martes, 7 de febrero de 2017

El atentado regicida del cura Martín Merino

Tal día como hoy 7 de febrero de 1852, es ejecutado públicamente en Madrid el sacerdote Martín Merino, autor de un atentado contra Isabel II.

Llamado el “cura Merino” o “el apóstata”, era de familia de labradores, e ingresó en un convento franciscano que abandonó al inicio de la guerra de independencia, para unirse a una partida de guerrilleros en la provincia de Sevilla, regresando al convento al terminar la guerra hasta 1819, en que se convirtió en activista liberal y se exilió a Francia.

Vuelto a España, en 1843 ganó un premio en la lotería, con el que organizó un negocio de préstamos de elevado interés que le acarrearía diversos conflictos, uno de ellos con otro religioso, que motivó la expulsión de su destino sacerdotal y desde entonces su medio de vida fue ejercer como “saltatumbas”, es decir, mantenerse principalmente de lo que ganaba asistiendo a entierros.

De carácter arrogante, irascible y solitario, se le describía como “Alto, delgado, pelo enteramente blanco, de constitución robusta, desaseado en su traje, poco expansivo y menos afectuoso en el trato social y se le veía casi siempre solo por carecer de verdaderos amigos”.

Al parecer, el intento de regicidio de Merino fue una venganza contra el régimen de Narváez -“el Espadón de Loja”- por el fusilamiento del general Martín Zurbano y ante la imposibilidad de acercarse a Narvaez, decidió centrar su ira en la joven reina Isabel II.

El lunes 2 de febrero de 1852, Merino consiguió entrar en el palacio real amparado en sus ropas talares, como uno más de los sacerdotes que pululaban en él, hasta encontrar a la reina en una de las galerías del palacio.

Se inclinó ante ella como si fuera a entregarle un documento y extrajo de su sotana un estilete de una cuarta de longitud, con el que asestó a la reina una cuchillada en la parte anterior del hipocondrio derecho, provocándole una herida de unos 15 milímetros de anchura, amortiguada por las ballenas del corsé de la soberana.

Tras el atentado, Merino fue detenido sin oponer resistencia, confesando haber actuado en solitario y tener intenciones de asesinar a Narváez o a la regente María Cristina.

En la tarde del día 3 de febrero se celebró juicio sumarísimo y el tribunal sentenció a Merino a morir a garrote vil y al pago de las costas del juicio, mientras la iglesia le despojó de su condición de presbítero, diácono, subdiácono y tonsurado.

El 7 de febrero salió de la cárcel maniatado, a lomos de un burro y con la hopa - vestido de los condenados a la última pena - y el birrete amarillos, camino del patíbulo ante una gran concurrencia de público, manteniendo durante el camino una actitud serena, jovial y locuaz, siendo ejecutado, luego quemado y sus cenizas esparcidas.

Benito Pérez Galdós incluyó a Merino como personaje secundario en varios de sus Episodios Nacionales.

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