miércoles, 13 de octubre de 2021

El fin de los Caballeros Templarios

 

Tal día como hoy 13 de octubre del año 1307, soldados franceses irrumpieron en muchas de las sedes que los caballeros del Temple tenían en el país galo para saquear, arrestar, asesinar y torturar a sus miembros.

Culminaba así un largo periodo de conspiraciones políticas, disputas por el poder y engaños encabezados por el rey Felipe IV de Francia y el papa Clemente V cuyo único fin era eliminar de un solo golpe la influencia y poder que los templarios habían ganado en los últimos años.

La orden del Temple, cuyos miembros eran llamados los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, surgió en el contexto de las Cruzadas como una fuerza cristiana que permanecería en Tierra Santa para proteger los lugares sagrados y a los peregrinos que a ellos acudían.

Lo que comenzó siendo una especie de guardia de caminos constituida por 50 miembros fue creciendo y ganando importancia hasta convertirse en una rica orden religioso-militar sometida únicamente a la autoridad del papa y cuya independencia económica y política la convertían en un estado más dentro del panorama europeo.

De hecho, para 1170 la orden ya contaba con territorios en Francia, Alemania, Reino Unido, España, Portugal y Tierra Santa y poseían una fortuna mayor que la de la gran mayoría de estados.

Sobre el papel, todas estas riquezas tenían como fin mantener una defensa constante de Tierra Santa pero en el siglo XIV los musulmanes habían tomado Jerusalén y la efectividad de los templarios comenzaba a ponerse en entredicho.

Felipe IV de Francia, país que había contraído una enorme deuda con la Orden del Temple, aprovechó esta situación para convencer al papa Clemente V de la necesidad de acabar con los templarios. Utilizando falsos testimonios, torturas y toda clase de tácticas poco éticas, consiguió acusar a los templarios de herejía - entre otros delitos graves - y acabó con ellos.

A partir de entonces comenzaron los interrogatorios por parte de unos inquisidores cuyo objetivo último era que los templarios desvelasen sus supuestos crímenes. El rey, ordenó a sus representares aplicar la tortura en caso de que no hubiera confesión.

Todo parece indicar que no tuvieron reparos en llevarla a cabo, pues los religiosos lo dejaron patente en los mismos informes: “A continuación, pondrán a las personas aisladas bajo buena y segura guardia, harán también una investigación sobre ellos antes de llamar a los comisionados de la investigación y determinarán la verdad cuidadosamente, con la ayuda de la tortura si fuera necesario”.

Tras estudiar los informes de la época, se puede afirmar que se llevaron a cabo torturas de forma recurrente sobre los templarios para que aceptasen los falsos cargos. “Los métodos de la época no eran muy creativos, pero su efectividad estaba más que demostrada: hambre, privación de sueño, encarcelamiento en solitario, interrogatorio implacable, grilletes, potro, quema de pies y la garrucha, un dispositivo que tiraba hacia arriba de los brazos de la víctima, atados a la espalda, hasta levantarla del suelo y, luego, la dejaba caer y detenía la caída antes de tocar el suelo”.

El caballero Ponsard de Gisy describió, por ejemplo, que le encerraron en un pozo de piedra en el que apenas podía moverse hasta que confesó.

La orden fue disuelta en 1311 y en 1314 se quemó en la hoguera a los últimos templarios.

 

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