Tal día como hoy 25 de julio de 1139, el condado de Portugal, hasta ahora dependiente del reino de Castilla y León regido por Alfonso VII, se convierte en reino al resultar proclamado por sus tropas rey de Portugal el conde Alfonso I, tras haber vencido a los árabes en Ourique. En 1143 se firmará el tratado de Zamora entre este reino y Castilla, reconociendo de hecho la independencia potuguesa y marcando el límite territorial entre ambos territorios.
Tras la invasión musulmana de la Península Ibérica en el 711, se inició la recuperación de los territorios de la Hispania visigoda, que llevaría más de siete siglos concluir. En este período las crecientes posesiones cristianas se fueron conformando en diferentes reinos, condados y principados que entraban en conflicto entre sí, casi como con los musulmanes.
El núcleo inicial de resistencia del reino de Asturias se trasladó a León que albergaba el condado de Galicia, y el llamado Condado Portucalense, cuyas fronteras estaban delimitadas por el río Miño al norte y por el Duero al sur. Este condado en ocasiones dependía de Galicia y en otras era regido por un conde independiente; sometido al reino de León.
En el 1095 el rey de León Alfonso VI concedió el condado de Galicia a su hija legítima Urraca y al marido de esta, Raimundo de Borgoña, mientras que otorgó el dominio sobre el condado de Portugal y Coimbra a su hija natural Teresa y a su marido Enrique de Borgoña. Este falleció pronto, por lo que Teresa asumió el control del condado junto a su hijo Alfonso Enríquez.
En 1109 falleció el rey Alfonso VI y su corona fue heredada por su hija Urraca. Las relaciones con su hermanastra Teresa y Alfonso Henriquez no fueron buenas y se produjeron constantes choques entre leoneses y portugueses, que aprovechaban la delicada situación de la reina como consecuencia de su tormentoso matrimonio con el rey de Aragón Alfonso I el Batallador. La situación no mejoró cuando en 1126 falleció Urraca y le sucedió su hijo Alfonso VII, que en 1127 tuvo bajo asedio a Alfonso Henriques en Guimaraes. El sitio se levantó cuando el portugués juró lealtad al leonés.
Pero pronto Alfonso Henriquez iba a convertirse en la fuerza dominante en el condado de Portugal y en el principal protagonista de la independencia del reino de León. Primero se enfrentó a su madre, a la que derrotó en la batalla de San Mamede en 1128, junto a un ejército gallego que había acudido en auxilio de Teresa. Después, en 1139, logró una histórica victoria sobre los almorávides en la batalla de Ourique. Los detalles de esa batalla se fueron enriqueciendo y mitificando, aumentando el número de enemigos derrotados y narrando la ayuda de Santiago, pero su importancia fue esencial en la construcción de la identidad nacional portuguesa.
Tras la gran victoria de Ourique, los miembros del ejército aclamaron a Alfonso Henriquez como rey de Portugal, que fue confirmado en las llamadas Cortes de Lamego. Pero eso no implicaba el reconocimiento de Alfonso VII. El portugués trató de aprovechar las dificultades del leonés en su reino para medrar en sus conquistas, aunque un ataque almorávide hizo que tuviera que centrarse en repeler a los árabes.
Tras comprobar que ni portugueses ni leoneses podían derrotar a su rival, en el año 1143 Alfonso VII y Alfonso Henriquez se reunieron en Zamora. El leonés estaba preocupado por que se le reconociera como Imperator totius Hispaniae, por lo que no tuvo reparo en reconocer a Alfonso Henriquez como rey de Portugal, siempre y cuando este le jurara vasallaje. De hecho, para su dignidad imperial le convenía que quien le jurara vasallaje fuera un rey y no un conde.
Pero el portugués, ya Alfonso I, no estaba satisfecho con esta situación y solicitó al Papa que tomase al reino de Portugal como vasallo suyo, lo que le liberaría del juramento prestado al leonés. El Papa aceptó el vasallaje, pero no se atrevió a otorgarle el tratamiento de rey, temiendo la reacción de Alfonso VII, y no fue hasta 1179 que Roma reconocería al reino de Portugal.
Cuando Alfonso VII falleció en 1157 dividió su reino entre sus hijos Sancho III, al que otorgó Castilla, y Fernando II, que heredó León, Asturias y, en teoría, Portugal, aunque en la práctica Portugal ejercía como reino independiente; además, fallecido el emperador y dividido su reino entre sus hijos, no existía ya esa figura de Imperator a la que el rey de Portugal debiera jurar como vasallo. Fernando II se casó con la hija de Alfonso Henriquez, de nombre Urraca, lo que no impidió que ambos monarcas mantuvieran constantes conflictos.
El matrimonio de Fernando II y Urraca se pactó en Lérez -Pontevedra- en 1165. y es posible que en la mente de Fernando II se encontrara la posibilidad de que un hijo de esta unión pudiera unir nuevamente los dos reinos.
A partir de ese momento Portugal mantendría su independencia y jugaría su papel en el juego de alianzas, guerras, matrimonios y conquistas de los reinos de la Península. Incluso durante un tiempo en el siglo XVI llegó a unificarse con Felipe II, bajo la misma corona, que el resto de la Península.
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