedando embadurnado por una capa rojiza de tierra del olivar.

Mi amigo Pepe Morales - un perote de pro - me dice cada año que la feria de agosto le abruma, pues la ciudad es puro bullicio y ruido, de forma que muchas veces busca incluso una excusa para salir poco a la calle en esos días y hacerlo solo lo imprescindible.

¡Cuanto ha debido cambiar la feria, o quizás cuanto lo hemos hecho nosotros, para pasar de ser un suceso que nos atraía como la luz a las polillas, a algo que nos desazona e inquieta!

No obstante, la “feria grande”, era entonces la reina de las ferias. Además de la fanfarria que toda fiesta de estas características lleva consigo, la de agosto era famosa en la comarca, porque en ella se mercadeaba con ganado de toda la región, y caballos, mulos, vacas o cabras, cambiaban de dueño, en tratos que solían cerrarse con un  apretón de manos en un bar, ante unas copas de fino.

El bar de “La Balita”- en el centro del pueblo - era uno de estos establecimientos, que durante la fiesta veía incrementada de forma notable su clientela, ya de por si numerosa.

Las llamadas mesas “buenas” eran aquellas situadas ante la puerta del local, en plena calle, porque los tratantes, marchantes y “correores”, se sentaban en ellas y  – al calor de vino – se soltaban las lenguas y los billetes afloraban sobre la mesa, haciendo posible el cierre de tratos, en los que los camareros llevaban parte del “negocio”, pues las propinas solían ser generosas.

Tanto era su éxito, que durante la feria se habían de contratar camareros de “ocasión” para cubrir la demanda, los cuales atendían las mesas “malas” que eran las ubicadas en el patio interior del local, en donde quizás por lo escondido y menos visible, no entraba casi ni un alma en todo el día.

Era ya media tarde y aún no se había estrenado en su puesto del patio, mientras en la puerta no daban abasto a servir y recibir propinas, cuando se sentaron en una de las mesas cuatro “lagareños” de los que – por el aspecto –  lo más que solían consumir, era un café y un vaso de agua.

- ¿Que va a ser?  -les preguntó de mala gana el camarero.
- Tráete un dominó -ordenó el que parecía dirigir el cotarro.

Con evidente desgana, nuestro hombre depositó sobre la mesa la caja de madera que contenía el juego.

- ¿Algo más?   -volvió a inquirir esperando la comanda.
- Tráete un papel – tornó a demandar el cliente.

Con apatía reapareció de nuevo el mozo, con una hoja en blanco…

- ¿Que más desean? - terció a preguntar, ya con marcado tono de desagrado
- Tráete algo para apuntar… insistió el parroquiano

Nuestro personaje, mirando fijamente al sujeto le preguntó:
- ¿Algo “pa” apuntar…? y acto seguido concluyó... –“Pa” apuntar te voy a traer una de dos cañones…

Por desgracia – amigo lector – el bar de “La Balita” hace ya tiempo que cerró sus puertas, pero no obstante si este sábado te acercas hasta Álora, te aseguro que no te arrepentirás, pues podrás degustar las “sopas perotas” que el Ayuntamiento sirve gratis con ocasión de la feria.

Para comer “sopas secas”– como también se las conoce – si están bien hechas, no hay excursión que resulte larga, y si además - como es el caso-  son de balde, ya ni te digo…

J.M. Hidalgo (Cosas de la feria)



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