lunes, 9 de agosto de 2021

La Batalla de la Morcuera

 

Tal día como hoy 9 de agosto del año 865 se libra la batalla de la Morcuera. en el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, muy cerca de la ciudad de Miranda de Ebro, entre las tropas cristianas de Ordoño I y los musulmanes de Mohamed I de Córdoba saldándose con la derrota para las tropas cristianas retrasando así el avance de la Reconquista.

En el año 865, Mohamed I atacó el Reino de Asturias durante el reinado de Ordoño I por el desfiladero de la Hoz de la Morcuera defendido por el conde castellano Rodrigo. El ejército cordobés sorprendió al ejército leonés en el valle de Miranda de Ebro llegando hasta Salinas de Añana.

Tras saquear la zona Rodrigo de Castilla intentó cortar la retirada musulmana en Pancorbo, pero los cordobeses de dieron cuentan de la estrategia y escaparon por la cuenca del río Oja.

Esta derrota de los cristianos supuso un freno en la repoblación de la Meseta Central, tarea que tendrá que proseguir su hijo Alfonso III, quién se enfrentará además con un sector de la nobleza asturiana cuyas ambiciones de poder no se habían apagado. Mohamed I aprovechó la debilidad de los cristianos por perder las fortalezas de Cerezo Río Tirón, Ibrillos y Grañón para enviar nuevas acometidas en el año 866 y 867.

El historiador musulmán Ibn Idari. cuenta la historia de la siguiente manera: “El 2 de febrero 865 se hizo una nueva campaña contra Álava. He aquí el relato de la derrota del Markawiz ¡Alá le confunda! Abd al-Rah­ man ibn Muhammad comenzó por avanzar hasta el Duero, donde organizó las tropas que vinieron a unírsele desde todas partes; de allí llevó su campo al desfiladero de Río Paradiso, se apoderó de los cuatro fuertes que la defendían, tomó cuanto contenían y los arrasó; después marchó de una parte a otra en todas direcciones, no dejó en pie ninguna localidad ni habitación alguna, lo destruyó y lo quemó todo.

Gracias a este método de arrasamiento intensivo sistemáticamente seguido, no permaneció intacto uno solo de los castillos pertenecientes a Rodrigo, príncipe de Castilla; a Ordoño, príncipe de Oca; a Gundisalbo, príncipe de Burcha y a Gómez, príncipe de Mesaneka  Abd al-Rahman se dirigió enseguida contra Al-Mallaha , que era uno de los más grandes distritos que dependían de Rodrigo; arrasó todos los alrededo­res e hizo desaparecer hasta las huellas de la capi­tal.

Después de obtener tales éxitos pensó en salir por el desfiladero de La Morcuera. Se había apartado para acampar, cuando Rodrigo, avanzando a la cabeza de sus tropas y de las levas que había reunido, instaló su campo cerca del foso vecino del Marka­ wiz, foso cuyos accesos, desde hacía años, se había cuidado de hacer más difíciles mediante trabajos ejecutados separado de la montaña y provisto de un talud elevado, era in­franqueable.

Abd al-Rahman instaló su campo sobre el Ebro y el general Abd al-Malik situó sus tropas en orden de batalla, mientras que los cristianos tomaban igualmente sus disposiciones y colocaban tropas en em­ boscada en los dos flancos del desfi­ladero. Los musulmanes atacaron a los cristianos de frente y comenzó un combate encarnizado; pero los nuestros se batieron de tal suerte que sus enemigos, descubriendo el foso, se retiraron sobre una colina vecina.

En­tonces Alb al-Rahman hizo instalar su tienda y dio órdenes a los soldados de hacer otro tanto y de establecer campamento. Después los nuestros volvie­ron a atacar vigorosamente a los cristianos. Alá les golpeó en el rostro y nos entregó sus espaldas de modo que se hizo de ellos una horrible matanza y que gran cantidad de prisioneros quedaron en nuestras manos. El resto huyó, sin detenerse, hacia la región de Haro y debió arrojarse al Ebro sin poder encontrar un paso vadeable, por lo que muchos se ahogaron.

La matanza duró desde la aurora del jueves 9 de agosto 865 hasta mediodía, y nuestras tropas, gracias a la ayuda divina, salieron sanas y salvas del combate. Después de comenzada la matanza, algunas bandas lograron refugiarse en lugares abruptos y en las espesuras; pero no escapa­ron tampoco a la persecución y la muerte. El foso fue destruido y llenado, de suerte que los musulmanes pudieron atravesarlo sin peligro.

Alá concedió a los musulmanes un insigne favor al permitir­les obtener esta brillante e importante victoria; ¡alabado sea el Señor de los mundos! Después de la batalla se reunieron veinte mil cuatrocien­tas setenta y dos cabezas."

 

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