Tal día como hoy 2 de Diciembre de 1515 muere en Loja – Granada - Gonzalo Fernández de Córdoba, al que sus triunfos militares le valieron el sobrenombre de "Gran Capitán"
Fue un noble, político y militar castellano, siempre fiel a la causa de Isabel la Católica, que inició su carrera militar en la Guerra de Sucesión Castellana, distinguiéndose en 1479 en la batalla de Albuera, entre los más notables caballeros de la Orden de Santiago.
Sin embargo, fue en Guerra de Granada, donde destacó sobremanera en el asalto de Antequera y en el sitio de Tájara, demostrando dotes de mando e ingenio, al idear máquinas de asedio hechas con las puertas de las casas para proteger el avance de sus soldados.
En 1486 fue nombrado Alcalde de Íllora – Granada - con la orden de fomentar las disputas entre Boadbil y su tio “el Zagal”, cometido que desempeñó a la perfección.
Sería en una escaramuza nocturna frente a Granada, cuando Gonzalo estuvo a punto de morir, al caer de su caballo siendo salvado por uno de sus fieles servidores que le cedió el suyo, entregando la vida por él.
A la invasión francesa de Nápoles, Fernando “el Católico” respondió con una campaña en 1494, dirigida por Fernández de Córdoba, que derrotó a los franceses y restableció los intereses de Aragón, lo que le valió el sobrenombre de “Gran Capitán” y el ducado de Santángelo.
El expansionismo francés provocó la reapertura del conflicto en 1502, siendo llamado nuevamente para dirigir las tropas españolas, que pese a su inferioridad numérica, derrotó a los franceses en Ceriñola, Garellano y Gaeta (1503) quedando Gonzalo como gobernador de Nápoles.
A la muerte de Isabel la Católica, como es típico de nuestro país, nobles envidiosos acusaron a Gonzalo de apropiación de fondos de guerra en Italia, a los que el rey Fernando hizo caso y acabó con su destitución del mando.
Gonzalo, para justificar que lo que se decía de él no era cierto, presentó unas cuentas conservadas en el Archivo de Simancas - que han quedado como ejemplo de meticulosidad - y se retiró a Loja -Granada - donde murió en 1515.
Aunque puede que no sea más que una leyenda, de estas cuentas existe otra versión:
“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.”
Sea cierto o no, la expresión “las cuentas del Gran Capitán” han quedado como frase hecha para una explicación pedida, por algo a la que no se tiene derecho.
El Gran Capitán fue un genio militar excepcional, que revolucionó la técnica de la guerra, mediante la reorganización de la infantería - embrión de los futuros tercios –con una disciplina rigurosa, formando su moral y despertando en ellos el orgullo de cuerpo, la dignidad personal, el sentido del honor nacional y el interés religioso, siendo idolatrado por sus soldados y admirado por todos, pero su popularidad – como sucede siempre en este país de envidiosos - fue precisamente su mayor enemigo y su desgracia.
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