sábado, 8 de marzo de 2025

La muerte de Federico Gravina, el héroe olvidado de la batalla de Trafalgar

Tal día como hoy, 8 de marzo de 1806, fallecía el marino español Federico Gravina, a consecuencia de las heridas recibidas en combate.

Los Gravina pertenecían a la nobleza siciliana, por ser descendientes de los normandos que conquistaron la isla.​ Así, los antepasados de Federico habían probado su origen normando en distintas ocasiones.​ Federico nació en Palermo, hijo de Juan Gravina y Moncada, príncipe de Montevago, duque de San Miguel, grande de España, y de Leonor Nápoli y Monteaperto, hija del príncipe de Resuttano, igualmente grande de España.

Procedente de una familia de la nobleza siciliana, vinculada tradicionalmente a la monarquía española, Federico Gravina ingresó en la Armada en 1775. Como miembro de la Marina española, participó en diversas acciones como la expedición a América contra los portugueses en 1776, el sitio de Gibraltar de 1779, la reconquista de Menorca, el nuevo intento por recuperar Gibraltar en 1782, varias expediciones contra Argel y, ya como capitán de navío, la evacuación española de Orán y un viaje a Constantinopla y otro a Cartagena de Indias y Cuba.

Con el estallido de la Revolución francesa, España fue arrastrada a una guerra contra Francia en la que Federico de Gravina, tuvo un papel destacado dirigiendo cuatro embarcaciones en el asedio de Tolón, combate en el que fue herido, y en la costa catalana. Unas acciones, por las que se le concedió el mando de la Escuadra.

Tras aliarse España con la Francia revolucionaria, Federico de Gravina colaboró con los franceses, en la guerra contra Gran Bretaña. Lo hizo defendiendo los puertos de Cádiz, Ferrol y Brest. Además, acompañó al almirante Pierre Charles de Villeneuve, en las batallas de Finisterre y Trafalgar.

Con los buques anclados en el puerto de  Cádiz, Federico Gravina y otros altos mandos españoles, como Cosme de Churruca o el general Cisneros -al mando del enorme buque Santísima Trinidad-, mantuvieron fuertes discusiones con los mandos franceses. Estos optaban por salir de Cádiz, mientras que los españoles recomendaban esperar, por ser el viento desfavorable y aproximarse un temporal en la zona.

Finalmente la flota zarpó de Cádiz el 20 de octubre de 1805, teniendo lugar al día siguiente la batalla de Trafalgar, siendo derrotados frente a la escuadra inglesa.

Federico Gravina, resultó gravemente herido, perdió un brazo, y esa herida terminaría causando su muerte meses más tarde. A pesar de ello, logró llegar con su navío Príncipe de Asturias a Cádiz.

Gravina alcanzó la más alta dignidad militar cuando se le promovió a capitán general de la Armada. Pero sus heridas se agravaron y finalmente murió el 9 de mayo de 1806, con 49 años de edad. Sus restos se encuentran en el Panteón de Marinos Ilustres, de San Fernando (Cádiz).

Gravina fue un ejemplo de marino audaz y personaje ilustrado, fiel a sus convicciones y leal a sus superiores, que ha permanecido oculto, en el olvido de la historia. 

El devenir de los acontecimientos impidió a Gravina, llevar a cabo sus planteamientos tácticos durante la batalla de Trafalgar, tan opuestas a las decisiones desesperadas acometidas por el almirante francés Villeneuve, preso de sus dudas y temores.

Como acabó dictaminando Napoleón a Denis Decrès, Ministro de Marina de Napoleón: “Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate (…) hubiese sido una victoria completa”.

No es posible determinar, cuál hubiese sido el destino de la batalla de Trafalgar, si Gravina hubiera comandado el combinado franco-español. Lo que sí sabemos, es que el resultado de esta contienda, condenó a Gravina al olvido.

viernes, 7 de marzo de 2025

La Reina Urraca I de León "La Temeraria" la primera mujer de Europa, que reinó de pleno derecho

Tal día como hoy, 8 de marzo de 1126, en la localidad de Saldaña, falleció a causa de un nuevo parto, la Reina Urraca I de León.

