Tal día como hoy 27 de febrero de 1767, por una Pragmática Sanción el rey Carlos III, decide expulsar a los jesuitas de todos los dominios de la monarquía española.
La subida al trono de Carlos III en 1759, supuso un golpe para el poder de los jesuitas, pues el nuevo rey no era favorable a ellos, influido por su madre Isabel de Farnesio, que “siempre les tuvo prevención”, así como por el ambiente antijesuítico imperante en Nápoles de donde venía.
La causa primera, fue el llamado “Motín de Esquilache” de 1766, iniciado a causa de un decreto del “extranjero” marqués de Esquilache, que pretendía reducir la criminalidad y renovar Madrid, en limpieza de calles, alumbrado público, alcantarillado etc. y exigía el abandono de las capas largas y sombreros de grandes alas, pues además del rostro, ocultaban armas y contrabando, aunque la causa real de esta revuelta, fue una crisis de subsistencias por el precio del pan, debido a un decreto de 1765 que eliminaba los precios tasados.
Durante el motín, la gente se dirigió al Palacio Real, donde la Guardia Real para restablecer el orden, causó muchos heridos y cuarenta muertos, por lo que finalmente el rey prometió la destitución de Esquilache y el abaratamiento del pan, aunque pese a ello, el motín se extendió a otras ciudades y alcanzó gran virulencia e incluso en algunos lugares, se convirtieron en “revueltas antiseñoriales”, duramente reprimidos hasta restablecer el orden.
El rey, encargó al fiscal del Consejo de Castilla - furibundo antijesuita - abrir unas “pesquisas secretas” para averiguar quién habían sido los instigadores y este dirigió su atención hacia los jesuitas, debido a la participación de algunos de ellos en la revuelta y aunque la documentación era “de sospechoso origen y escasa fuerza probatoria”, en 1767 elaboró su Dictamen, en el que acusó a los jesuitas de los motines, alegando que pretendían cambiar la forma de gobierno.
Un Consejo extraordinario, consideró probada la acusación y propuso la expulsión de estos “de España y sus Indias”, aunque Carlos III para mayor seguridad, convocó una junta especial presidida por el duque de Alba, que ratificó la expulsión y recomendó al rey no dar explicaciones sobre los motivos.
Así pues, tomado el acuerdo, en abril de 1767, las 146 casas de los jesuitas fueron cercadas por los soldados del rey, y se les comunicó la orden de expulsión, siendo deportados 2,641 de España y 2.630 de las Indias, que finalmente, el Papa Clemente XIII - contra su voluntad - se vio obligado a admitir en los Estados Pontificios, donde vivieron de la escasa pensión que les asignó Carlos III por el dinero de la venta de sus bienes.
Hoy día, está descartado que la medida de expulsión fue tomada para permitir el triunfo de “las luces” sobre el “fanatismo” jesuita y las causas reales parecen motivarse, en hacer recaer en ellos la exclusiva responsabilidad del Motín de Esquilache, en el ambiente creado tras las expulsiones de la orden de Portugal y Francia o los intereses económicos e incluso discrepancias entre órdenes religiosas y los obispos con los jesuitas.
Respecto a los resultados de la expulsión en la política y la cultura, ha habido opiniones diversas, ya que hay quien piensa que su salida produjo el inicio de la expansión del espíritu ilustrado, mientras otros opinan que se perdieron brillantes cabezas para la ciencia, ya que las otras órdenes religiosas, beneficiadas con la expulsión y los bienes de los jesuitas, no fueron más progresistas, en sus planteamientos religiosos o políticos.
La lucha de Carlos III contra la Compañía, continuó tras su expulsión y una vez nombrado papa Clemente XIV, conocido por su poco aprecio por esta Orden, este promulgó la supresión de la Compañía de Jesús y decretó la conversión de sus miembros en clero secular.
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