Tal día como hoy 29 de agosto de 1825, se establece el Tratado de Río de Janeiro, tras concluir la llamada "Guerra de Independencia de Brasil", firmado entre Portugal y Brasil por el que la corona portuguesa reconoce la independencia del antiguo reino del Brasil, pero reserva a Juan VI de Portugal, padre de Pedro I, el título de Emperador de Brasil. Brasil paga, asimismo, una indemnización de un millón de libras esterlinas al reino de Portugal.
El detonante para la independencia de Brasil es, al igual que para la América española, la invasión de la Península Ibérica por parte de las tropas de Napoleón. Los franceses capitaneados por Jean Andoche Junot, entrarán en territorio portugués, en octubre de 1807, con el objetivo de aislar por mar a su eterna enemiga, Inglaterra.
Ante estos hechos, los británicos ofrecerán protección a la familia real portuguesa y a su extensa corte para abandonar el país en dirección a Brasil. Encabezada por el regente Juan y su esposa la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hija del rey Carlos IV de España, la expedición lusa transportará a más de 10.000 personas rumbo a Brasil. La corte se instalará, en un principio, en Salvador de Bahía donde llegará en enero de 1808, para establecerse después, definitivamente, en Río de Janeiro.
Desde 1808, y vistas las ventajas de gobernar desde este rincón del mundo, el príncipe regente elevará el principado de Brasil a categoría de reino, conformando así el Reino Unido de Portugal, Brasil y los Algarves.
Este ascenso a categoría de reino que impulsa Juan iguala en derechos a la colonia y a la metrópoli. Además, coincide con el fallecimiento de la reina María I en 1816, incapacitada mentalmente para gobernar desde hacía años, y su sucesión en la persona del rey Juan VI.
El rey Juan VI de Portugal, aprovechando la prosperidad económica y la relativa tranquilidad interna, planea la expansión de Brasil hasta anexionarse la Banda Oriental, creando la Provincia Cisplatina en 1817, pese a la combativa oposición de José Gervasio Artigas.
La mecha de la independencia había prendido también en Brasil. El levantamiento más importante será el de Pernambuco de 1817 que aúna al descontento, los problemas económicos y sociales de la población frente a la prosperidad de que goza la corte en Río, en un momento en el que la reactivación mundial de la economía hunde los precios brasileños. Los insurrectos persiguen la instauración de una república, pero el movimiento se acaba con la represión y la ejecución de los cabecillas.
Pacificada ya la Península Ibérica, crece el descontento por la permanencia del rey Juan VI en Río de Janeiro. Las protestas en Portugal se canalizan a través de las propuestas de un liberalismo constitucionalista al estilo español, llegando a pronunciarse un grupo de militares en Oporto en agosto de 1820, como lo había hecho unos meses antes en España el teniente coronel Rafael del Riego.
Portugal padece los descalabros de la apertura y la libertad del comercio decretada para la flota británica bajo la regencia de un general inglés. La culpa se achaca a la desatención de Juan VI en beneficio de sus intereses brasileños. Obligado por los acontecimientos y contra su voluntad, el rey regresará a Lisboa en 1821, donde aceptará la futura constitución que elaborarían las Cortes en Portugal.
Consciente del clima independentista que invade la excolonia, el rey Juan deja en Brasil a su hijo Pedro I y le recomienda que encabece los posibles movimientos emancipadores que surjan para asegurarse la permanencia de la dinastía Braganza al frente de Brasil.
Las Cortes de Lisboa con una escasa representación brasileña, pese a la igualdad jurídica de ambos territorios, son el escenario donde se debate la permanencia de Brasil como reino o su vuelta al estatus de colonia anterior a 1808. En tierras brasileñas se produce una división entre los que quieren mantener el sistema actual, con una autonomía que tanto había favorecido sus negocios, entre ellos la trata de esclavos; y los liberales radicales, partidarios de un régimen republicano.
En Portugal, la mayoría, partidaria de la supresión de la autonomía, exige la vuelta a Lisboa del príncipe Pedro. El príncipe Pedro se niega a viajar a Portugal el 9 de enero de 1822, y el 7 de septiembre declara la independencia. En diciembre, es coronado como Pedro I, emperador de Brasil.
Ante la lejanía física, Portugal se ve incapaz de atajar esta sublevación. El Brasil independiente adoptará la forma de imperio bajo un gobierno liberal. Inglaterra no tardará en reconocer a la nueva nación en1825, a cambio de sustanciosas mejoras en sus ya ventajosas relaciones comerciales. Portugal seguirá los pasos de Inglaterra, alentada por ésta y por la generosa indemnización que recibirán del nuevo imperio.
En 1831, Pedro volvió a Portugal para recuperar el trono que le había usurpado su hermano Miguel, a la muerte de Juan VI y entregarlo a su hija María. Y en el trono brasileño, a Pedro I le sucedió su hijo Pedro II.
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