En 1081 el reino de León vio nacer a su heredera: Urraca, la tercera hija de Alfonso VI. Sus dos hermanas mayores, Elvira y Teresa, tenían por madre a una amante del rey.

Urraca por el contrario, era hija de Constanza de Borgoña, esposa legítima y procedente además de una casa poderosa, por lo que parecía predestinada a heredar la corona. Sin embargo, su padre nunca cesó en su empeño por tener un heredero varón, llegando incluso a desposar a una princesa musulmana.

La vida de la reina Urraca “la Temeraria”, como fue apodada, fue una lucha constante ya no solo para conservar el poder, sino la propia integridad de sus feudos: los partidarios de sus diversos parientes, intentaron arrebatárselos, bien para gobernarlos de forma independiente, o para expandir sus propios territorios.

En un primer momento, dada la ausencia de un heredero varón, Urraca fue nombrada heredera y se le dio una educación, acorde a su futuro papel. Sin embargo, la situación cambió drásticamente en 1093, con el nacimiento de su medio hermano Sancho, fruto de la unión de Alfonso VI con Zaida, la princesa de al-Ándalus, que fue bautizada como Isabel: su conversión al cristianismo, allanó el camino para que el rey pudiera tomarla como esposa, tras la muerte de la reina Constanza, la madre de Urraca; con ello, Sancho pasaba a ser el primero, en la línea de sucesión de la corona leonesa y, a partir de ese momento, el rey Alfonso apartó a su hija, en favor del recién nacido.

Urraca, aún menor de edad, fue entregada como esposa a Raimundo de Borgoña, un noble con quien Alfonso VI estaba en deuda, por su ayuda contra los ejércitos almorávides, que después de derrotar y fragmentar, el otrora poderoso Califato de Córdoba, se enfrentaban a los reyes cristianos, por el control de las tierras centrales de la península. De heredera del reino leonés, Urraca pasó a ser simple condesa consorte de Galicia, aunque permanecía en la línea sucesoria, de la corona de León y la de Castilla, ambas en manos de su padre.

La muerte de su marido en 1107 y de su medio hermano Sancho, podrían haberle abierto de nuevo las puertas a la sucesión, especialmente porque ya había dado a luz a un heredero, un niño que en el futuro se convertiría en el rey Alfonso VII. 

Apoyada por la nobleza y el clero más cercanos a ella, intentó reclamar sus derechos como reina, pese a lo cual su padre le impuso un nuevo enlace, esta vez con el rey aragonés Alfonso I "El batallador", un año antes de fallecer, dejándola finalmente como heredera.

Este segundo matrimonio, que habría debido servir para fortalecer a los reinos cristianos frente a los almorávides, fue un absoluto fracaso. Los cónyuges tenían una relación pésima –el rey aragonés era de carácter violento y Urraca lo acusaba de maltratarla– y la reina temía por la seguridad de su hijo, pues sospechaba que su marido, quería eliminarlo para arrebatarle León, Castilla y Galicia.

Los cinco años que duró esta relación, estuvieron marcados por la constante lucha que en ocasiones degeneró en guerra civil y que involucró no solo a León y Aragón, sino también al Condado Portucalense: 

Este territorio, que ejercía de cojín entre León y los territorios almorávides, estaba gobernado por Teresa –hermana mayor de Urraca– y su esposo Enrique de Borgoña –primo de Raimundo, su primer marido– y constituía en principio un dominio, subordinado a la corona leonesa, pero con ansias cada vez mayores de independencia.

La tormentosa relación que unía a la reina Urraca y el rey de Aragón, se rompería definitivamente en 1114: oficialmente era él quien la repudiaba, pero en la práctica su esposa llevaba tiempo pidiendo la disolución del enlace. 

