Hoy día, la Infantería de Marina es una unidad considerada cuerpo de élite, encuadrada dentro de la Armada Española y el más antiguo del mundo en esta modalidad bélica.
Creada por Carlos V, tuvo su origen en los “Tercios Viejos”, unidades de infantería terrestres, siendo pensadas y organizadas para ser embarcada en navíos, con caracter accidental y temporal, es decir, cuando eran precisas para realizar campañas o combates específicos.
La política imperialista de Carlos V, obligaba cada vez más a intervenir en distintos lugares, lo que movió al emperador a su implantación con carácter fijo, dado que precisaban determinadas condiciones al tratarse de tropas embarcadas, asignándolas a las escuadras del Mediterráneo.
La “Armada” tuvo un gran protagonista con Carlos V, pues las costa de Italia y el norte de África quedaron desguarnecidas y Barbarroja - corsario considerado un héroe por musulmanes y también cristianos - las asolaba, expulsando a los españoles de Túnez en 1504.
En 1535, el emperador reunió una flota de cien naves, contando sus aliados y la flota propia, que desembarcó 25.000 hombres en el norte de África, con los cuales cayeron en manos españolas la fortaleza de La Goleta y las ciudades de Túnez, Bizerta, Bujía y Bona.
Sin embargo, sería Felipe II quien crearía la actual fuerza de desembarco, que reorganizó en 1748 cambiando el nombre de las compañías - conocidas hasta entonces por el de su capitán – por un orden numérico, con ocho batallones y base en Cartagena.
En 1793, una mujer, Ana María de Soto, haciéndose pasar por varón, se alistó y al descubrirse que era mujer, fue licenciada con pensión y honores en 1798, siendo la primera mujer Infante de Marina del mundo.
Con solo 16 años, Ana María, campesina de Aguilar de la Frontera - Córdoba -, se hizo pasar por hombre y se alistó en los “Batallones de Marina”, con el nombre de Antonio, comenzando “un caso insólito en la historia de nuestros Ejércitos”.
Decidió hacerlo atraída “por el vistoso uniforme” y sus ganas de ver mundo, trasladándose sola hasta San Fernando – a unos 230 kilómetros-, e ingresando sin que nadie se percatara del engaño, para realizar, como cualquier otro, 5 meses de instrucción y embarcando luego en la fragata ‘Mercedes’, con la que entró en combate en la batalla del cabo San Vicente -1797 - pues su barco escoltaba al ‘Santísima Trinidad, y también en la defensa de Cádiz, contra la escuadra inglesa .
Ya en tiempo de paz, un reconocimiento médico descubrió el engaño, ordenándose su desembarco inmediato, entre la admiración y respeto de quienes la habían tratado y, en 1798 Carlos IV le concedió el grado de sargento primero; una pensión de dos reales de vellón diarios y el derecho a usar “en los trajes propios de su sexo los colores del uniforme de marina como distintivo militar”.
Al parecer – como ya es tradición de este país con sus héroes - en 1809, le eliminaron su pensión, pues al regentar un estanco “no podía cobrar dos sueltos del estado” y más tarde le revocaron también su licencia de estanquera.
Las cosas de España...
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