miércoles, 1 de febrero de 2017

La sangrienta huelga de las minas de Riotinto

Tal día como hoy 1 de febrero de 1888, se inicia una huelga de trabajadores en las Minas de Ríotinto - Huelva-, que acaba con el mayor derramamiento de sangre jamás conocido en la Cuenca Minera.

La huelga había comenzado para protestar por los dañinos humos de las “teleras” y las míseras condiciones de trabajo que la compañía inglesa – tal y como estaban acostumbrados a hacer en sus colonias africanas y asiáticas - imponía a los españoles, con la anuencia y el beneplácito de nuestras autoridades.

Las “teleras”, eran calcinaciones al aire libre del mineral pobre del cobre, usado en la zona desde hacia años pero que con la llegada de los ingleses - y pese a que el sistema estaba prohibido en Gran Bretaña hacia tiempo - aumentó tremendamente, lanzando al aire cientos de toneladas anuales.

Los humos de las teleras, tenían una elevadísima capacidad contaminante, e inundaban toda la comarca, aunque el gobierno español poco hizo ante las quejas, sino derogar las normas municipales contrarias a estas teleras e imponer ridículas indemnizaciones por los daños causados en cultivos, pero nada sobre la salud de las personas, pese a que hubo varios fallecimientos, que la compañía inglesa achacaba a  “enfermedades previas”, sin relación alguna con las minas.

A partir del 2 de febrero se inició una huelga, ante la cual el Gobernador Civil mandó poner en alerta dos compañías del ejército, lo cual tensó aún más la situación y al día siguiente, pese a los intentos de mediación, se producen conatos violentos, ante la actitud intransigente del gerente británico de la Compañía  que  no aceptó ninguna de las condiciones y sugirió que trasladasen a Riotinto las compañías del ejército.

El 4 de febrero, tuvo lugar una manifestación de mineros y agricultores, con  mujeres y niños, que se estima en más de doce mil personas de toda la comarca, la cual fue duramente reprimida a tiros y bayonetas causando un número de muertos y heridos no conocido oficialmente, pues por temor a represalias muchos fueron enterrados en secreto y, porque tanto el gobierno español como la compañía minera, lo silenciaron en parte, creyéndose que fueron más de cien los muertos ese día, que se conoció en  Huelva como “El año de los tiros”.

Pese a todo, las teleras no fueron prohibidas en España hasta años después, en el 1907 cuando ese método de calcinación fue sustituido por la construcción de pequeñas fundiciones.

“Cuando con más alegría y confianza se hallaban los manifestantes apilados, en número superior a 12.000, en las estrechas calles adyacentes y plaza, mandaron retirar la caballería del sitio que ocupaba y acto seguido una descarga cerrada, inmensa, cuyos proyectiles barrieron aquella masa humana, puso en fuga desordenada a la multitud, que dejó en el suelo muchos cadáveres y heridos y se atropelló por las calles, lanzando gritos de pavor y de violenta ira. ¿Quién dio la orden de fuego? Hasta ahora no se sabe. ¿Fue el Gobernador? ¿Fue el Jefe Militar? La soldadesca inconsciente, la máquina estúpida que obedece y mata, el soldado que dirige la boca del fusil al pueblo de donde salió y a donde volverá gozaba con la vista de la pólvora y la sangre. Con el testimonio de centenares de personas que presenciaron el hecho, podemos afirmar que los manifestantes no profirieron ni un grito subversivo, no salió de ellos una provocación ni un acto que molestase a la tropa ni a las Autoridades.” (Crónica de prensa sobre el hecho)
  
Como en tantas ocasiones ha sucedido en nuestro país, aquí nunca es preciso buscar a los enemigos fuera, porque ya los tenemos - a miles- dentro...

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