Por aquel entonces, la “reina temeraria” tenía dos frentes abiertos: uno era el Condado Portucalense, cuyas aspiraciones de constituirse como reino propio, tomaban cada vez más fuerza, alentadas por su hermana; el otro era Galicia, donde una parte de la nobleza y el clero, aspiraban a proclamar al hijo de la reina, el futuro Alfonso VII, como rey independiente.

A pesar de la ruptura con su marido, en el plano militar siguieron colaborando ocasionalmente, para frenar a los almorávides, así como las intenciones de Teresa de expandir los dominios portucalenses. 

En una jugada maestra, Urraca consiguió desviar el interés de los nobles gallegos díscolos, hacia las tierras de su hermana, matando dos pájaros de un tiro; aun así, los enfrentamientos siguieron durante el resto de la vida de la reina y se prolongaron hasta 1139, cuando el condado finalmente, se constituiría como Reino de Portugal, bajo el mando del hijo de Teresa, Alfonso I.

La experiencia de su segundo matrimonio, convenció a Urraca de no volver a compartir el poder con un consorte. Tras la separación con Alfonso de Aragón, nunca volvió a casarse, aunque sí tuvo como mínimo dos amantes, entre la aristocracia. El primero fue el conde Gómez González, un oficial que había servido en el ejército de su padre y que murió precisamente, luchando por ella contra su aún marido, el rey aragonés, en 1111.

Su segunda relación, con el conde Pedro González de Lara, le dio dos hijos –ilegítimos, por nacer fuera del matrimonio– pero tampoco fue fácil: envidiosos de la cercanía que tenía con la reina, a la cual decían que incluso había propuesto matrimonio, un grupo de nobles, encabezó una fallida rebelión para derrocarla, a ella y a su amante.

A pesar de estas numerosas conspiraciones, Urraca logró gobernar en solitario hasta el final de su vida, apoyada por la nobleza y el clero. Pero su dominio era frágil y en la práctica eran los señores locales y los obispos, quienes ejercían el poder en un territorio fragmentado, donde cada ciudad miraba para sí misma; en particular las tierras de Castilla, arrebatadas a los musulmanes por su padre Alfonso VI, carecían aún de una estructura, que pudiera equipararse a un reino funcional, por lo que todo dependía, de la lealtad personal a la reina.

Para algunos, la soberana dio muestras de una gran entereza e inteligencia, al lograr contener, contra todo pronóstico, las tendencias centrífugas que amenazaban con desintegrar sus dominios. Otros en cambio nunca la aceptaron, como resume una frase del Cronicón Compostelano: “reinó Urraca tiránica y mujerilmente"

La vida de la reina llegó a su fin en 1126. A sus 46 años había quedado encinta de nuevo, un embarazo que se había complicado y que había mermado su salud. Consciente del peligro que corría, se retiró al castillo de Saldaña, bajo la protección de su amante, el conde de Lara, buscando tranquilidad después de una vida marcada por la guerra constante, que aún continuaba.

Allí murió, dejando un conjunto de reinos convulsos en manos de su hijo Alfonso VII. Fue enterrada en el Panteón de los Reyes de León, en la capital del reino, donde habían recibido sepultura los reyes leoneses, durante casi dos siglos. 

En esa misma ciudad, años después, su hijo se proclamaría “Emperador de toda España”: un propósito demasiado ambicioso, para una tierra a la que aún le quedaban por delante, muchos siglos de guerras internas.

jueves, 6 de marzo de 2025

Alfonso VII rey de León,autoproclamado “Emperador de toda España”

Tal día como hoy, 7 de marzo de 1126, Alfonso VII era proclamado Rey de León tras la muerte de su madre la Reina Urraca.

Llamado "el Emperador", Alfonso VII era hijo de Doña Urraca y Raimundo de Borgoña. Su madre le reconoció como Rey de Galicia en el año 1111. Pronto encabezó la resistencia de los castellanos, contra las ambiciones de su padrastro, el Rey Alfonso I de Aragón "El Batallador". 

