Tal día como hoy 21 de octubre de 1094, Rodrigo Díaz de Vivar el “Cid Campeador” vence a los almorávides en la batalla de Cuarte.
Tras haber conquistado el Cid Valencia el 17 de junio de 1094, el Imperio almorávide reunió un gran ejército al mando de Muhammad ibn Tasufin, con objeto de recuperarla y tras el reclutamiento en Ceuta, el ejército almorávide cruzó el Estrecho y desembarcó en Algeciras.
Desde allí emprendió una marcha a través de Málaga, Granada y Murcia y entre el 7 y el 9 de septiembre finalmente las tropas acamparon en la llanura situada entre Cuart de Poblet y Mislata, e iniciaron el asedio antes del comienzo del mes de Ramadán y terminado el periodo de ayuno el 14 de octubre, el ejército islámico empezó a incrementar las hostilidades.
Sin embargo, los efectos de la propaganda del Cid de que era inminente la llegada del ejército de Alfonso VI ya habían causado la deserción de varios cuerpos almorávides, con lo que la zona sur de Valencia quedó sin cercar y la desmoralización y las bajas del ejército sitiador dio al Cid la oportunidad de preparar una salida para vencer en batalla campal y romper el asedio.
El Cid, tras una semana de acoso, decidió atacar el 21 de octubre y salió de madrugada con el grueso de su ejército por las puertas sur de la ciudad dando un amplio rodeo para alejarse lo más posible y no ser descubierto, hasta situarse tras la retaguardia almorávide, de modo que, cuando lanzara el ataque desde aquel punto, a los almorávides les pareciera que efectivamente llegaban los refuerzos de Alfonso VI desde Castilla.
El ejército cristiano tomó por sorpresa el campamento almorávide, posiblemente con el general Muhammad en él y creyendo que era Alfonso VI quien había llegado, los almorávides, ya de por sí con baja moral, fueron vencidos huyendo en desbandada en todas las direcciones. Al mediodía el Cid había conseguido una rápida victoria sin bajas y expulsado de su campamento al sitiador.
De este modo, gracias a un hábil y astuto planteamiento, el Cid logró una victoria decisiva contra los almoravides, aunque no hubo persecución para aprovechar la victoria debido a que la huida se produjo en desorden y hostigar a los fugitivos hubiera desorganizado la mesnada.
Las consecuencias inmediatas de la victoria fueron la obtención de un extraordinario botín en riquezas, caballos y armas y la recuperación de la hegemonía en esta zona, en la que ya había conquistado las importantes plazas fuertes de Almenara y, sobre todo, la actual Sagunto.
La victoria permitió a Rodrigo, reforzar la posesión del principado de Valencia como plaza cristiana hasta su muerte a mediados de 1099 e impidió la expansión musulmana hasta 1102 en el Levante.
A la muerte del Campeador, su esposa Jimena consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III de Barcelona hasta mayo de 1102, en el que el rey Alfonso VI ordenó su evacuación y Valencia volvió a pasar de nuevo, a manos de los almorávides.
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