Tal día como hoy 9 de agosto de año 378, tiene lugar la Batalla de Adrianópolis - en la actual Turquía - cuando los godos se enfrentan al ejército romano de 60.000 efectivos liderado por el emperador Valente, que cae muerto en la contienda, junto a otros 40.000 romanos.
Tras esta batalla los bárbaros notarán la debilidad de Roma y seguirán haciendo frecuentes incursiones dentro del territorio romano, siendo el principio, en cierta medida, del declive del Imperio, que tras el saqueo de Roma en 410 por las tropas de Alarico, culminará con la caída definitiva en 476.
El 9 de agosto de 378 el emperador Valente, inició su marcha hacia el campamento de los godos, llegando cerca de las 14:00 horas, con sus tropas agotadas por recorrer unos 13 km bajo el ardiente sol veraniego y mediterráneo. A pesar de dicho factor ordenó a su ejército tomar posiciones para el combate, mientras la vanguardia - parte de la caballería - formaban una pantalla defensiva.
Los jinetes romanos se ubicaron en los flancos, mientras la infantería pesada y los auxiliares se desplegaron en el centro de la línea. Al contemplar esto, el godo Fritigerno optó por intentar ganar tiempo parlamentando mientras enviaba mensajeros a su caballería, que en ese entonces estaba lejos pastando; un sacerdote fue enviado ante el Emperador, pero fue devuelto a los germanos.
Los bárbaros, ya conscientes de que tendrían que luchar, dejaron a sus familias tras las líneas defensivas de carromatos y salieron al campo abierto para luchar. Entre tanto, Fritigerno intentó nuevamente dialogar con el Emperador, mientras que unidades de escaramuzadores romanos tanteaban las posiciones godas para impedir ataques sorpresivos o descubrir posibles emboscadas y sus puntos débiles.
Una de estas unidades, al mando de Casio y Bacurio empezó el combate con el enemigo en el ala derecha de la línea romana. Pronto toda la caballería romana de dicho flanco se vio involucrada y acabó rechazada. Para empeorar las cosas para el César, la caballería bárbara a cargo de Aleteo y Sáfrax llegó en esos momentos poniendo en fuga a sus contrincantes.
En esos precisos momentos los tervingios se decidieron por atacar a la infantería romana en el centro, aprovechando que ésta todavía no había terminado de desplegarse. Tras una lluvia de flechas y jabalinas, la moral de los romanos se derrumbó y aunque los legionarios del ala izquierda consiguieron abrir una brecha entre sus enemigos en su línea, pero, como la caballería no había logrado desplegarse, no pudieron aprovechar ese éxito.
Cuando la caballería goda atacó ese sector del ejército enemigo los jinetes romanos lograron hacerlos retroceder hasta la barricada de carromatos, pero al no contar con el apoyo de la caballería que había quedado de reserva producto del caos tuvieron que terminar huyendo.
Fue entonces cuando llegó el desastre, la caballería bárbara aprovechó para flanquear el centro de la línea romana y los legionarios y auxiliares que combatían a pie se vieron rodeados. Algunas unidades rompieron filas y huyeron, siendo cazados por los jinetes enemigos; otras, como los veteranos, permanecieron firmes alrededor del César, hasta que una flecha acabó con su vida, otra versión del fin de Valente dice que sucedió en una pequeña granja cercana donde se refugió, hasta que los godos le prendieron fuego con todos dentro.
El cuerpo del Emperador jamás fue encontrado.
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