Tal día como hoy 28 de enero de 1930, dimite Miguel Primo de Rivera como presidente del Gobierno español, con lo que terminan siete años de "despotismo templado".
La dictadura de Primo de Rivera, se inició con el golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923, hasta su dimisión el 28 de enero de 1930 y su sustitución por la "Dictablanda" del general Berenguer.
El 13 de septiembre, Primo de Rivera se sublevó con un golpe de Estado apoyado por la mayoría de unidades militares y aunque el gobierno pidió al rey su destitución y la convocatoria de Cortes Generales, el monarca se mostró a favor del golpe.
Los sublevados, proclamaban la “salvación de España de los profesionales de la política" y Alfonso XIII nombró Presidente a Primo de Rivera como dictador, el 15 de septiembre, solo contestado por los sindicatos obreros y los republicanos, aunque fueron acallados por la represión.
El Directorio Militar tenía por finalidad "poner España en orden" para devolverla luego a manos civiles y para ello suspendió la Constitución, disolvió los ayuntamientos, prohibió los partidos políticos y declaró el estado de guerra.
Las primeras decisiones del dictador fueron prohibir las lenguas que no fueran el castellano, los símbolos y banderas vascas o catalanas, restringir libertades políticas, suspender las garantías constitucionales y censurar la prensa.
Dos años después, el 3 de diciembre de 1925 se restableció lo que se conoce como “directorio civil”, aunque no obstante, la Constitución permaneció suspendida.
La coyuntura internacional permitió al principio fortalecer el crecimiento industrial, mediante una intervención del Estado en la economía por medio del Consejo de Economía Nacional, lo que motivó una enorme burocratización, dándose casos de favoritismo como la entrega del monopolio del tabaco a Juan March.
La conflictividad laboral se intentó atajar con medidas populistas y paternalistas, como viviendas de protección oficial, defensa de las familias numerosas o del trabajo femenino y la maternidad.
Pero los logros económicos no consiguieron evitar la pérdida de popularidad del régimen, ya que las condiciones laborales continuaron siendo pésimas y la represión sobre los obreros fue distanciando a la UGT y el PSOE que, liderados por Indalecio Prieto, abandonaron el proyecto del dictador.
Este descontento llegó a sectores del ejército, produciéndose sublevaciones como la de Jaca, y al verse afectada la economía con la crisis mundial de 1929 – único aspecto positivo del régimen - en enero de 1930, Primo de Rivera presentó la dimisión al Rey que la aceptó de inmediato.
El gobierno de Dámaso Berenguer, denominado la "dictablanda", y el siguiente, no harán más que profundizar la decadencia, y tras las elecciones municipales de 1931, con el triunfo de los partidos republicanos en zonas urbanas, el 14 de abril se proclamó la Segunda República, dando así fin a la restauración borbónica en España.
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