Alfonso preparó su ejército, con la intención de recuperar los territorios, que el monarca aragonés había retenido después de separarse de la Reina Urraca, pero las Paces de Támara evitaron el enfrentamiento armado. También consolidaron a Alfonso VII en el trono castellano. 

Alfonso VII, tuvo que hacer frente a varias rebeliones nobiliarias entre 1130 y 1133, fruto de la autonomía de la que habían gozado los nobles, en el periodo de desorden que siguió a la muerte de Alfonso VI. 

Tras la muerte sin sucesor de su padrastro, Alfonso I de Aragón "El Batallador", pretendió además ocupar  el trono de Aragón y, aunque no lo consiguió, el intento le valió la adquisición de La Rioja, la posesión temporal de Zaragoza y el vasallaje del rey de Navarra, del conde de Barcelona y de varios señores del sur de Francia, en su lucha por convertirse en el monarca del Reino de Aragón.

Alfonso VII aprovechó esta situación de poder, para hacerse proclamar emperador. De esta forma expresó la pretensión leonesa, de ser el Reino cristiano hegemónico de la Península Ibérica y de exclusividad, en la Reconquista, frente a los musulmanes.

El reinado de Alfonso VII, contempló cierta disgregación de la Corona castellano-leonesa: por un lado, se vio obligado a reconocer la independencia de Alfonso I Enríquez como rey de Portugal en 1143; por otro, al enfrentarse los reinos de Navarra y Aragón, hubo de optar por apoyar a uno de ellos frente al otro, lo cual le puso en guerra con García V de Navarra y le obligó a firmar, con Aragón el Tratado de Tudellén de 1151, por el que reconocía a Ramón Berenguer IV de Aragón, el derecho a reconquistar Valencia, Denia y Murcia. 

Roto ya el sueño imperial, al morir Alfonso repartió el reino entre sus hijos Sancho y Fernando, que reinarían como Sancho III de Castilla y Fernando II de León.

En cuanto a la Reconquista, Alfonso concibió un plan consistente en hostigar a las poblaciones hispano-musulmanas, hasta que se rebelaran contra los almorávides, para situar en el poder a su aliado y vasallo Zafadola; a tal fin, realizó desde 1139, múltiples expediciones de saqueo y de ayuda a sublevaciones locales.

Pero la invasión de los almohades a partir de 1146 desbarató el plan, obligando a Alfonso a fortificar la frontera y a aliarse con el almorávide Ibn Ganiya para organizar la resistencia. 

Su empresa más espectacular fue una gran expedición en la que llegó hasta Córdoba en 1144 y tomó Almería en 1147; los almohades recuperaron este importante puerto en 1157 y Alfonso murió cuando regresaba de aquella batalla.

miércoles, 5 de marzo de 2025

El Tratado de Alcáçovas, fin de la Guerra de Sucesión Castellana

 

Tal día como hoy, 6 de marzo de 1480, los Reyes Católicos ratificaban el Tratado de Alcáçovas, el acuerdo que ponía fin a la Guerra de Sucesión Castellana y mediante el cual, Portugal entregaba a Castilla las Islas Canarias, a cambio de posesiones en África Occidental.

Con la firma de este tratado, Portugal reconocía a Isabel "la Católica"como Reina propietaria de Castilla, mientras que Juana "la Beltraneja", la otra pretendiente al trono castellano, era forzada a ingresar en un convento portugués como novicia.

A cambio de ello, los Reyes Católicos cedían a Portugal los derechos de conquista de Guinea, el reino de Fez y todas las Islas Atlánticas descubiertas y por descubrir, a excepción de las Islas Canarias, que serían propiedad de la Corona Castellana. Ello incluía islas como Madeira, las Azores o Cabo Verde.

La firma de este tratado también supuso, la unión de las dinastías Trastámara y Avís al concertar la unión en matrimonio de la Infanta Isabel, primogénita de los Reyes Católicos, y Alfonso, nieto del Rey de Portugal.

