Este domingo se cambia – por enésima vez - la hora. Debo decir que cada año que pasa, llevo un poco peor que el precedente eso del cambio.
Aunque pueda parecer trivial, los primeros días y semanas los paso como un zombi; despierto a las cinco de la mañana o me caigo de sueño a las diez de la noche, lo que se suele traducir en falta de atención, irritabilidad, trastornos del apetito y sensación interior de que – una vez más – alguien está jugando conmigo.
Lo cierto es que los expertos, no se ponen de acuerdo con lo del pretendido ahorro que la medida supone y no digamos la gente corriente, muchos de los cuales cada vez que sucede se ponen de mal humor tan solo de pensarlo.
Hace unos días me encontré con un amigo - ya hace tiempo jubilado - que como cada quien se pasa la mayor parte de su tiempo estudiando estadística-matemática, al objeto de poder conseguir acompasar sus ingresos con el fin de mes, porque como él dice, siempre le queda “mucho mes al final de su pensión”...
Tiene estudiado, desde lo que debe durar cada ducha para que la bombona de gas le aguante veinte días, hasta la bombilla más económica y sostiene, muy en serio, que esto del cambio horario es una sacaliña más que los gobiernos han montado, en combinación con las compañías del gas y electricidad, para que mantengamos en uso estas más tiempo.
Verás - me decía convencido – por las mañanas no sé que luz hay, porque después de cuarenta años saltando de la cama cada día a las seis, si me pongo el despertador es solo por el gusto de darle un zapatazo cuando suena. Sin embargo - continuó - a partir de ahora se hará de noche a las cinco de la tarde y ahí está el chanchullo y el chollo de algunos, ya que a esa hora he de encender luz y calefacción.
Porque - agregó en tono cómplice - ¿que se puede hacer con frío y oscuro sino meterte en casa a ver la televisión...?. El caso es que me ciscan el ahorro porque desde el domingo, subirá una barbaridad la factura de la luz ... Esto es un sacacuartos científico... ¡Lo que yo te diga...!concluyó.
Lo cierto es que Rusia se ha negado a cambiar el horario de invierno y continuará con el actual, porque - según su presidente - no se advierte ventaja alguna en hacerlo y en España, Baleares y Valencia piden no cambiarlo. Es más, el ruso ha argumentado, que gracias a mantener el horario, se rebajarán los índices de suicidios que la menor insolación provoca cada año en aquel país.
Por otra parte hoy, una de esas agencia de sondeos que nuestros mandamases utilizan para manejar la opinión pública, decía abiertamente que no están claras las ventajas con el cambio, aunque también sostenía – una de cal y otra de arena - que los problemas fisiológicos eran mínimos y duraban solo un par de días.
Por desgracia para muchos no es este el caso, porque hay quien tarda entre de dos a tres semanas en la adaptación. Aunque eso lo achaco a que, a quienes nos pasa, casi todos somos gente del siglo pasado y ya se sabe lo que sucede con las cosas viejas...
El caso es que, mientras muchos lo critican, otros no le ven ventajas y todos, por una u otra razón, se quejan, mientras los politicastros – de aquí y de fuera - año tras año, siguen tocándonos las narices - por no decir otra cosa - con la memez interesada del dichoso cambio horario.
En última instancia, el cambio horario, depende de la Unión Europea. ¿Que se puede esperar de una organización, que no ha sido capaz en tantos años, ni de cambiar una hora el reloj...?
Pero como solo nos queda el consuelo del “ajo y agua”, que tú, amigo lector, una vez más lo sufras bien...
J.M. Hidalgo
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