Los gladiadores luchaban, entre si o con una bestia, en los juegos públicos de Roma y su nombre deriva de la palabra “Gladius”, la espada que utilizaban.
El juego se extendía desde que atravesaban la ciudad hacia el anfiteatro, hasta que se declaraba victorioso uno de los gladiadores siendo premiado con palmas, coronas con cintas y - en tiempos del Imperio - con dinero.
El origen se encuentra en las costumbres funerarias de los etruscos, en el siglo VI a.C., en donde se solían inmolar los prisioneros ante la tumba del héroe muerto en la guerra.
No obstante al no haber siempre prisioneros, hubo hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir, siendo estos los primeros gladiadores hasta convertirse en un espectáculo público que inspiraba pasión.
Los gladiadores educados en escuelas, se alquilaban o vendían por los “lanistas”, que eran al mismo tiempo maestros y empresarios.
Una vez en la arena, primero efectuaban un simulacro con armas de madera y al llegar al momento final del triunfo, preguntaban al público si debían matar al vencido o no, el cual había pedido clemencia levantado la mano y afrontando su muerte con dignidad.
Durante el Bajo Imperio, tan solo el emperador tenía el derecho de perdonar o condenar a muerte.
Según crónicas cristianas el 1 de enero del 404, el monje Almaquio entró en la arena donde luchaban y exclamó "Hoy es el octavo día del nacimiento de Nuestro Señor, poned fin a la veneración de dioses e ídolos y de hacer sacrificios impuros".
Almaquio fue asesinado allí mismo a pedradas por los gladiadores y una multitud iracunda, siendo declarado mártir y santo por la iglesia.
A raíz de su muerte el emperador Honorio puso fin a los duelos de gladiadores.
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