El tratado, que puso fin a la guerra fue firmado en la villa portuguesa de Alcazobas, el 4 de septiembre de 1479. El acuerdo fue ratificado por el rey de Portugal el 8 de septiembre de 1479 y fue firmado por los reyes de Castilla y Aragón en Toledo, el 6 de marzo de 1480, por lo que también se le conoce, como Tratado de Alcazobas-Toledo.

Por este acuerdo, Alfonso V renunció al trono de Castilla, mientras que Isabel y Fernando a cambio renunciaron al trono portugués. Las dos Coronas se repartieron sus zonas de influencia en el Atlántico, quedando para Portugal la mayor parte de los territorios, con la excepción de las islas de Canaria, (de las que aún faltaban por conquistar las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife).

Asimismo se firmaron dos acuerdos, -habitualmente llamados "Tercerías de Moura"- que resolvían la cuestión dinástica castellana. En primer lugar imponían a la princesa Juana, la renuncia a todos sus títulos castellanos y su reclusión en un convento, o su boda con el heredero de los Católicos, el príncipe Juan. Juana eligió el convento, aunque permaneció activa en la vida política hasta su muerte.

En segundo lugar, se acordaba la boda de la infanta Isabel, hija de Isabel y Fernando, con el heredero del trono portugués, Alfonso, así como el pago por los padres de la novia, de una enorme dote que en la práctica, representaba una indemnización de guerra obtenida por Portugal.

El Tratado, poco duraría en vigor, ya que el descubrimiento de América 13 años después, obligó a la firma de un nuevo acuerdo, el Tratado de Tordesillas.

martes, 4 de marzo de 2025

La botadura del Buque Escuela español, Juan Sebastián de Elcano

Tal día como hoy, 5 de marzo de 1927, tiene lugar la botadura del Buque Escuela Juan Sebastián de Elcano, en los astilleros Echevarrieta yrrinaga de Cádiz, siendo madrina Carmen Primo de Rivera.

Desde el nacimiento de la Real Compañía de Guardiamarinas, en 1717, en Cádiz, la instrucción y adiestramiento, de los futuros oficiales de la Armada a bordo de los buques, constituyó una parte fundamental de su formación. Aunque durante muchos años, el embarque se produjo en los distintos buques en servicio, en 1862 nace el concepto de buque escuela, como unidad destinada exclusivamente, a la formación de Guardiamarinas.

El primer buque con este fin fue la fragata “Esperanza” a la que siguieron las corbetas “Villa de Bilbao”, “Santa María” y “Trinidad”, las fragatas “Blanca”, “Almansa” y “Asturias” y finalmente la corbeta “Nautilus”, que deja esta función en 1910.

A partir de esta fecha, aunque los oficiales continúan formándose en distintos buques en servicio, nace la necesidad de contar con un buque con características específicas, de buque escuela para sustituir a la “Nautilus”. La primera idea fue la de transformar un viejo velero italiano, el "Augustella", en un nuevo buque escuela llamado "Minerva", proyecto que le fue adjudicado a Echevarrieta el 12 de enero de 1923.

Sin embargo, cuando el buque llega a puerto y es inspeccionado para determinar las obras de transformación a llevar a cabo, la comisión inspectora lo encuentra en tal mal estado que propone, junto con el astillero, construir un nuevo buque escuela en vez de llevar a cabo las obras de modificación previstas. Así, por Real Decreto de 17 de Abril de 1925 se dispone la construcción del buque escuela “Minerva”, siguiendo el proyecto del ingeniero inglés Mr. Charles V. Nicholson, de la compañía Camper & Nicholson de Southampton.

El 24 de noviembre de ese año, tuvo lugar la puesta de quilla, a la que asistieron, entre otros, el Infante D. Carlos, el General Primo de Rivera y el propio Echevarrieta, quien pidió públicamente al Presidente del Gobierno, que se cambiará el nombre del buque por “Juan Sebastián de Elcano”, denominación que fue aceptada oficialmente, en el Consejo de Ministros celebrado el 13 de diciembre de 1925.

