Tal día como hoy 9 de julio de 1762, en Rusia, Catalina II asume el cargo de emperatriz como sucesora de su marido Pedro III, asesinado en un complot. Catalina intentará europeizar el país, y otorgará a la nobleza un puesto relevante que hasta ese momento no había tenido.
Fracasará en crear un código con las ideas de Montesquieu, y en 1773 tendrá que hacer frente a una rebelión de campesinos, por la nefasta situación social en que se hallará la población rural. Será considerada una mujer inteligente, culta, sagaz, muy hábil, apasionada y con una vida privada un tanto peculiar.
Catalina II “la Grande”, fue una de las monarcas más destacadas de la historia de Rusia y de Europa y durante su mandato, Rusia aumentó su organización territorial, de forma que el gobierno del país fue mucho más sencillo y se posicionó al principio como una defensora de los valores liberales, pero acabó cediendo ante las presiones de la nobleza.
Nació con el nombre de Federica Augusta Sofía, hija de Christian Augusto, príncipe de Anhalt-Zerbst y sus padres prepararon su matrimonio con el gran duque Pedro de Rusia, que se produjo en 1745, para lo cual tuvo que unirse a la Iglesia Ortodoxa bajo el nombre de Catalina.
No obstante, el martrimonio fracasó y ambos tuvieron sendos amantes y cuando Pedro fue depuesto por el jefe de la Guardia Imperial y amante de Catalina, Grigori Orlov, el golpe de estado situó a la hasta entonces reina consorte al frente de Rusia, proclamándola Catalina II, emperatriz de todas las Rusias.
Catalina supo cultivar su fama de “soberana ilustrada”, llevando a cabo una política pragmática para convertir a Rusia en una gran potencia que fuera admitida en el concierto de las naciones europeas, intentando europeizar el país y dotar a la nobleza de un puesto relevante, pero fracasó en la creación de un código con las ideas de Montesquieu.
En política interior también se mostró realista y pragmática. Abandonó los proyectos de cambios liberales de los primeros años de su reinado y puso en marcha una serie de reformas prácticas orientadas a la mejora de la administración y de la economía, políticas que amplió y redobló tras las agitaciones sociales de 1773, cuando los campesinos se sublevaron debido a la nefasta situación en la que vivían.
Lo cierto es que los “siervos” aceptaban cada vez menos su condición y llevaron a que Yemelián Pugachov se sublevase en 1773. Por eso la emperatriz ideó la reforma administrativa de 1775, en la que colocaba la administración provincial bajo la autoridad de un gobernador único y dividió Rusia en provincias y distritos que gozaban de su propia administración, policía y aparato judicial.
En 1783 se introdujo la servidumbre en Ucrania, y esta medida sentó bastante mal pero Catalina no paró ahí, sino que en 1785, promulgó la “carta de la nobleza”, en la que confirmaba sus privilegios y le otorgaba una organización corporativa, y la “carta de las ciudades”, que concedía la autonomía a las comunidades urbanas. En ningún momento redactó algo similar para los campesinos o los sirvientes, lo que aumentó el descontento de la población hacia su persona.
Los últimos años de su reinado estuvieron dominados por la preocupación por preservar a Rusia del contagio revolucionario que afectaba a Europa desde 1789 y para ello, se unió a la Primera Alianza contra los revolucionarios franceses.
El 17 de noviembre de 1796, la emperatriz falleció a causa de un ataque de apoplejía mientras se disponía a tomar un baño. El estamento de la nobleza, el más favorecido de todos, le rindió largos y grandes homenajes y su muerte sería el final de una auténtica “dama de hierro”, que había pasado de intentar aplicar medidas liberales a satisfacer todos los deseos de la aristocracia rusa.
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