A comienzos del siglo XVI, Francia estaba rodeada por territorios de Carlos V, que acababa de obtener en 1519, el título de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, por lo que el rey francés, que también había optado al título, intentó compensarlo con la anexión del ducado de Milán, produciéndose la lucha desde 1521 al 1524.
El primer encuentro armado fue la batalla de Bicoca, donde los tercios españoles obtuvieron tan aplastante victoria, que el nombre de la batalla se convirtió en una palabra castellana, de tal manera que “ una bicoca” pasó a ser sinónimo de una cosa sencilla, lucrativa, fácil o barata.
Los franceses, volvieron de nuevo con un ejército de 40.000 hombres, que invadió el Milanesado, pero fue rechazado y en octubre de 1524, el propio rey Francisco I cruzó los Alpes y entró en la ciudad de Milán, tras arrasar a su paso varias plazas fuertes.
Ante el arrollador avance, los españoles evacuaron Milán y se atrincheraron en Pavía, que fue sitiada por un ejército de unos 30.000 franceses con poderosa artillería, aunque los españoles mandados por Antonio de Leyva, veterano de la Guerra de Granada, supo organizarse para resistir más allá de lo que el enemigo esperaba.
Mientras los franceses aguardaban la capitulación de Leyva, recibieron noticias de un ejército venia desde Alemania para apoyar la plaza sitiada, con órdenes expresas de Carlos V de poner fin al sitio y expulsar los franceses.
Mientras, en Pavía, los mercenarios alemanes y suizos se sublevaron porque no recibían sus pagas y los generales españoles empeñaron sus fortunas personales para pagarlas, mientras los arcabuceros españoles decidieron que seguirían defendiendo Pavía aún sin cobrar.
En vista de la situación, los franceses decidieron resguardarse y esperar, pensando que pronto los sitiados serían víctimas del hambre y se rendirían, pero las tropas desabastecidas, hábilmente arengadas por Leyva, comprendieron que los recursos se encontraban en el campamento francés.
Ante la llegada de las tropas imperiales, en una arriesgada decisión, Francisco I ordenó atacarlas con toda su caballería, pero los arcabuceros españoles dieron buena cuenta de ella, y en este momento de la batalla, Leyva sacó a sus hombres de la ciudad, de forma que los franceses se vieron atrapados entre dos fuegos, lo cual no pudieron superar.
Aunque agotados y hambrientos, los sitiados en Pavía constituían una respetable fuerza de combate y cundió el pánico en las filas francesas, mientras los cadáveres comenzaban a amontonarse, hasta que finalmente las bajas francesas ascendieron a 8.000 hombres.
El rey francés, rodeado con su escolta combatía a pie y de pronto, se encontró con el estoque en su cuello del soldado vasco Juan de Urbieta, que lo hacía preso con dos más y aunque no sabían a quién acababan de apresar, por las vestimentas supusieron se trataría de un gran señor.
Tras la batalla, Francisco I fue llevado a Madrid, donde quedó custodiado en el Alcázar de los Austrias, donde Carlos V se mostró exigente con él, firmando el francés en 1526, el Tratado de Madrid, renunciando al Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.
Francisco I no aprendió la lección, y se alió con el Papa Clemente VII para luchar contra Carlos V, lo que ocasionó que este atacara y saqueara Roma en 1527 - Saco de Roma- tras lo cual el papa, nunca en su vida, oso contradecir de nuevo al emperador
¡Ay¡ Los gloriosos Tercios. Pero ¿a quien le interesa hoy su historia? La pena es que no hemos tenido un Hollywood que divulgara, de forma atractiva, las hazañas de aquellos esforzados españoles.
ResponderEliminarLos libros, ante la implantación de nuevas tecnologías audio-visuales, se utilizan cada vez menos.
Puede que a nadie le interesen los Tercios Jose Miguel, pero los enamorados de la Historia, hablamos a la vez, de las glorias y los fracasos, los éxitos y las derrotas. porque la Historia, nunca tuvo, ni debe tener favoritos. Aunque no hayamos tenido, como dices, un Hollywood, algunos tenemos memoria.
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