Tal día como hoy 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la Batalla de Lepanto un enfrentamiento naval entre los turcos y los miembros de la llamada Liga Santa - el Papa, la República de Venecia y la España de Felipe II - que tuvo lugar en el actual golfo de Corinto, en Grecia.
La presencia turca en Europa había sido vista como una amenaza para los reinos cristianos desde hacía siglos y sus constantes expediciones de saqueo tanto en la costa como en el interior - llegaron hasta las puertas de Viena - hicieron que se tomaran medidas para contrarrestarla.
En 1570 los turcos atacaron Chipre, por entonces posesión de la República de Venecia, y esto hizo que las principales potencias europeas que se habían erigido como defensoras del cristianismo se reunieran bajo un mismo estandarte y decidieran hacer frente a los turcos.
La flota se reunió en Mesina y, tras un debate en el que discutieron si esperar a los turcos o ir a su encuentro, dejaron el puerto y se encararon contra la flota de Alí Bajá con sus 207 galeras, 6 galeazas y 20 navíos armados. Por su parte, los turcos encabezados por Alí Bajá iban a presentar batalla con más barcos pero menos efectivos.
Al amanecer del 7 de octubre, los buques de la Liga Santa comienzan a desplegarse en la boca del golfo de Corinto. Lo hacen a fuerza de remos al no tener el viento a favor, cosa que sí tienen los turcos que salen del puerto dispuestos al combate. Pero por suerte para los cristianos el viento amaina y los otomanos no pueden aprovecharlo, lo que da tiempo suficiente a los primeros para desplegarse en orden de batalla.
Lo hacen en tres cuerpos formados en línea, y con una reserva en retaguardia. Los musulmanes, bajo el mando del almirante Alí Pachá, también forman en tres cuerpos, desplegados en forma de media luna. En total son 204 galeras cristianas por 205 galeras turcas. Unos cincuenta barcos más pequeños y ligeros por bando les acompañan, cumpliendo misiones de enlace y exploración. La escuadra cristiana está compuesta por un total de 90.000 almas y su enemiga, por un número similar.
A primera vista, las fuerzas parecen equilibradas, pero la realidad es otra. Los hombres de don Juan de Austria suman unos 36.000 soldados de infantería, más unos 34.000 marineros y galeotes libres que son armados para que, llegado el momento y cuando ya no sea necesario que sigan remando, se sumen también al combate. Otros 20.000 hombres van como remeros forzados; de ellos, los que no son esclavos comienzan a ser desencadenados con la promesa de libertad e indulto de sus penas si demuestran su valor en la lucha.
En la armada otomana los hombres de armas son menos, en torno a 20.000. Además tienen el problema de que un elevado número de sus galeotes son esclavos, en gran parte cristianos, por lo que no son muchos los que pueden liberar para que les ayuden en la batalla. Por lo tanto, la flota de la Liga Santa dispone del doble o triple de combatientes que el enemigo, lo que va a ser determinante en el resultado final.
Al choque frontal inicial lo siguió un intento de envolver el ala derecha cristiana y la aparición de las reservas de la Liga Santa. La mejor artillería y la pérdida de impulso tras el primer asalto de los otomanos hicieron que la batalla se decantara a favor de la flota cristiana, convirtiéndose en un símbolo de otra guerra de religión más.
Cuando el almirante veneciano, Venier, volvió a Venecia, tras abrirse camino entre la multitud informó al dogo de forma solemne: “Llevo, Serenísimo Príncipe, la más noble y admirable Victoria. La Armada turca, toda vencida y derrotada por los nuestros. Poquísimos se salvaron. Sed contentos y gloria a vos”
Un joven Miguel de Cervantes, que años más tarde publicaría El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, combatió en Lepanto como miembro de la galera La Marquesa y fue herido en el pecho y en el brazo izquierdo, que quedó inutilizado de por vida.
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