Tal día como hoy 6 de julio de 1573, en la actual provincia de Córdoba - Argentina-, el adelantado español Jerónimo Luis de Cabrera, funda en la margen izquierda del río Suquía, en un paraje llamado Quisquisacate, la aldea de Córdoba La Llana de la Nueva Andalucía. En 1599, llegarán los religiosos Jesuitas instalándose allí para hacer de estas tierras su punto central para la evangelización.
Desobedeciendo órdenes, lo que le cuesta la vida, el adelantado español Jerónimo Luis de Cabrera funda, en la actual provincia de Córdoba, la aldea de Córdoba La Llana de la Nueva Andalucía.
Jerónimo Luis de Cabrera, fue un militar, explorador, conquistador, colonizador, comendador, adelantado, y gobernante español en Sudamérica. Es también reconocido por haber fundado la ciudad de Ica, en Perú, que le valió el nombramiento de corregidor y justicia mayor de Potosí por parte del cuarto virrey del Perú, Diego López de Zúñiga y Velasco, conde de Nieva.
El virrey sucesor, Francisco Álvarez de Toledo, lo nombró gobernador del Tucumán en 1571 pero por desobedecer sus órdenes al fundar la ciudad de Córdoba el 6 de julio de 1573, sería reemplazado en el cargo en 1574 y ejecutado por aquella razón en el mismo año.
Cabrera, había sido comisionado por el virrey del Perú, para que fundara una población española en una latitud que correspondía a la actual provincia de Salta y que tenía por finalidad, poder acceder a esas provincias en paz, al contar con un poblado, que disipaba los riesgos y peligros de ataques indígenas. Sin embargo, el gobernador Cabrera desobedeció tal orden y penetró más al sur fundando la ciudad de Córdoba.
Es por esto, que Gonzalo de Abreu y Figueroa que asumió el cargo como nuevo gobernador del Tucumán desde el 13 de marzo de 1574, advirtió que Cabrera había desobedecido las órdenes virreinales y le inició un sumarísimo juicio, a pesar de las protestas de los vecinos. Lo persiguió a él y también a sus amigos, subastó sus bienes a precio vil, siendo Abreu el propio adquiriente, lo mandó apresar, y finalmente lo condenó a muerte.
Lo que debe recordarnos que la conquista de la América Hispana, no fue solamente militar, sino, ante todo, jurídica e institucional, además de religiosa pues transcurre en paralelo a la Evangelización. La Monarquía Hispánica trasplantó al Nuevo Mundo el Derecho castellano, de raíz romana y con huellas de toda su trayectoria histórica medieval.
Un Derecho en el que cabían la publicidad, la controversia y la disparidad de opiniones y que, para no degenerar en arbitrariedad, necesitaba el soporte documental y burocrático propio del primer Estado Moderno.
En ese sistema, los conquistadores españoles, no solamente respondían a su particular iniciativa en lo material y económico, sino que —en una admirable conjunción de criterios— eran oficiales públicos en su gobierno y su ejercicio judicial.
Por eso, estaban sometidos a la fiscalización de sus actos y debían dar cuenta al rey, de las responsabilidades contraídas en el desempeño de su cargo.
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