Tal día como hoy 18 de febrero de
1564, murió Michelangelo –Miguel Ángel– Buonarroti, uno de los
artistas más brillantes de la historia de la humanidad, símbolo del
Renacimiento italiano.
Su influencia es solo comparable a la
de otros genios como Leonardo Da Vinci con el que, por cierto,
mantuvo una intensa rivalidad en vida en pos de obtener la simpatía
del papa a la hora de llevar a cabo grandes empresas en Roma y
Florencia.
Una muestra del poder político y
cultural de la Florencia de aquella época fue la maravillosa
escultura de Michelangelo “El David”. La sobrecogedora escultura
de mármol mide más de cinco metros de altura representa al rey
bíblico David momentos antes de enfrentarse a Goliath.
Hoy es un icono cultural de occidente y
el más puro reflejo de los valores humanistas del Renacimiento.
Pero la más célebre y maravillosa de
sus obras sería la colección de pinturas al fresco que decora la
bóveda de la Capilla Sixtina, en Ciudad del Vaticano, en Roma.
Buonarroti aceptó trabajar de cero y en solitario. El tema elegido
fue una interpretación neoplatónica de nueve escenas del Génesis.
Comenzó la que sería la obra de su
vida el 10 de mayo de 1508, cuando empezó a pintar por encargo del
papa Julio II la impresionante bóveda, que acabó cuatro años y
cinco meses después. El deslumbrante resultado final fue alabado por
los ojos más exquisitos.
El genio de la literatura Goethe
escribió lo siguiente: “Al contemplarla, se comprende de lo que es
capaz el hombre".
El detallado conocimiento del cuerpo
humano de Michelangelo, que plasmaba en sus maravillosas esculturas y
pinturas, fue adquirido durante su etapa de anatomista. Esto lleva a
pensar que Miguel Ángel tenía mente de científico y que, pese a
ser cristiano, ponía de relevancia la importancia del ser humano, su
belleza y su poder, una mentalidad muy propia del Renacimiento.
Como curiosidad, ya entrado el siglo
XXI se descubrió que Michelangelo ‘escondió’ un cerebro en la
Capilla Sixtina. En la edición de mayo de 2010 de Neurocirugía se
publicaba una investigación en la que se mostraban pruebas de cómo
Miguel Ángel Buonarroti ocultó una imagen del tronco encefálico en
su pintura de la Separación de la luz de la oscuridad de la célebre
bóveda del Vaticano.
En 1990, el doctor Frank Lynn
Meshberger publicó un articulo en el Diario de la Asociación
Médica Norteamericana explicando que las figuras y sombras situadas
detrás de la de Dios, son una imagen anatómicamente precisa del
cerebro humano, incluyendo el lóbulo frontal, el quiasma óptico, el
tronco del encéfalo, la hipófisis y el cerebelo.
Dios esta superpuesto sobre el sistema
límbico, el centro emocional del cerebro. Su brazo derecho se
extiende desde la corteza pre-frontal, la región más creativa y más
exclusivamente humana del cerebro. Bajo el brazo extendido del
creador, aparece curiosamente un ángel entristecido, en un área del
cerebro que aparece activada en una tomografía cuando alguien
experimenta un pensamiento triste.
La gran frustración de su vida fue la
Tumba de Julio II, el papa que había sido su mecenas. Sin motivos
claros, el papa interrumpió el proyecto, entre otras cosas, para que
Michelangelo se dedicase a la bóveda de la Capilla Sixtina.
El resultado final fue de mucho menor
tamaño que el proyecto inicial. Miguel Ángel quería que fuera
esta, y no otra, la obra de su vida.
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