Tal día como hoy 31 de julio de 1932, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán más conocido como Partido Nazi, se convierte en el más votado de Alemania
Es un oscuro secreto de la historia que no nos gusta reconocer, pero el surgimiento del fascismo alemán comenzó con una elección democrática. La gente salió en masa y emitió sus votos para dar el Reichstag a los nazis, y realmente creían que estaban haciendo la elección correcta.
Al final de la Primera Guerra Mundial, el país estaba paralizado, obligados a firmar el Tratado de Versalles, incluida su Cláusula de “Culpa de Guerra”, que ponía toda la culpa en los hombros de Alemania, junto con sus gastos.
Con toda esta deuda, el dinero alemán se volvió prácticamente inútil y cinco años después de que terminara la guerra, se requerían 4.2 billones de marcos alemanes para comprar un dólar americano, y los ahorros de la gente eran tan inútiles que los quemaron como leña.
El Partido Nazi se alimentó de esta desesperación al prometer romper el Tratado de Versalles, negarse a pagar sus deudas y recuperar la tierra que les había quitado después de la guerra. Los nazis tenían más militantes que cualquier otro partido, la vida se hizo cada día más difícil, y las ideas fascistas empezaron a atraer a los alemanes.
Luego, en 1924, un escándalo de corrupción en el gobierno alemán entre el ex canciller Bauer y los comerciantes judíos Barmat, provocó una nueva ola de antisemitismo y desconfianza, y las ideas de Hitler sobre la superioridad racial, comenzaron a parecer más idóneas para el pueblo alemán. El 31 de julio de 1932, la gente estaba llena de indignación por estos hechos y de desconfianza y odio racial, y hacían oír su voz al ir a las urnas y votar por el Partido Nazi.
Fue necesario un incendio en el Reichstag, la muerte de un presidente y una noche de ejecuciones para hacer absoluto el poder de los nazis, pero ese poder se originó con la voluntad del pueblo. Mientras los nazis, perpetraban atrocidades contra judíos y otros que consideraban ciudadanos de segunda clase, muchos alemanes simplemente vivían sus vidas.
Iban a la escuela, se reunían en los clubes, se casaban, iban a trabajar, a comprar… Hacían todo lo que toda persona normal hace, pero lo hicieron ante el telón de fondo de uno de los períodos más oscuros de la historia.
Sin embargo, en las sombras de la vida cotidiana de la Alemania nazi, el horror se volvió cotidiano. Los funcionarios gubernamentales adoctrinaron a los niños para impulsar la nueva política radical, las películas de propaganda se apoderaron de las aulas y los maestros disidentes, corrieron el riesgo de ser deportados.
Las familias judías fueron marcadas y conducidas a guetos. Sus tiendas víctimas del vandalismo, siendo acosados en las calles, mientras todos los discapacitados fueron esterilizados a la fuerza, y millones de personas forzadas a trabajar y finalmente exterminadas.
Pero a lo largo de todo esto, la vida continuó y el pueblo de Alemania vivía y, simplemente aceptaba la nueva normalidad que significaba al surgimiento del nazismo, y si la guerra hubiera terminado de manera diferente, este horror, podría haberse convertido en la vida cotidiana de gran parte de Europa.
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