Tal día como hoy, un 6 de julio del año 1967 comenzó la Guerra Civil de Nigeria, conflicto armado político-étnico que se prolongó durante tres años, en la cual se dieron diferentes acusaciones de genocidio, en donde murieron más de un millón de personas.
Hace más de 50 años comenzó la Guerra de Biafra, un conflicto fratricida que provocó más de un millón de muertes, entre las décadas de 1960 y 1970, en el país más poblado de África,
En este territorio debieron convivir, con fronteras rígidas y establecidas externamente, cientos de grupos, repartidos en tres regiones en donde existen más de 500 lenguas y alrededor de 250 grupos étnicos. Algunos indicadores puntualizan que la población nigeriana ya sobrepasó los 200 millones de habitantes.
Nigeria, pagó ser el mayor productor petrolero de África, desde que comenzó a explotar crudo cuando la multinacional Shell lo descubrió en el sur del país, en 1956 y al contrario de lo que podía esperarse, el crudo generó conflictos, cuando secesionistas quisieron apropiarse de la rica zona de Biafra, en 1967.
Los problemas llegan al presente, la renta petrolera, en vez de aprovecharse para el desarrollo nacional, se despilfarra entre sabotajes y corrupción generalizada.
El germen de la guerra, tiene que ver, en parte, con los recelos entre el sur y el norte, cuando a comienzos de 1966, la toma del poder, por un militar del sur fue vista con desagrado por los sectores dirigentes del norte, pese a la excusa de combatir la corrupción.
La casta del norte, entendió que el golpe fue más bien una excusa para hacerse con el poder y beneficiar a su grupo y como resultado, Ironsi, el líder, fue asesinado en julio de 1966 y su lugar ocupado por el norteño cristiano Yakubu Gowon. Pero estó provocó la ira del teniente-coronel Odumegwu Ojukwu, quien retiró su región de la Federación Nigeriana y declaró la secesión en mayo de 1967. Así nació Biafra, con un gobierno propio y la expulsión de los norteños del territorio.
La guerra se extendió por espacio de dos años y medio, con apoyo de potencias y superpotencias a los dos bandos, con envíos de armamento de Francia, Sudáfrica y Portugal a los rebeldes de Biafra y apoyo de la URSS y de Gran Bretaña al gobierno federal. La mayoría de los gobiernos africanos apoyaron también al último para evitar similares intentos secesionistas en sus territorios.
Desde el principio, la supervivencia de Biafra parecía difícil asediado día a día por la aviación nigeriana y por un ejército de 100.000 integrantes, e incluso se perfiló la posibilidad que en Biafra ocurriera un genocidio, al decir del líder rebelde, y ante el aluvión de imágenes reproducidas en los medios, de lo que este se aprovechó para presentarse como un mártir de una pequeña y bravía nación cristiana contra opresores mucho más poderosos y musulmanes, solo interesados en saquear sus riquezas.
Se estima el fallecimiento de entre 500.000 a 2 millones de personas, y la guerra generó la mayor empresa privada de ayuda humanitaria hasta entonces vista.
Además de la dimensión humana, este conflicto tuvo otras consecuencias igual de profundas. En primer término, la guerra bloqueó toda posibilidad de que Nigeria pudiera convertirse en una potencia africana y, en segundo, la aparición de gobiernos militares como norma en la historia nigeriana. A estos se les achacó principalmente la imposibilidad de promover y lograr el desarrollo nacional.
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