El 5 de marzo de 1927, se procedió a la botadura del barco siendo Madrina Carmen Primo de Rivera, continuando los trabajos hasta su entrega provisional a la Armada, el 29 de febrero de 1928. El 19 de abril de ese mismo año, sale a la mar para llevar a cabo lo que sería su primer crucero de instrucción, siendo entregado a la Armada definitivamente el 30 de julio.

Desde entonces, cada año ha realizado su crucero de instrucción, exceptuando los años 1937, 1938 y 1939, como consecuencia de la guerra civil española, y 1956 y 1978 por grandes obras de modernización.

El buque está clasificado como bergantín-goleta, está construido en acero y arbola cuatro palos, con velas cruzadas en el trinquete y velas de cuchillo en el resto de los palos, cuyos nombres recuerdan, a los buques escuela que le precedieron: “Blanca”, “Almansa”, “Asturias” y “Nautilus”. Apareja 20 velas con una superficie total de más de 3000 metros cuadrados.

El buque escuela “Juan Sebastián de Elcano” es sin lugar a dudas el buque más emblemático y representativo de la Armada española , al que se le profesa un gran cariño y afecto, fruto del recuerdo de los que han navegado, durante muchas singladuras en el a lo largo de los años, desde su primer crucero en 1928.  

Como buque escuela, su cometido principal es la formación en la mar de los guardiamarinas, futuros oficiales de la Armada. Pero además contribuye al apoyo de la política exterior del Estado, constituyendo una embajada flotante y punto de encuentro, de los que viven fuera de España.  


lunes, 3 de marzo de 2025

La historia de Agustina de Aragón, la heroína de la Guerra de la Independencia

Tal día como hoy, 4 de marzo de 1786, nacía en Reus - Tarragona- Agustina de Aragón, la gran heroína de la Guerra de Independencia.

Agustina Raimunda María Saragossa Domènech,​ llamada Agustina de Aragón, nació en Reus,- el 4 de marzo de 1786, y fue una defensora de Zaragoza durante los Sitios, en la Guerra de la Independencia Española.

Agustina se casó a los 17 años con Juan Roca Vilaseca, cabo de artillería, el 17 de abril de 1803 en la iglesia de Santa María del Pino de Barcelona. El matrimonio tuvo un hijo varón cuyo nombre se desconoce, que murió a la corta edad de cinco años, en 1809, cuando eran conducidos como prisioneros, tras la capitulación de Zaragoza, camino de Francia, falleciendo el niño al llegar a Ólvega (Soria), debido a la peste, el cansancio del viaje y el hambre.

Su marido participó, desde el principio en la Guerra de la Independencia Española, tomando parte en la batalla del Bruc. Los acontecimientos de la guerra los llevaron a Agustina y a él a Zaragoza. 

Agustina de Aragón se vio obligada a seguir a su marido, por los diferentes campos de batalla. El destino llevó a ambos a Zaragoza, ciudad en la que participan en la defensa ante las tropas de Napoleón Bonaparte.

Durante el asedio de esa ciudad, el 2 de julio de 1808, Agustina llevó a cabo la acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se apresuraron a tomarla al asalto.

Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomando la mecha de manos de un artillero herido, consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda, que los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez más.
 
Su acción no solo salvó cientos de vidas, también contribuyó a rechazar el ataque de un enemigo que se vio obligado a levantar el asedio, el 15 de agosto de aquel mismo año
 
Por esta heroicidad, muchos la llamaron "La Artillera". Su ejemplo alentó el espíritu de lucha de los zaragozanos contra el invasor francés. Hasta el general José de Palafox, quedó impresionado por su arrojo en la batalla, tanto que le concedió el grado de oficial del ejército.

En el segundo sitio de la ciudad, Zaragoza cayó en manos de los franceses tras más de dos meses de lucha y Agustina de Aragón fue capturada, sin embargo, esta consigue escapar y continuar la lucha al lado de su marido, en Tortosa y Vitoria.

Años después, en 1814, el propio Rey Fernando VII quiso conocerla en persona y, al tener constancia, de la mala situación financiera que atravesaba la familia de Agustina de Aragón, este le otorgó una pensión vitalicia, de cien reales mensuales.

