miércoles, 11 de julio de 2018

Cuando el pirata Jacques de Sores destruyó la Habana

Tal día como hoy 11 de julio de 1555, la ciudad de La Habana es asaltada, incendiada y destruida por el pirata francés Jacques de Sores

Sores – apodado “El Ángel Exterminador”- fue a medias corsario y pirata, no conociéndose cuantos buque llevó en su ataque a la Habana, pero con independencia del número, tuvo pocos problemas para tomar la ciudad, pues estaba mal defendida, pero aunque esperaba encontrar gran cantidad de oro o cobrar rescates por los miembros importantes de la población, ni encontró reservas de oro, ni los rescates por la población fueron pagados.

Cuba ya tenía triste recuerdo del pirata, al haber devastado el año anterior la ciudad de Santiago y el 2 de julio de 1555 Puerto Príncipe, cometiendo saqueos, mutilaciones y asesinatos, violando a sus mujeres que luego dejó abandonadas en la isla de Cayo Coco y, pocos días después de esta masacre, atacó La Habana.

Gobernaba la isla Gonzalo Pérez de Angulo, siendo Juan de Lobera el alcalde de la única y mal guarnecida fortaleza que existía, aunque Lobera venía tomando precauciones tales como rondas nocturnas, centinelas día y noche etc, con las escasas fuerzas disponibles, que consistían en dieciséis hombres a caballo y sesenta y cinco infantes, “no muy bien armados”, según noticias del Archivo General de Indias en Sevilla

El 10 de julio se avistó al enemigo, congregando hombres armados en la fortaleza, mientras el gobernador acompañado de varios vecinos, se presentaba en la plaza, pero en cuanto el navío echó anclas y su gente, bien armada se dirigió hacia la población, el gobernador salió huyendo con su familia y muebles hacia las aldeas de indígenas, donde se refugió con otros vecinos.

Lobera se dispuso a resistir el ataque, recriminando al Gobernador su huida y encerrado en la fortaleza con españoles, mestizos y negros, cuatro ballesteros y seis piezas de artillería, resistió tres ataques repetidos de Sores, mientras rechazaba sus demandas de rendición, aún después de tener incendiada parte de la fortaleza.

Así se mantuvo hasta el día siguiente, en que se convenció de que estaba perdido, pues por todos lados los franceses le rodeaban, mientras sus bajas iban en aumento, pactó su rendición en condiciones honrosas; su vida y la de los suyos y palabra de respetar el honor de las mujeres.

Sorés solo encontró un anillo con una esmeralda y algunas vajillas de plata, lo cual le enfureció, concertándose una tregua para negociar con el gobernador el rescate de la población, pero en el colmo de su indignación rechazó “los miserables mil pesos” que le ofrecieron.

Por su parte el gobernador, incumpliendo la tregua acordada, con un grupo de españoles, negros e indígenas armados con piedras y palos que pudo reunir, quiso sorprender a los franceses mientras dormían, lo que no logró, dando lugar a que estos repeliesen el ataque.

Viendo su escaso medro, Sorés prendió fuego a la población, quemando las embarcaciones que había en el puerto y ahorcando a los negros de las haciendas y el 5 de agosto, se hizo a la vela, dejando La Habana, arrasada y a sus vecinos en la miseria maldiciendo al francés y a su cobarde gobernador.

Perez de Angulo fue enviado preso a España para ser juzgado, siendo el último de los gobernadores civiles, al ser sustituido por un militar, que reconstruyó la fortaleza, cooperó con los vecinos a reparar los daños y la miseria que los ataques de los franceses habían ocasionado y aseguró la isla contra corsarios en los siguientes 10 años.










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