Tal día como hoy 26 de febrero de
1936, el dictador alemán Adolf Hitler inaugura la fábrica de
Volkswagen dentro de su plan de fomento de la industria del
automóvil. La meta era relanzar las fábricas alemanas y hacerlas
más competitivas frente a las compañías inglesas y las francesas.
El nombre Volks Wagen se debe a que en
los años 1930 surgió en Alemania el proyecto de construir un
automóvil que fuese accesible para un gran número de personas.
Cuando Adolf Hitler se alza con el
poder en 1933, decide poner en marcha un plan de fomento de la
industria del automóvil, con el objetivo de relanzar sus fábricas y
hacerlas más competitivas frente a las inglesas y las francesas.
Entre la fascinante historia de los
coches de preguerra destaca con diferencia la de Volkswagen y sus
raíces a la sombra del Führer. "Debe parecerse a un
escarabajo. Solo se necesita observar a la naturaleza para saber qué
línea debe tener su carrocería". Con estas palabras de Hitler
al constructor Ferdinand Porsche, empieza la historia del Volkswagen
en Alemania.
Existe una leyenda al respecto: durante
una campaña electoral, el automóvil de Adolf Hitler adelanta un día
frío y lluvioso a un motorista que tirita, empapado sobre su
vehículo. En ese momento tiene una idea: todos deben poder transitar
por las carreteras alemanas seguros, calientes y secos. El automóvil
debe estar al alcance de cualquiera. Y así sería, un coche para el
pueblo.
Apenas llegado al poder en 1934, Hitler
se entrevista con un ingeniero llamado Ferdinand Porsche, que le
muestra el modelo de un coche económico y popular: motor de aire
refrigerado, tracción trasera, 26 CV, velocidad máxima de 100 km/h,
consumo de 8 litros y precio de 1.000 marcos, alrededor de 500 euros
de hoy en día. Según la leyenda, Hitler dijo: "Este es mi
coche".
En los años 20, mientras que en
Estados Unidos las fábricas de Ford producían millones de
vehículos, la industria alemana automotriz era una de tantas.
Existían pocos coches pequeños y baratos que además, por regla
general, no eran muy buenos; no permitían varios pasajeros, apenas
tenían potencia y su aspecto no era demasiado atractivo.
Además se trataba de un artículo de
lujo, tanto por la compra como por el mantenimiento. Como era
habitual, se podía trazar una frontera social entre los que tenían
coche y los que no.
Hitler veía en la producción masiva
de automóviles la posibilidad de impulsar la industria, de conseguir
puestos de trabajo y de dar al obrero la impresión de que
atravesaban una frontera invisible: los coches que iban a producir
estaban destinados a ellos. Así, Hitler encontraría en Ferdinand
Porsche el hombre que haría realidad el Volkswagen.
Porsche presentó los primeros planos
en 1934 y calculó un precio de 1.500 marcos (
3.579 euros), pero al líder alemán no le gustó y replicó que
debía costar "no más de lo que cueste una motocicleta de tipo
medio", lo que rebajó el coste a 900 marcos, unos 2.100 euros.
También se dice que Porsche usó los
diseños del Tatra T97 bajo la presión de diseñar rápido y barato.
El Tratra T97 era un cuatro puertas producido en un corto periodo de
preguerra entre 1936 y 1939 por el fabricante, por entonces
checoslovaco Tatra, que tras la guerra habría recibido una
compensación por el plagio.
Durante la primera conversación en el
Ministerio de Tráfico estuvo presente un oficial del Ejército.
Deseaba que al retirarle la carrocería el nuevo vehículo pudiera
transportar a tres hombres y una ametralladora con la munición
correspondiente. Así quedó al descubierto el aspecto militar de la
motorización masiva de Alemania.
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