Tal día como hoy 16 de febrero de 1815, sale de Cádiz la mayor fuerza expedicionaria española realista para acabar con la rebelión en Colombia y Venezuela, mandada por el teniente general Juan Pablo Morillo.
Pablo Morillo y Morillo, conde de Cartagena, conocido como “El Pacificador”, fue un militar y marino español, de humilde cuna y pastor en su niñez, que a los trece años de edad, se alistó como soldado en la Infantería de Marina y con quince, participó en las guerras revolucionarias francesas.
El 2 de junio de 1808, iniciada la guerra de la Independencia Española, se incorporó a la milicia y concurrió el 19 de julio a la victoria en la batalla de Bailén, donde sobresalió por su valentía, llamando la atención del general Castaños, que desde entonces se convirtió en su protector.
Castaños, propuso a Morillo para organizar una fuerza en Galicia contra los franceses, siendo promovido a capitán del regimiento de Voluntarios de España y al mando de estas guerrillas, participará contra el francés y por su destacada intervención en la Batalla de Puentesampayo, fue ascendido a brigadier en 1811.
En 1813 se unió al ejército inglés del duque de Wellington, y en julio de 1813, este le asciende a mariscal de campo por méritos de guerra, y tras la Batalla de Vitoria, fue nombrado teniente general y su prestigio aumentó en toda España como uno de sus más brillantes militares.
A finales de 1814, Morillo es designado por el felón rey Fernando VII jefe de la “Expedición pacificadora” con destino a América, formado por 10.612 hombres, el último esfuerzo militar que haría España en el curso de la guerra de independencia americana.
El 5 de julio, se dirige al Virreinato de Nueva Granada donde tras tomar la plaza concluyó el asedio a Cartagena de Indias, que le valió el título de Conde de Cartagena y por instrucciones del gobierno de España, se entrevista con Bolívar en noviembre de 1820, firmando un armisticio que dio fin al periodo histórico venezolano denominado de “Guerra a Muerte”.
Finalmente, Morillo consiguió su retiro, regresando a España en diciembre de 1820, pero es de nuevo requerido por el monarca y nombrado Capitán General de Castilla la Nueva, durante el periodo de mayor furor revolucionario y para no participar en la represión política, dimitió de su cargo, una vez advirtió la condición vil del rey, simpatizando a partir de entonces con los liberales.
En 1823, por su afinidad al bando constitucional fue sentenciado por un tribunal "de purificación", perdiendo todos sus cargos, en un ambiente de intrigas y purgas en el gobierno y en ejército español, por lo que se exilió a Francia, de donde no regresó hasta 1832, participando en la Primera Guerra Carlista en apoyo de la reina regente y en contra de los absolutistas.
No tardó en retirarse por problemas de salud y falleció, tan rico en honores, como pobre en hacienda, hasta el punto de no poder, a su muerte, otorgar la dote de viudedad a su mujer, habiendo consagrado toda su vida a su patria y al servicio leal y desinteresado al Rey, que tan mal le pagó.
Inicialmente fue enterrado en el cementerio de Luz-Saint Sauveur de París, hasta que por mediación del gobierno constitucional de Isabel II, fue trasladado al cementerio de San Isidro de Madrid, el 8 de agosto de 1843, donde desde entonces reposan sus restos.
Morillo fue - como tantos hombres ilustres - honesto en su hacer y por lo tanto, murió pobre, siendo reconocido solo tras su muerte.
Desconocía ¡hasta su existencia! Me quedo con dos frases: "murió tan rico en honores como pobre en hacienda" y otra: "honesto en su hacer, y por tanto murió pobre". Cuando veo los tiempos que corren...
ResponderEliminarUn hombre de humildes raíces que, sin embargo, cuando estuvo en la cima de su poder - logrado con su solo esfuerzo - no abusó del cargo ni se corrompió. Su figura, me ha parecido tan extraordinaria, que no he podido sustraerme a la tentación de recordarlo en la efeméride, para reivindicar con ello su memoria. Tal vez Pepe, porque hoy, ya no quedan hombres así...
EliminarEste buen señor: es lo que se puede llamarle HEROE, ya que su ambición dejo bien patente que era la JUSTICIA.
ResponderEliminarLa ambición de Morillo fue siempre servir a España, olvidándose de si mismo y de lo que en su inmensa mayoría todos hacian, que era enriquecerse y medrar. Pero la Historia, en este caso además, ha sido injusta con él, relegándole al olvido. Por eso me ha parecido de justicia, recordarle hoy.
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