Tal día como hoy 30 de agosto de 1945, el Gobierno mexicano reconoce al Gobierno de la República Española, que estaba en el exilio debido a la dictadura franquista.
El 14 de abril de 1931, el rey Alfonso XIII partía hacia el exilio y se proclamaba la II República en España. Con ello se inauguraba un nuevo capítulo en la historia del país europeo y también en la relación de este con América Latina.
La II República tuvo en México a uno de sus mayores aliados, desde su proclamación, durante la Guerra Civil, desencadenada como consecuencia del golpe de Estado del general Francisco Franco, e incluso después de la victoria del bando sublevado, que impuso un régimen militar, que duraría 40 años.
De hecho, el país fue uno de los principales receptores de exiliados republicanos, tras la contienda. Pero en la región no todos los países tuvieron el mismo grado de relación con la República española.
Para la historiadora Clara Lida, la relación de América Latina con la II República depende de tres factores: el país del que se trate, la ciudadanía de ese país y, en tercer lugar, las colectividades españolas en cada país. Lida, quien nació en Buenos Aires y es investigadora en El Colegio de México (Colmex), donde dirige la Cátedra México-España, da dos ejemplos opuestos.
"En el caso de México, la República es muy bienvenida, y muy bien recibida por el gobierno del momento, un gobierno posterior a la Revolución de 1910, y por la ciudadanía en general", explica.
"Son países republicanos los dos, y la idea de que haya una república en España es algo muy cercano al mundo latinoamericano para empezar, y al mexicano especialmente", prosigue.
Sin embargo, puntualiza, "la colectividad española en México, más bien acomodada, más tradicional y más cercana a la monarquía, no fue tan partidaria de la República".
En el caso del México del siglo XX, surgido de una revolución temprana con una Constitución que en 1917 era muy avanzada y muy progresista, esa Constitución influyó muy directamente en la Constitución española republicana de 1931.
Con la sublevación militar de julio de 1936 y la posterior Guerra Civil, México tuvo una actitud muy clara, con el gobierno republicano: defender a la República porque era un Estado constituido democráticamente. Al estallar el conflicto en 1936, las democracias occidentales optaron en la Sociedad de Naciones -precursora de la ONU- por el Pacto de No Intervención, lo que en la práctica significaba dar la espalda a la República, algo a lo que México se negó.
México se manifiestó en favor de la República en todos los foros internacionales en los cuales participaba, desde la Sociedad de Naciones a otros en América Latina, también fue un defensor acérrimo de los gobiernos legítimamente constituidos y se posicionó en contra de los golpes militares. Los exiliados llegaron a otros países, sobre todo a Francia, pero también a la Unión Soviética y a Reino Unido. Pero México dio una especial protección a los refugiados españoles.
De hecho, el embajador mexicano en Francia, Luis I. Rodríguez, fue el encargado de proteger a Manuel Azaña, quien había cruzado la frontera francesa a pie en 1939. El último presidente de la República española murió por sus problemas de salud el 3 de noviembre de 1940 en una habitación del Hotel du Midi de la ciudad de Montauban, en el suroeste de Francia.
Durante su funeral, su féretro fue cubierto por la bandera mexicana. "Lo cubrirá con orgullo la bandera de México. Para nosotros será un privilegio, para los republicanos, una esperanza y para ustedes, una dolorosa lección", le contestó el embajador de México, al prefecto de Montauban.
Desde Francia también partirían algunos barcos de vapor rumbo a México con miles de refugiados españoles a bordo. "México hizo un gran esfuerzo por apoyar a los republicanos desplazados y amenazados por el golpe militar". "Se generó una clara política de apertura al exilio español".
Pero en el caso de México, el país había salido de una revolución y eso significaba que se estaba reconstruyendo poco a poco en muchos niveles. Uno de los niveles era el académico y educativo, y en ese sentido el país se benefició con la llegada de intelectuales españoles. Las universidades mexicanas, como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, se nutrieron con esos intelectuales. "Hubo muchos intelectuales y artistas españoles exiliados que se pudieron insertar en el mundo laboral mexicano, académico, universitario... y dejaron una huella de lo que sabían, de lo que traían de bagaje intelectual y profesional".
Algunos de ellos fundaron prestigiosas instituciones como la Casa de México en España, que actualmente es el Colegio de México, y el Ateneo Español de México. Los exiliados también fundaron escuelas, algunas de las cuales siguen funcionando, como los reconocidos Colegio Madrid y el Instituto Luis Vives.
Con todo ello, y de alguna forma, la República siguió viva en México.
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