Agustina de Aragón murió en su domicilio, de la calle Soberanía Nacional de Ceuta el 29 de mayo de 1857, a los 71 años de edad, a causa de una bronconeumonía, y fue enterrada en el cementerio de Santa Catalina, de dicha ciudad.

Hasta 1870 no fueron trasladados sus restos a Zaragoza, descansando primero en la Basílica del Pilar y, desde el 14 de junio de 1908, en la capilla de la Anunciación de la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo, donde son venerados como los de una gran heroína que con valor y decisión repelió las adversidades.

Se la considera, como uno de los símbolos más representativos de la resistencia española, contra el invasor francés y símbolo de resistencia, contra la ocupación francesa.

domingo, 2 de marzo de 2025

La abolición de la servidumbre en la Rusia zarista

Tal día como hoy, 3 de marzo de 1861, Rusia  el país gobernado entonces por el zar Alejandro II ponía en marcha la Reforma Emancipadora, la primera y más importante de las transformaciones liberales del citado gobierno. La norma supuso la liquidación de la dependencia servil, sufrida hasta entonces por los campesinos rusos-

La Reforma Emancipadora de 1861 en Rusia, fue la primera y más importante de las reformas liberales llevadas a cabo, durante el gobierno del zar Alejandro II de Rusia. La reforma significó la liquidación de la dependencia servil anteriormente sufrida por los campesinos rusos.

La base legal de la reforma, fue el Manifiesto de Emancipación del zar del 3 de marzo, acompañado por unos decretos legislativos, bajo el nombre general de "Regulaciones" concernientes a los campesinos, que dejan la dependencia servil. Así se otorgaban derechos completos de ciudadanos libres, a los siervos y prescribió que los campesinos serían capaces de comprar, las tierras de los propietarios.

El Imperio ruso era, por encima de todo, una tierra de campesinos, que ocupaban el 80% de la población total. Entre ellos, existían dos categorías principales: los que vivían en tierras del Estado y los que hacían lo propio, pero en tierras de propietarios privados.

Solo los segundos eran siervos, que, además de sus obligaciones con el Estado, estaban atados al dueño de la finca en cuestión, el cual tenía gran poder sobre sus vidas. A mediados del siglo XIX, poco  menos de la mitad de los campesinos rusos eran siervos.

Aunque estuvo bien planificada en la legislación, la reforma funcionó con problemas. Muchos campesinos entendieron las condiciones del manifiesto, como “inaceptables”, y, en muchas localidades, estos se negaron a creer, que el manifiesto era auténtico.

Se prudujeron disturbios y las tropas del Imperio ruso tuvieron que ser llamadas, para dispersar a las multitudes molestas. Por otra parte, se pagó a los terratenientes y a la nobleza con bonos del gobierno y sus deudas fueron eliminadas, antes de que el dinero fuera entregado. Aunque, pronto, el valor de los bonos cayó.

Finalmente, La legislación ni liberó a los campesinos de excesivas obligaciones externas, ni arregló en su mayoría sus restricciones sociales y económicas. La aplicación desigual de la legislación, dejó a muchos campesinos en la Zarato de Polonia y el norte de Rusia libres, pero sin tierras (batráks o jornaleros), mientras que en otras áreas, los campesinos se convirtieron en la mayoría de los terratenientes, de sus provincias. 

La emancipación no solucionó los problemas de los campesinos, por el alto precio que tuvieron que pagar como indemnización. En muchas comunidades de campesinos, reinaba un claro descontento hacia el zar y la nobleza, y fue el caldo de cultivo para que los narodniks o populistas, defendieran que los campesinos debían ser los protagonistas de la revolución, que terminara con el zarismo e impusiera un sistema, donde la propiedad de la tierra fuera colectiva.

