jueves, 4 de noviembre de 2021

La crisis de los rehenes en Irán

 

Tal día como hoy 4 de noviembre de 1979, una protesta universitaria formada por seguidores del ayatolá Jomeini, recientemente nombrado líder tras la Revolución iraní, asaltó la embajada de los Estados Unidos en Teherán y tomó como rehenes a 66 miembros del personal de la embajada. Otros 6 diplomáticos consiguieron escapar y se refugiaron en la embajada canadiense a la espera de ser rescatados.

Teherán era una olla de presión contra el sha y su protector, Estados Unidos. Aquel domingo de 1979, los trabajadores de la Embajada acuden a sus puestos de trabajo como cualquier otro día. Diplomáticos y empleados administrativos se sienten seguros, en la entrada han visto a los marciales marines que como es habitual custodian el recinto y, sabedores de la inmunidad que les otorga su cargo, hacen oídos sordos a la inestabilidad política que reina en el país.

Meses antes, el 13 de enero, un imán, Ruhollah Jomeini, había constituido en París un Consejo de la Revolución Islámica. Tres días después el Sha Reza Phaleví se había visto obligado a abandonar el país junto a su familia. El 1 de febrero, Jomeini aterrizaba en Teherán donde era recibido en loor de multitudes. El ayatolá Jomeini había derrocado en cuestión de días a una de las monarquías más antiguas y consolidadas del mundo.

Nada hacía prever los acontecimientos que se iban a desarrollar a continuación, unas acciones que cambiarían para siempre el devenir del futuro político entre ambas potencias.

El 4 de noviembre una turba asalta el enorme edificio que alberga a la Embajada. La exaltada multitud, integrada por alrededor de 400 estudiantes y militantes del islamismo más radical se instala en su recinto. Las barras y estrellas dejan de ondear en lo alto del edificio, y se blanden pancartas que rezan: ‘Jomeini lucha, Carter tiembla’ y al grito de: ‘¡Muerte a Estados Unidos!’ toman como rehenes a 60 de los trabajadores de la sede, entre los que se encuentran diplomáticos y personal administrativo. Poco después, ocho de ellos son liberados por razones humanitarias y los 52 restantes permanecen en cautividad.

Los secuestradores exigen la extradición del Sha, al que desean juzgar por ‘crímenes contra el pueblo iraní’, así como la remisión de su fortuna a Irán. La ocupación de la Embajada, aparentemente improvisada, se aprovecha hábilmente para derrocar al gobierno de Barzargan, al que se culpa de confraternizar con el maléfico gobierno estadounidense bajo la presidencia de Carter.

El suceso adquiere una relevancia internacional. Estados Unidos, incapaz de lidiar con Jomeini, máximo exponente del extremismo islámico, rompe las relaciones diplomáticas con Irán el 7 de abril de 1980. Carter considera a los rehenes ‘víctimas del terrorismo y la anarquía’ y se niega a ceder al chantaje.

El 25 de abril una operación de las fuerzas especiales norteamericanas intenta liberar a los rehenes infructuosamente. Irán reacciona expeditivamente dispersándolos por varias ciudades del país.

La pesadilla de los rehenes no hallará su fin hasta el 21 de enero de 1981. Un acuerdo entre Washington y Teherán gracias a la mediación de Argelia lo hará posible, después de que Reagan sustituya a Carter. Su partida se hallará jalonada por los gritos de: ‘¡Abajo Reagan!, ¡Abajo América!’ Por concesión del nuevo presidente Reagan, que ordenaría un ‘comité de continuidad’, Carter recibiría en Alemania a los rehenes. Recogidos en Argel por aviones de la Cruz Roja, permanecerán en Wiesbaden hospitalizados durante dos semanas.

Habían pasado exactamente 444 días desde aquel infausto día en que el asalto a la Embajada de Teherán iniciaba la que, con el tiempo, ha pasado a denominarse la ‘crisis de los rehenes’ en Irán.


 

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