domingo, 5 de junio de 2022

Biografia de Diego Velázquez

 

Tal día como hoy 5 de junio de 1599 nace el pintor español Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, exponente del barroco español y maestro de la pintura universal. Velázquez, quizá el mejor pintor español de la historia, nos dejó cuadros como Las meninas, El triunfo de Baco, La fábula de Aracne, Vieja friendo huevos, La fragua de Vulcano, La rendición de Breda, Inocencio X o Cristo crucificado.

Diego Velázquez fue hijo primogénito de un hidalgo no demasiado rico perteneciente a una familia oriunda de Portugal, aunque ya nacido en Sevilla, llamado Juan Rodríguez, y de Jerónima Velázquez, también mujer de abolengo pero escasa de patrimonio. En el día de su bautismo, Juan , convidó luego a los allegados y entretuvo a la chiquillería vitoreante con monedas de poco monto que arrojó por la ventana. No le había de defraudar este dispendio y estos festejos el vástago recién llegado, que se mostró dócil a los deseos paternos durante su infancia e ingresó en el taller de Francisco Pacheco sin rechistar.

El muchacho dio pruebas precocísimas de su maña como dibujante, y aprendía tan vertiginosamente el sutil arte de los colores que el bueno de Pacheco no osó torcer su genio y lo condujo con suavidad por donde la inspiración del joven lo llevaba. Entre maestro y discípulo se estrechó desde entonces una firme amistad basada en la admiración y en el razonable orgullo de Pacheco y en la gratitud del despierto muchacho. Estos lazos terminaron de anudarse cuando el viejo pintor se determinó a otorgar la mano de su hija Juana a su aventajado alumno de diecinueve años.

Pronto se le hizo pequeña Sevilla a Velázquez e intentó ganar una colocación en la corte, donde se había instalado recientemente Felipe IV, rey de pocas luces diplomáticas aunque muy aficionado a las artes. En su primer viaje a Madrid no tuvo suerte, para acceder a palacio y se volvió a su tierra natal sin haber cosechado el menor éxito.

En Sevilla, su estilo sigue al de los manieristas y los estudiosos del arte veneciano, como Juan de Roelas, pero adoptando los claroscuros de Caravaggio, si bien esta última influencia ha sido discutida. No obstante, Velázquez se decantará pronto por un realismo barroco, grave y lleno de contrastes, seguido igualmente por Francisco de Zurbarán o Alonso Cano.

El Museo del Prado guarda pinturas del período sevillano, como el espléndido lienzo La adoración de los Reyes Magos, fechado en 1619 y donde se ha querido ver, sobre todo en los rasgos infantiles del Niño Jesús, un homenaje a su familia y un hálito de la felicidad del flamante padre.

En su segunda intentona en Madrid, pertrechado de avales, recibió Velázquez las mercedes y favores del conde-duque de Olivares, quien le consiguió su gran oportunidad al recomendarle para que hiciera un retrato del nuevo monarca. Felipe IV quedó tan complacido por esta obra que inmediatamente lo nombró pintor de la corte, obligando a Velázquez a trasladar su residencia a la capital y a vivir en el Palacio Real.

Hacia 1629 pinta Velázquez su primer gran cuadro de tema mitológico, llamado Los borrachos porque el asunto dedicado a Baco se convierte en sus manos en una estampa de las francachelas populares de la época; al año siguiente llega a Madrid Rubens, con quien mantuvo una buena y leal amistad; Rubens le recomienda que no deje de visitar Italia, donde su arte podrá depurarse y ennoblecerse.

Probablemente entonces, pinta las maravillosas Vistas del jardín de la Villa Médicis en Roma. En estos deliciosos parajes vivió el español gracias a la recomendación de su embajador y allí, al aire libre, tomó sus apuntes geniales. Bien es cierto que, a su regreso a España, realizó obras de mayor envergadura y empaque, como La rendición de Breda, también conocida por Las lanzas, pero en esta pintura de compromiso, terminada en 1635 para el Salón de los Reinos en el recién inaugurado Palacio del Buen Retiro, también conmueve más lo anecdótico que la pomposa rememoración del pasado triunfo de un predecesor de Felipe IV.

Durante los años treinta y cuarenta del siglo fue Velázquez el pintor no sólo de su abúlico rey, sino de las "sabandijas de palacio", de los bufones como El Bobo de Coria, Diego de Acedo el Primo y el Niño de Vallecas, y después de su segundo viaje a Italia para comprar obras de arte en nombre de Su Majestad, su paleta produjo tres obras maestras insuperables y sumamente conocidas. La Venus del espejo, es célebre por ser uno de los pocos desnudos de autor español de la época que se han conservado.

De entre los retratos que realizó de la familia real, se ha convertido en el paradigma de la obra del pintor: Las Meninas. Este cuadro, tiene como marco espacial la habitación más importante del apartamento del palacio Real en el que vivía el pintor. En la obra aparece el mismo Velázquez frente al caballete con la cruz de la Orden de Santiago, aunque la distinción fue añadida después de su muerte por orden del rey, ya que Velázquez todavía no la había recibido cuando pintó el cuadro.

En el fondo de la habitación, un espejo refleja la imagen del rey y de la reina; en el centro aparece la infanta Margarita acompañada por dos doncellas reales, y a la derecha del cuadro, en primer plano, figuran la enana Mari-Bárbola y el enano Nicolás de Pertusato, que intenta despertar con el pie a un mastín tumbado en el suelo.

Por empeño personal de Felipe IV, Velázquez recibiría, un año antes de morir en Madrid el 6 de agosto de 1660, la preciada distinción de caballero de la Orden de Santiago, un honor no concedido nunca ni antes ni después a pintor alguno. Y cuando en 1990 se organizó una magna retrospectiva de su obra en el Museo del Prado, miles y miles de personas llegadas de todos los puntos cardinales afluyeron para reír el gesto idiota del bufón Calabacillas, admirar la pincelada que plasma el vestido de una infanta, interrogar la estampa ecuestre del conde duque de Olivares y respirar el aire del siglo XVII aquietado e inmortalizado en los cuadros de Velázquez.

 

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