Desde el punto de vista económico, la liberación de los siervos no trajo consigo una modernización del campo, ya que no se introdujo la mecanización, necesaria para dar el salto de una revolución agrícola. La productividad del campo ruso, siguió siendo bajísima.


sábado, 1 de marzo de 2025

Historia y leyenda de Don Rodrigo, el último Rey de la España visigoda

Tal día como hoy, 2 de marzo del 710, Don Rodrigo era ungido como monarca de la España visigoda tras la muerte de Witiza.

Don Rodrigo era el duque de la Bética, la actual Andalucía, aunque sus verdaderos orígenes se desconocen. Tras la muerte del Rey Witiza en el 720, Don Rodrigo encabezó una revuelta nobiliaria que se oponía a que Ágila II, el hijo y sucesor del monarca ya fallecido subiese al trono.

Ágila II fue apartado de la Corona, por una asamblea que eligió a Don Rodrigo como Rey de los visigodos. Don Rodrigo fue nombrado monarca el 2 de marzo del 710, sin embargo, poco duraría en el poder.

La descomposición del Reino visigodo ya era una realidad. Las tensiones internas entre facciones rivales, estaban a la orden del día y Don Rodrigo tuvo que hacer frente a todas estas luchas internas, especialmente en el norte del Reino, con los vascones.

Por si fuera poco, un nuevo enemigo llamaba a las puertas, los árabes del norte de África que, bajo el mando de Musa ibn Nusair, aprovecharon las luchas internas de los visigodos, para entrar en la Península Ibérica con la ayuda del gobernador de Ceuta, el conde vitizano Don Julián.

Las fuerzas de Don Rodrigo rechazaron una pequeña expedición árabe, capitaneada por Tarif, que pasó el estrecho de Gibraltar en el 710, pero más tarde, en el 711 sucumbió a una expedición mayor, que Tariq ben Ziyad lideró en el 711.

Don Rodrigo falleció en la batalla de Guadalete. Con la muerte del último Rey de los visigodos, se inició la conquista musulmana de la Península Ibérica, conquista que unos mermados visigodos liderados por Ágila II, no pudieron detener.

El último enigma de don Rodrigo fue su muerte. Solo existe una verdad aceptada: la que explica que, una vez que los invasores musulmanes y sus aliados, los witizanos, se proclamaron vencedores, de la batalla de Guadalate tras varias jornadas de lucha, hallaron el caballo del monarca, cubierto de flechas, pero no su cadáver.

A partir de este punto, las versiones son tantas como autores han investigado el suceso a lo largo de la historia. Las crónicas islámicas, coinciden en que los restos del monarca desaparecieron, aunque sostienen que no se dejó la vida en el combate, sino que lo hizo tras dar media vuelta a su jamelgo y hundirse en un riachuelo cercano, que intentaba cruzar.

Así lo explica un texto de época, de autor desconocido, replicado en la obra 'Colección de tradiciones: crónica anónima del siglo XI', publicada en 1867: "Rodrigo desapareció, sin que se supiese lo que le había acontecido, pues los musulmanes encontraron solamente su caballo blanco, con su silla de oro, guarnecida de rubíes y esmeraldas, y un manto tejido de oro y bordado de perlas y rubíes". 

"El caballo había caído en un lodazal, y el cristiano que había caído con él, al sacar el pie, se había dejado un botín en el lodo. Solo Dios sabe lo que pasó, pues no se tuvo noticias de él, ni se le encontró vivo ni muerto".

En todo caso, a día de hoy, existen otras tantas versiones diferentes sobre lo que aconteció al desgraciado don Rodrigo, tras la mítica contienda. La primera arriba de la mano de la 'Crónica mozárabe de 754', calificada por los expertos como la principal fuente latina, para el conocimiento del reino visigodo y la conquista musulmana de la Península.

Este texto, después de explicar la derrota del ejército defensor en la batalla del río Guadalete, afirma que el monarca falleció en la contienda: "El rey murió en esta batalla, huyendo todo el ejército de los godos que, movidos por la ambición del reino, envidiosa y fraudulentamente habían venido con él. De este modo perdió desgraciadamente el trono y la patria".