sábado, 12 de noviembre de 2016

Francisco de Huertas, historia de un bandolero atípico.

Tal día como hoy 12 de noviembre de 1798, es ejecutado el bandolero de Ecija - Sevilla - Francisco de Huertas y Eslava, jefe de la cuadrilla de asaltantes llamada "Los Berracos".

Huertas no era un bandolero cualquiera, porque lo que llama la atención y le hace singular, es que  era sobrino de un Corregidor y pariente de dos Caballeros de la Orden de Calatrava, por lo que su rango social y su situación económica nada tenían que ver con sus compañeros de correrías, ni con el de la inmensa mayoría de sus "colegas bandoleros".

Su cuadrilla - una "partía” como se les conocía en andaluz de la época - no anduvo a la zaga de otras como “Los Siete niños de Ecija” o “ El tempranillo” en hechos y audacia, aunque su fama sea menor tal vez porque hubo intereses oficiales que procuraron enmascarar sus tropelías en el campo andaluz, donde eran conocidos como  "Los Berracos".

Su solo nombre ya imponía temor y su cercanía suponía siempre complicaciones para los pueblos, que solían ser terribles, ya que sus procedimientos eran innecesariamente crueles y sanguinarios, a diferencia de otros bandoleros, como Diego Corrientes o el propio Tempranillo.

Parece ser que su dedicación al bandidaje obedecía, más a su carácter de una brutalidad insensata, salvaje e indiscriminada, que a carencias económicas o a injusticias legales y sociales de la época, que fueron causa para que otros muchos terminaran en el bandolerismo antes y después que él.

Cuentan que, en sus correrías era implacable y cruel y que "sólo fiaba en el lenguaje de su trabuco y sólo comprendía el lenguaje de su caballo", extendiendo sus asaltos, asesinatos y tropelías desde Huelva a Toledo y Ciudad Real, en cuyos terrenos se refugió varias veces, al amparo de un incierto Caballero de Calatrava que lo acogía por causa de su parentesco, ocultándole a la justicia.

Su estrategia, consistía la gran movilidad de su cuadrilla y su escaso número - generalmente tres contado el mismo - que podían esconderse más fácilmente  además también eludían la acción de la Santa Hermandad – ya en franco declive - porque las ordenanzas de este cuerpo de forma increíble, solo les daba competencias sobre "hombres armados por descampado, unidos en más de tres".

Esa movilidad y su número, permitió a "Los Berracos" moverse y escapar no solo en sierras sino por llanos y dehesas, que difícilmente serían transitadas por otras "partías" mayores.

No obstante, un mal día para Huertas y los suyos, fue sorprendido por las fuerzas del orden y detenido, tras lo cual fue juzgado y condenado a muerte por sus múltiples crímenes el 12 de noviembre de 1798.

Sin embargo, a diferencia de otros bandoleros, su cuerpo no fue descuartizado y expuesto en los caminos como era entonces uso legal, sino que debido a su alcurnia, a su entierro asistieron, tal vez obligados por el protocolo, las principales autoridades de la provincia, incluido el señor Obispo que oficio la misa de difuntos.

Pese a su vida criminal, su familia, con el orgullo y altivez propios de los poderosos que se creen por encima de la ley, repartieron 800 invitaciones para el entierro, gastando, según narran las crónicas “hasta 20.000 reales en el ornato del cadalso donde fue ejecutado y el posterior traslado del cadáver”.

“Era hijo de alta cuna/ Y no le faltaba./Si no era por dinero,/¿por qué robaba?
Nadie lo supo,/Por qué se tiro al monte/Con un trabuco”.
(Canción popular de la época)

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