Tal día como hoy 10 de febrero de 1956
se decretaba el estado de excepción en España y la Universidad
Central -institución precedente a la actual Complutense- cerraba sus
puertas.
Se trataba de las primeras protestas
universitarias visibles contra el régimen de Franco, que tuvieron su
origen en el intento de la celebración de un Congreso Nacional de
estudiantes que estuviera organizado al margen del Sindicato Español
Universitario (SEU), una organización de carácter falangista y la
única asociación estudiantil legal en aquella época.
Algunas de las cabezas visibles de
estos sucesos de 1956 fueron Javier Pradera, Enrique Múgica y Ramón
Tamames, que el 1 de febrero repartieron un manifiesto que denunciaba
la precaria situación de profesores y alumnos universitarios y el
“monopolio del pensamiento, de la expresión, de la vida
corporativa y de la vida universitaria”.
El manifiesto también llegó a la
prensa, y al día siguiente muchos medios internacionales se hicieron
eco del mismo.
Pocos días después, el SEU suspendía
las elecciones a delegados en la Facultad de Derecho de la
Universidad Central, las revueltas comenzaron y los acontecimientos
se precipitaron.
El 8 de febrero la Guardia de Franco
asaltaba la Facultad y al día siguiente se produjeron
enfrentamientos entre el colectivo de estudiantes y un grupo de
falangistas en la madrileña calle de San Bernardo.
Durante la pelea un miembro de 17 años
de las Falanges Juveniles cayó gravemente herido por arma de fuego.
A pesar de que los estudiantes no llevaban armas, la Dirección
General de Seguridad les acusó del disparo y el 9 de febrero se
suspendieron las clases.
Como explica Andrea
Fernández-Montesinos en su tesis de máster titulada “Hijos de
vencedores y vencidos: los sucesos de febrero de 1956 en la
Universidad Central”, el 10 de febrero se suspendieron los
artículos 14 y 18 del Fuero
de los Españoles, por un periodo de tres meses.
Pedro Laín Entralgo dimitió como
rector y el 12 de febrero era destituido el decano de Derecho, Torres
López. El 16 de febrero Franco destituyó a Joaquín Ruiz-Giménez
como ministro de Educación y a Raimundo Fernández Cuesta de la
Secretaría General del Movimiento.
Con ello, la Universidad fue
definitivamente perdida por el franquismo, el SEU quedó
desarticulado y la contestación universitaria fue una constante en
los años sesenta y setenta, hasta la muerte del dictador y el
restablecimiento de la democracia.
Las calles de Madrid vivirían la
permanente revuelta estudiantil, sobre todo en las inmediaciones de
la Ciudad Universitaria.
Muy Historia
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