Tal día como hoy 27 de agosto de 1859 Edwin Drake consiguió ver sus sueños cumplidos al encontrarse con que el pozo petrolífero que había construido en el bosque de Titusville (Pensilvania, Estados Unidos) y que le había causado tantos disgustos funcionaba. Era el primer pozo petrolífero de la historia.
A mediados del siglo XIX, en plena búsqueda de un combustible más asequible que el aceite de ballena, algunos eruditos se percataron de las posibilidades que ofrecía el llamado “aceite de roca” o petróleo, una sustancia que se vertía de forma natural en algunos lugares y que fue investigada por Samuel Kier.
El químico logró refinar el petróleo para crear queroseno, una sustancia que cumplía los requisitos soñados para ser ese combustible que tanto necesitaban y esto llamó la atención de George Bissell y Jonathan Eveleth, que fundaron la Pennsylvania Rock Oil Company en 1858. Ese mismo año contrataron a Edwin Drake para que se encargara de las excavaciones y les consiguiera el ansiado petróleo.
Tras un primer intento fallido, Drake decidió crear un pozo de varios metros de altura similar a los que ya se utilizaban para la extracción de sal y lo protegió con una torre de madera. El tiempo pasaba y los resultados no eran los deseados: el pozo se hundía constantemente y no se veía ni una sola gota de petróleo.
Bissell y Eveleth decidieron que ya habían perdido suficiente tiempo pero Drake insistió y siguió adelante con el proyecto tirando de sus ahorros, pidiendo créditos bancarios o con la ayuda de sus amigos y conocidos. Todo aquel sacrificio se vio recompensado el día 27, cuando de la excavación brotaba mucho más petróleo del que jamás hubiera imaginado.
Drake ganó muchísimo dinero y muy rápido - llenaba una media de 30 barriles al día - y este momento es considerado el inicio de la Fiebre del Petróleo. De hecho, en poco tiempo la verde estampa de Titusville se vio sustituida por decenas de torres de perforación que buscaban sacar su propio beneficio.
Drake no había patentado su sistema de perforación y extracción, por lo que todo el que quiso pudo copiárselo, y tampoco había comprado grandes superficies de tierra en la zona así que había decenas, o incluso cientos , de personas enriqueciéndose con su idea sin que él se llevara nada.
Edwin Drake murió en 1880 arruinado después de una serie de malas decisiones financieras.
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