Tal día como hoy 16 de enero de 1991, después de la medianoche de esta fecha, se declara la guerra en el Golfo Pérsico cuando Irak no se retira de Kuwait. Como Iraq no se retiró voluntariamente, el Pentágono había comenzado a actuar en sus preparativos para comenzar un ataque ofensivo contra el ejército iraquí. Al atardecer de este día, la Operación Tormenta del Desierto comenzó, siendo dirigida por Norman Schwarzkopf y participaron un total de 32 naciones, incluyendo Gran Bretaña, Francia, Egipto, Arabia Saudita y, por supuesto, Kuwait.
La Operación Tormenta del Desierto, –la “Madre de todas las Batallas” como la llamó Saddam Hussein–, comenzó cuando una coalición de 32 fuerzas –con el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas–, encabezada por Estados Unidos, y estacionada en el Golfo Pérsico, inició la campaña de bombardeos aéreos contra Bagdad, la capital de Iraq.
Tras la invasión de Kuwait por Sadam Husein el 2 de agosto de 1990 el presidente George H. W. Bush había buscado apoyos tanto en Oriente Próximo como en Occidente para abordar la situación. A partir de noviembre comenzaron los preparativos de la operación, un plan de ataque en dos fases.
Hacia fines de 1990 el Consejo de Seguridad de la ONU, con el acuerdo de la Liga Árabe, lanzó una última advertencia: los iraquíes debían abandonar Kuwait o entrarían en guerra. Intentaron valerse de misiones diplomáticas a los efectos de mantener la paz y resolver la cuestión en forma pacífica, derivando en un bloqueo total a Irak ante la negativa de Saddam Hussein de acatar lo propuesto.
En las primeras horas del 17 fuerzas aéreas estadounidenses destruyeron el sistema de radares iraquí y bombardearon masivamente objetivos militares, al tiempo que se lanzaban misiles crucero desde efectivos de la flota estadounidense desplegados en el golfo Pérsico y el mar Rojo.
Unas horas después el portavoz de la Casa Blanca, Marlin Fitzwater, informó a los medios de comunicación de la operación, bautizada “Tormenta del desierto”.
En las primeras 48 horas del ataque, Estados Unidos lanzó un diluvio de más de 3.000 bombas guiadas de precisión y misiles sobre las defensas iraquíes.
La respuesta de Iraq fue el ataque con misiles en la región de Arabia Saudita e Israel. La estrategia defensiva israelí consistió en la instalación de, lo que supuso una novedad en la carrera armamentista, cohetes Patriot, que a través de la teledirección por láser neutralizaban en vuelo a los misiles.
Tras esta primera embestida, se iniciaron las ofensivas por tierra. Este segundo ataque duró solo cuatro días, desde el 24 al 27 de febrero en que Kuwait y el sur de Iraq fue fuertemente bombardeado y la capital kuwaití liberada. Lo que costó muchas vidas: doscientos mil iraquíes, de los que el cincuenta por ciento eran civiles.
La I Guerra del Golfo concluyó el 28 de febrero cuando George Bush, padre, anunció en un mensaje a la nación estadounidense: el fin de las operaciones militares en el golfo Pérsico y la liberación de Kuwait por la fuerza multinacional.
Las consecuencias del conflicto consistieron en una acentuación de la tensión interna entre los países árabes, entre aquellos a favor de Iraq, Jordania, Yemen, Libia, Argelia, Tunicia y la OLP (Organización para la Liberación Palestina) y los que se pronunciaron en contra, apoyando a la coalición de las Naciones Unidas: Egipto, Arabia Saudita, Marruecos y Siria.
En lo que respecta a Iraq, tuvo que retirarse y aceptar un armisticio en nada beneficioso, centrado en el desarme total en cuanto a armamento nuclear y químico, entre otras premisas. Aún así, el objetivo de derrocar a Saddam no se cumplió, pero si se vio debilitada su figura.
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