Tal día como hoy 31 de diciembre de 1936 muere el filosofo y escritor Miguel de Unamuno.
Unamuno pertenecía a la llamada “generación del 98” y era natural de Bilbao, donde durante su infancia asistió al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, y esta experiencia marcó su paso de la infancia a la adolescencia.
En 1880 se traslada a Madrid para estudiar Filosofía y Letras y con diecinueve años, finaliza los estudios, doctorándose al año siguiente, con una tesis sobre la lengua vasca, en la que criticaba el origen y prehistoria de la raza vasca, con idea contraria a la que iba gestando el nacionalismo vasco, recién fundado por los hermanos Sabino y Luis Arana Goiri, que propugnaban una raza vasca “no contaminada por otras razas”.
Polemizó con Sabino Arana, que le consideraba como un vasco “españolista”, debido a que Unamuno pensaba que el vasco estaba próximo a desaparecer y que el bilingüismo no era posible; “El vascuence y el castellano son incompatibles, y si caben individuos no caben pueblos bilingües”
En 1900, con 36 años, fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca, cargo que ostentó tres veces en su vida y al iniciarse la guerra civil, apoyó a los rebeldes haciendo un llamamiento a los intelectuales europeos para que lo hicieran, llamándoles “defensores de la civilización occidental”, lo cual provoca su destitución por la República y su reposición en el cargo por Franco.
Sin embargo, ante la dura represión de los rebeldes en Salamanca, su entusiasmo pronto se volvió desengaño, pues a finales de julio, sus amigos izquierdistas habían sido asesinados y aunque a primeros de octubre, visitó a Franco para suplicar inútilmente clemencia para otros amigos presos, todo fue inútil.
Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación y cuando el 12 de octubre de 1936, durante el acto de apertura del curso académico, se lanzó un furibundo ataque contra Cataluña y el País Vasco, calificándolos de “anti-España” y “cánceres de la nación”, Unamuno, indignado, recordó que el obispo era catalán de Barcelona, y que él nació en Bilbao y enseñaba la lengua española, que ellos no sabían.
El general Millán-Astray - fundador de la Legión y presente en el acto - al parecer entonces gritó: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, mientras el escritor José María Pemán, intentando calmar los ánimos aclaró: “¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!”.
Unamuno, sin amedrentarse, continuó hablando: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
El público arreció en insultos contra Unamuno y algunos oficiales empuñaron sus pistolas, pero Carmen Polo de Franco, le cogió del brazo y lo acompañó hasta su domicilio y ese mismo día la corporación municipal, en reunión secreta, lo expulsó y el 22 de octubre fue destituido por Franco.
Los últimos días de vida estuvo en arresto domiciliario, en un estado, de resignada desolación y soledad, muriendo repentinamente, el 31 de diciembre de 1936, durante una visita que le hizo el falangista Bartolomé Aragón, antiguo alumno, amigo y profesor auxiliar de la Facultad de Derecho.
A pesar de su virtual reclusión, en su funeral fue exaltado como un héroe falangista, lo que nos indica una vez más, que en la vida vale todo y que todo es mentira...
Las guerras siempre las ganan las brutalidades: nunca las inteligencias. Las inteligencias, son prudentes las brutalidades, en su definición ya lo dejan bien claro como son.
ResponderEliminarTu pensamiento Manuel es el que, casi cos esas palabras expresó Unamuno. Por desgracia, jamás nos veremos librss de ellas.
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