Tal día como hoy, 10 de noviembre de 1890, en la tristemente famosa “Costa de la Muerte” de Galicia, naufraga el buque inglés HMS Serpent, causando 172 víctimas.
El Serpent, era un crucero de la Royal Navy, de 1770 toneladas, que estaba en servicio desde principios de 1880, siendo de los primeros buques de la Armada Británica, en usar el galvanizado para proteger el metal de la exposición al agua salada.
En junio de 1890, a pesar de encontrarse en la reserva, fue asignado para prestar servicio en África del Sur en las bases navales del cabo de Buena Esperanza y en la costa oeste africana de Madeira y Sierra Leona.
El 9 de noviembre, el Serpent sufrió una marejada tan fuerte, con olas de 10 metros y se pensó que el capitán ordenaría regresar a puerto, pues durante horas, el barco se mantuvo al pairo - maniobra en la que se mantiene la embarcación estática - hasta que amainase la tormenta, ya que el estado del tiempo impedía ver el sol y situar con precisión el buque, lo cual creo tensiones entre el capitán y el Oficial de Derrota ya que, se había avistado una costa a babor.
Aunque no había niebla, la lluvia y las nubes reducían la visibilidad, enormemente y la tarde del día 10, los marinos encargados de atender a la sonda y medir la profundidad del fondo, no hicieron tal medición al no recibir órdenes en este sentido.
A las nueve de la noche, los oficiales volvieron a discutir sobre la posición del buque, ordenando el comandante un cambio de rumbo y pidiendo que el vigía buscase la luz del faro del cabo Villano - La coruña - pero la mar estaba tan encrespada, que se ordenó poner a estos el chaleco salvavidas, que al no ser reglamentario en la Marina de la época, solo contaban con 25 para los 175 tripulantes.
Minutos más tarde, el buque entero crujió al encajarse contra la Punta do Boi, aunque la tripulación lo confundió con un golpe de mar, hasta que alguien gritó que habían embarrancado, por lo que el comandante ordenó arriar los botes y poner las máquinas atrás toda, cosa que resultó imposible.
Los dos primeros botes arriados, fueron hechos astillas contra las rocas, pereciendo todos sus ocupantes, por lo que se desistió de intentarlo de nuevo, ordenando trepar a los mástiles para salvar la vida.
Pero todo resultó inútil y dos horas después, solo dos marinos lograron alcanzar la costa, cuyos habitantes les auxiliaron y acompañaron a la casa del párroco de Javiña, que los acogió, apareciendo un tercer sobreviviente que llegó a tierra solo.
Dada la proximidad del naufragio a la costa, la mar estuvo días arrojando cadáveres mutilados a las rocas, que fueron enterrados a pie de playa, en el lugar conocido como “Cemiterio dos ingleses”, que sería posteriormente consagrado.
La escuadra inglesa, en 1896, colocó una placa conmemorativa en el monte Lobeira como homenaje a las víctimas del hundimiento, placa que todavía existe en la actualidad.
El consejo de Guerra concluyó que la pérdida del buque, se debió a un error de navegación y al conocer que los tres únicos supervivientes llevaban el chaleco salvavidas puesto, se generalizó su uso en el resto de los buques de la Armada británica.
Como sucede siempre en la vida, las cosas se corrigen solo cuando ya se han producido muertes.
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