Tal día como hoy 24 de agosto del año 79, la erupción del volcán Vesubio destruye y entierra la hermosa ciudad de Pompeya, próspera colonia romana habitada por mercaderes, artesanos y patricios. Unos 2.000 de sus aproximadamente 20.000 habitantes perecen en la tragedia, que también arrasa las ciudades cercanas de Herculano y Estabia.
La erupción volcánica más famosa y más mortífera de la historia, fue la del volcán Vesubio, en Pompeya, en el año 79 d.C. Aunque tradicionalmente se ha fechado en la noche del 24 de agosto, distintos estudios y hallazgos, han probado que debió acontecer en otoño o invierno del mismo año, en concreto el 24 de octubre.
La erupción alcanzó las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, que quedaron sepultadas por varias capas de ceniza volcánica y no serían excavadas hasta el siglo XVIII, así como otras zonas circundantes. Si bien el total de víctimas mortales sigue siendo desconocido, de las aproximadamente 20.000 personas que habitaban en estas ciudades, se han hallado en Pompeya y Herculano restos de 1.500, y aún en la actualidad siguen apareciendo nuevos cuerpos.
Aquel dia, una columna de humo comenzó a ascender desde el interior del volcán. La población de los alrededores pensó que se trataba de un escape más de humo, pues ya había pasado en años anteriores. Pero esta vez la erupción se manifestó de dos diferentes maneras.
En Herculano, una especie de fango, mezcla de cenizas, lava y lluvia, inundó las calzadas y callejuelas de la ciudad, cubrió los tejados, y penetró por ventanas y rendijas. La gente salió horrorizada de sus casas y muy pocos pudieron huir de aquella ciudad italiana.
En Pompeya, el fenómeno se inició como una finísima lluvia de cenizas que nadie sentía. Luego cayeron los lapilli, pequeñas piedras volcánicas que se parecen a las normales, piedras pómez de varios kilogramos de peso. La ciudad quedó envuelta en vapores de azufre que entraron en las casas y las villas, y se filtraron en las togas que la población se ponía en nariz y boca para protegerse.
Los pompeyanos comenzaron a pasar angustiosos minutos, replegados en los rincones que podían encontrar. Y cuando en el último momento algunos trataron de huir, muchos murieron lapidados por las piedras pómez. Aterrorizada, la población retrocedió y se encerró en sus casas. Pero era demasiado tarde. En algunos casos, los techos se derrumbaron, dejando sepultados a los inquilinos.
Dos días más tarde todo había acabado. Del Vesubio solamente salía una débil columna de humo, y el volcán se encontraba rodeado por un enorme pedrisco. En una distancia de 18 kilómetros, el paisaje quedó asolado: los jardines no eran más que un terregal, los campos estaban llenos de ramas ennegrecidas y las ciudades habían desaparecido. Las partículas de cenizas se extendieron por África, Siria, y Egipto.
Se calcula que murieron aproximadamente 5.000 personas durante la erupción del Vesubio. Las reconstrucciones de la erupción y sus efectos varían en los detalles, pero tienen las mismas características generales. La erupción duró al menos dos días. La mañana del primer día, el 24 de octubre, fue percibido como un día normal por el único testigo presencial que dejó un documento sobreviviente, Plinio el Joven, que en ese momento se encontraba en Miseno, al otro lado del golfo de Nápoles, a unos 30 kilómetros del volcán, lo que pudo haber evitado que advirtiera los primeros signos de la erupción.
Plinio el Joven escribió un relato de la erupción: "Amplias capas de fuego iluminaban muchas partes del Vesubio; su luz y su brillo eran más vívidos por la oscuridad de la noche... era de día en cualquier parte del mundo, pero allí la oscuridad era más oscura y espesa que cualquier otra noche".
De acuerdo con un estudio de las capas de ceniza, la erupción del Vesubio del año 79 se desarrolló en dos fases: una erupción que duró entre dieciocho y veinte horas, y produjo una caída de piedra pómez y ceniza hacia el sur del volcán que se acumuló hasta en una capa de 2,8 metros en Pompeya, seguida por un flujo piroclástico en una segunda fase que llegó tan lejos como Miseno, pero se concentró hacia el oeste y noroeste.
Dos flujos piroclásticos envolvieron Pompeya, quemando y asfixiando a los rezagados que se habían quedado en la ciudad. Oplontis y Herculano, fueron enterradas también por una fina capa de ceniza y piedras
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