Tal día como hoy 20 de diciembre de 1973, a las
9:36 de la mañana, el coche en el que el almirante Luis Carrero
Blanco viajaba salió despedido por los aires.
Un comando de la banda terrorista ETA había
activado un potente artefacto explosivo colocado bajo la calle que
acabó con la vida del entonces presidente del Gobierno, su escolta y
su chófer en la llamada ‘Operación Ogro’.Fue un magnicidio sin
precedentes en España y un hecho que cambiaría el devenir de los
acontecimientos en los años siguientes.
Carrero Blanco era el hombre fuerte de Franco
desde antes de su nombramiento en junio de ese mismo año y muchos le
veían como el sucesor natural del caduco dictador, además de ser el
muro de contención contra cualquier tipo de política aperturista
dentro del régimen.
El atentado fue meditado y planeado con una
maestría impropia tanto de los trabajos previos de la banda como de
los miembros del comando que se encontraban en Madrid, jóvenes de
menos de 30 años que difícilmente podrían haber tenido todos los
conocimientos técnicos necesarios para construir el túnel bajo la
calle y montar el complejo dispositivo explosivo, lo que suscitó la
aparición de numerosas teorías que hablaban de una conspiración en
la que podía estar implicada la CIA o el propio gobierno franquista.
Los terroristas estuvieron más de un año en
Madrid sin ser detectados, lograron acercarse a Carrero Blanco para
buscar puntos ciegos en su seguridad y rutina e hicieron un
despliegue de medios y recursos nunca visto en la banda. Los trabajos
fueron realizados bajo el disfraz de unos obreros y la explosión fue
camuflada, al menos en un primer momento, como un escape de gas.
Si bien es cierto que la muerte de Carrero Blanco
supuso un endurecimiento en las medidas del régimen, el propio
gobierno intentó cubrir los hechos con un tupido velo y una
investigación mucho más relajada de lo que podría haberse esperado
teniendo en cuenta la gravedad de los hechos.
Arias Navarro fue elegido presidente poco tiempo
después y, sin una figura que igualara a Carrero Blanco, el peso de
la sucesión recayó definitivamente sobre el príncipe Juan Carlos
de Borbón.
Muchos expertos consideran que la muerte del
almirante abrió el camino hacia una transición democrática.
Fuente: Muy Historia
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