miércoles, 10 de febrero de 2016

Cuando Felipe IV, castigó a unos nobles por azotar a sus criados.

Tal día como hoy, 10 de febrero de 1622, los marqueses de Cañete son obligados en Madrid por orden real, a pagar 3.000 ducados de multa y a exiliarse por haber azotado a unas criadas.

El rey que tomó esa medida, poco usual en una época en que los señores tenían poder casi de vida o muerte sobre sus criados, fue Felipe IV, llamado “el Grande” y su reinado de  más de 44 años fue el más largo de la casa de Austria, y uno de los más largos de España.

Durante su primera etapa, compartió responsabilidad con su valido el Conde-Duque de Olivares, quien realizó una política exterior buscando mantener la hegemonía española en Europa, pero a la caída de este, el rey se encargó personalmente de los asuntos de gobierno, ayudado por cortesanos .

Los éxitos primeros de su reinado, auguraron la restauración de la preeminencia universal de los Habsburgo, pero la guerra constante contra Francia, condujeron finalmente al declive español, que hubo de ceder en Europa ante Luis XIV, y reconocer la independencia de Portugal y las Provincias Unidas.

Para ello, Felipe IV luchó contra la corrupción del reinado anterior y mandó encarcelar al duque de Uceda y al de Osuna y confiscó los bienes del de Lerma, sometiendo a juicio el valido de este último Rodrigo Calderón, del que se ordenó su ejecución y obligó a hacer inventario de la fortuna de los que desempeñasen cargos públicos a través de “la Junta de Reformación”, que más tarde velaría por la vida pública de los ciudadanos.

Dentro de esta dinámica de reforma de la moral, pretendió abolir la prostitución en todos los territorios de la monarquía, lo cual fue un rotundo fracaso ya que la medida legalmente impuesta, no tuvo el más mínimo resultado práctico en la supresión de prostíbulos .

En esta tarea de cambiar las costumbres nocivas de su reino, se encuadra el suceso,  que hoy nos ocupa, y que tuvo como escenario el Palacio de Juan Andrés Hurtado de Mendoza y Castro , V Marqués de Cañete. y concretamente, una de las esposas de este.

El hecho ocurrió, cuando una joven criada de la marquesa, entabló relaciones con una persona que acudió al palacio para realizar unas obras y tras acordarlo en secreto, una madrugada salió a escondidas del palacio, y huyó con su amante, dejando las puertas abiertas .

Del suceso, se enteró la marquesa, y creyendo se trataba de una conspiración, en la que actuaban las otras criadas, mandó encerrar a tres de ellas, en unos de los húmedos sótanos y allí las tuvo durante más de un mes recluidas, sin apenas darles comida, mal vestidas y solo alumbradas de  la escasa luz que entraba desde la calle, por las ventanas enrejadas.

No contenta con ello, pasado este tiempo sin que “confesaran su culpa” llamó a un barbero para que las raparan la cabeza y las cejas, lo cual se llevó a efecto y además del castigo infligido hasta entonces,  mandó llamar al mozo de sillas, ordenándole que las desnudase y luego azotase.

El mozo, sin embargo no quiso hacerlo, alegando que él no era verdugo, por lo que la marquesa lo ordenó a otro de los criados de su confianza, el cual acabó dándoles más de cien azotes, hasta que “les saltó sangre a los golpes de las cuerdas embreadas” y, aquella misma noche, la marquesa las despidió de su servicio y  las mandó a sus casas.

Este incidente llegó a oídos del Rey, que tomó muy a mal lo que había hecho y ordenó la inmediata prisión de la marquesa y la instrucción de oportuno proceso, durante el cual fueron examinados los hechos y se condenó a los marqueses, al destierro y pago de tres mil Ducados de multa, dos mil para una de las azotadas y mil para las otras dos, en base a las lesiones recibidas.

El criado que cumplió la cruel e injusta orden, fue condenado a salir “a la vergüenza pública”, es decir, ser paseado por las calles de Madrid con pregonero, en donde sufrió la afrenta  de insultos y malos tratos, además de cuatro años de destierro y una multa de tres mil maravedís.


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