Tal día como hoy 5 de noviembre de 1811, José Matías Delgado y de León encabeza el primer intento de lograr la independencia de El Salvador de España.
Delgado y de León fue un eclesiástico y político salvadoreño Doctor en Cánones, que participó como uno de los principales líderes, del fallido movimiento independentista de 1811.
Era descendiente del español Sancho de Barahona, integrante de las expediciones de Hernán Cortés y creció en un ambiente de holgura económica, pues su familia poseía bienes inmuebles.
Cuando le faltaba un año para obtener el título de Doctor en Cánones, mandó un memorial al rey Carlos IV solicitando dispensa para graduarse antes, ya que deseaba retirarse a San Salvador y ordenarse sacerdote, a lo que el rey accedió concediendo lo solicitado.
A partir de entonces, Delgado se convirtió en una especie de “oráculo” de los salvadoreños y árbitro de sus disputas, siempre rodeado de personas que incesantemente le consultaban sobre los más diversos temas, como los antiguos sabios, en cuyas manos las ciudades ponían sus conflictos.
La independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, influyeron en los criollos y la imposición de José Napoleón como Rey de España en 1808, que inició la resistencia del pueblo español y las Cortes de Cádiz, que reconoció a los americanos parte del gobierno español, afirmaron el sentimiento libertario en todo el continente.
Los movimientos autonómicos en el Salvador, eran liderados por minorías cultas, sobre todo sacerdotes, que se enfrentaban a la censura de las autoridades eclesiásticas de Guatemala, quienes consideraban su conducta como una “herejía”.
Sin embargo el 5 de noviembre de 1811 los criollos insurgentes iniciaron una revuelta para lograr su autonomía, con cuya intención decidieron apresar a los españoles de San Salvador, reuniéndose los conspiradores en la residencia del cura Delgado.
Tras asumir el poder los rebeldes, Delgado demandó la rendición del escuadrón de Dragones, que desatendió su petición, aunque en contra de la opinión de otros rebeldes, que proponían la lucha armada, predicó para que la rebelión no degenerara en violencia, pese a lo cual y de cualquier modo, la revuelta no halló respaldo en el resto de la provincia y acabó en fracaso.
Una vez calmada la situación, Delgado dio ejemplo de moderación, pues decidido a continuar la lucha, disimuló sus propósitos sin ofender a los poderosos, aunque hay quien dice que sus palabras fueron en contra de los rebeldes y de la sublevación, pero sea como fuese, solo se le confinó como único castigo.
Cuando en 1821, Agustín de Iturbide se anexionó las provincias de Centroamérica, para crear el “Imperio Mexicano” encabezó la oposición a la anexión y tras la abdicación de Iturbide, fue elegido presidente de la Asamblea Constituyente, logrando ser investido Obispo de la Diócesis de San Salvador, lo cual supuso una polémica con el arzobispo de Guatemala, férreo opositor suyo.
Después de su fallecimiento en 1832, fue reconocido como “Benemérito de la Patria” por la Asamblea Legislativa de El Salvador, y es considerado como un Prócer centroamericano.
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