jueves, 16 de febrero de 2017

La victoria electoral del Frente Popular en 1936.

 
Tal día como hoy, 16 de febrero de 1936, se produce en España el triunfo electoral del Frente Popular.

A finales de 1935, se gestó una gran coalición de partidos de izquierdas que se conocería como Frente Popular, al que se opuso el llamado Frente Nacional o de Orden, creado para oponer sus intereses a los de las izquierdas en las elecciones más reñidas que hasta entonces había vivido España, quedando excluidos los anarquistas por la izquierda y por la derecha la Falange.

Entre estas dos formaciones, había diferentes partidos de centro, como el Radical, la Lliga, los progresistas y el PNV, que dudaba en unirse a derechas o izquierdas, pero en las elecciones del 16 de febrero, el Frente Popular obtuvo 4.654.116 votos, mientras el Frente Nacional tendría 4.503.505

El entusiasmo del Frente Popular fue ilimitado, mientras la creciente polarización de la sociedad española se reflejaba en su juventud y muchos militantes de las juventudes de la CEDA abandonaron el partido y se unieron a la Falange, movimiento más combativo, mientras en la izquierda sucedía lo mismo con los comunistas.

Sin embargo, la Falange fue siempre un partido minoritario y en las elecciones de 1936, quedó fuera del parlamento sin obtener ni un escaño, por lo cual en marzo, José Antonio, sin inmunidad parlamentaria, fue detenido y las oficinas del partido clausuradas, pese a lo cual la violencia callejera y los crímenes políticos siguieron en aumento tanto por la izquierda como por la derecha.

Los puños, las pistolas y los asesinatos, habían reemplazado al debate y en Extremadura el 25 de marzo se ocuparon casi 3.000 fincas; los carlistas se enfrentaban a la República que consideraban roja y atea y cada vez más militares pensaban que el golpe de estado era la única forma de restablecer el orden, mientras el general Franco - considerado derechista - fue enviado a Canarias y el general Mola trasladado a Pamplona se convirtió en el “Director” y cerebro del complot.

El 1 de mayo, fiesta del trabajo, los discursos del socialista Largo Caballero “el Lenin español”, radicalizaron las masas, cundiendo el rumor- infundado - de que unas monjas habían dado caramelos envenenados a niños y los manifestantes prendieron fuego a un convento, resultando impotentes las autoridades ante la ira anticlerical.

El 27 de mayo, Mola entró en contacto con José Antonio en la cárcel de Alicante, el cual prometió falangistas para prestar ayuda al golpe y a finales de junio, se preparó en secreto el plan para trasladar a Franco a Marruecos y ponerse al frente de la rebelión.

En Madrid, se precipitó la tragedia. El teniente de la Guardia de Asalto José Castillo- destacado izquierdista - fue muerto a tiros en un atentado y en represalia, el 13 de julio, los amigos del asesinado decidieron ir al domicilio del diputado conservador José Calvo Sotelo, que fue convencido para que les acompañara a la comisaría, siendo asesinado en el coche de dos tiros en la nuca.

La clase media española quedó horrorizada por el asesinato y esto proporcionó a los golpistas gran apoyo popular en un momento decisivo, aunque el gobierno republicano no se tomó en serio la situación, limitándose a decir que estaba seguro de que no ocurriría nada.

España estaba a las puertas de una larga, cruel y sangrienta guerra civil.


2 comentarios:

  1. Buen articulo, por su poder de sintesis y objetividad...

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  2. La situación se volvió ingobernable para la republica. En Madrid, se produjeron continuos desórdenes callejeros, saqueos, asesinatos de políticos, incendios de iglesias y conventos, profanaciones de sepúlcros en estos últimos. De todo esto hay constancia documental, fotos y filmaciones. Madrid en llamas, iglesias ardiendo conventos en los que se arrojan muebles y enseres por las ventanas y con los que se hace una hoguera. Tumbas de monjas profanadas; imagen de un hombre bailando con el cadaver de una de ellas; continúas cargas policiales, huelgas contínuas; es decir un ambiente que presagiaba lo que iba a suceder. El gobierno lo suponía, por eso distanció a aquellos militares que eran más proclives a sublevarse, enviándolos lejos de la capital. Si el golpe de estado no lo hubiesen dado los que lo dieron, habrían sido otros, pero aquello no tenía otra salida.

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